El juez Baltasar Garzón dice un adiós obligado, a su carrera judicial. Y aunque a estas horas ya se habrá dicho de todo al respecto puesto que fue ayer jueves cuando se conoció la condena al juez, sí me gustaría explicar parte de esa sentencia y trasladar cual ha sido el sentir popular que se ha expresado en las redes sociales en estas 24 horas.
A la una de la tarde de este jueves se conocía que el Tribunal Supremo había condenado por un delito de prevaricación a 11 años de inhabilitación, apoyada de forma unánime por la Sala, a Baltasar Garzón lo que supondrá su expulsión de la carrera judicial. El Alto Tribunal argumenta que el Juez ordenó intervenir las conversaciones telefónicas de varios imputados de la trama Gurtel y sus abogados mientras estos estaban en prisión, vulnerando así el derecho de todo imputado a la confidencialidad de lo que habla con su abogado, algo que solo está permitido en casos de terrorismo y previa orden de la autoridad judicial competente.
Tras conocerse la noticia, la oleada de mensajes de apoyo al juez y las misivas en contra del sistema judicial han poblado la red de redes a través de los entornos sociales. Porque para muchos, y aunque el Tribunal Supremo haya obrado de forma correcta basándose en sus leyes, se vuelve a mostrar ante el pueblo lo mal distribuida que está la justicia que condena a un juez a dejar de serlo de por vida por investigar una trama corrupta de empresas y contratos irregulares entre empresarios y políticos.
Y después de sondear por activa y por pasiva algunas páginas como facebook o twitter, han sido pocos los que se han alegrado de un hecho tal. Y no piensen que todos mis contactos son de izquierdas o sindicalistas, simplemente opino que nadie cree ya en un sistema judicial que deja libre al que roba y mata y condena al que intenta hacer justicia a cualquier precio.
Lo peor de todo es que ahora Garzón se enfrenta a su segunda causa por las víctimas de los crímenes del franquismo, algo que si sale en contra del juez, le desposeerá de su derecho como aforado y le hará enfrentarse en su tercer caso pendiente, el de los cursos en la Universidad de Nueva York en EEUU, ante la justicia ordinaria. Lo más triste e independientemente de que el Supremo haya acertado con su veredicto o no, para la mayoría de españoles hoy la Justicia, ha perdido la venda que tapa sus ojos.
Esta es la crónica habitual, de un día como otro cualquiera…
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