Yo es que me quedo helado, no entiendo nada, me declaro completamente incapaz de comprender lo que está ocurriendo en un país que, en 30 años, ha ido de aquella zarrapastrosa nación que nos dejó el tirano a ésta de ahora, llena, entre otras cosas de autovías, que a mí, por lo menos, me permiten ir de uno a otro sitio con una comodidad incuestionable.Pero mi percepción, seguramente, es errónea porque no es posible que se equivoquen todos esos genios que, energuménicamente, gritan contra unos hombres que sólo están haciendo lo que no tienen más remedio que hacer porque, si no lo hicieran, nos echarían encima algo más que las 7 plagas de Egipto.Que un país como el nuestro levante, cada día, la persiana y se ponga a funcionar en los hospitales, a los que yo acudo, por mi desgracia, casi todos los días, los supermercados, las escuelas, los ayuntamientos, las universidades, donde tengo a una de mis hijas enseñando como profesora titular, y todos esos servicios públicos de los que ahora mismo no me acuerdo, con las oficinas del paro aportando, todavía al día de hoy, el pertinente subsidio a los casi 5 millones de parados, es un diario milagro que, si se realiza, es porque todos los días también los de afuera, sí, esa Unión Europea, nos están ayudando, no como un favor sino cumpliendo con su obligación, pero que no lo harían si nosotros no colaboráramos dentro de lo posible.De modo que resulta demasiado fácil, completamente demagógico, adoptar la postura que tanto hemos criticado en Zp, la de un optimismo más o m enos antropológico que nos impulsa a creer, a simular que creemos, que se puede realmente hacer otra cosa que la que se hace, con varias espadas de Damocles pendiendo sobre nuestra cabeza.Y también estos descerebrados demagogos simulan como que no saben que están diciendo, propugnando, trabajando en la misma dirección en que lo hacen los auténticos culpables de la situación que, además, ahora, contemplan, asombrados, cómo sus enemigos naturales son los que más les ayudan a hacerse con ese poder, el único que todavía no tienen, para ajustarnos aún mucho más las tuercas, esas pocas que nos quedan por ajustar: que la sanidad publica se vaya del todo a hacer puñetas, que yo y mi mujer, gravísimamente enferma, tenga que pagar médicos y medicinas, con lo que mi pensión entera se invertirá de sobra en dichos gastos, pero estaremos todos tan contentos por haber castigado a ese Zp que, mientras le fue posible, nos dio todo lo que pudo, eso que, ahora, le echan en cara, premios por alumbramiento, complementos de alquiler a los estudiantes, asistencia a los dependientes, etc., servicios en los que ni siquiera nadie hubiera soñado, amén de leyes tan progresistas como la de los matrimonios entre personas del mismo sexo, etc. también.Pero todo eso es "pecata minuta" para estos izquierdistas de vía tan estrecha que están dispuestos a echarnos, cuanto antes y de cualquier manera, en las ávidas manos del PP porque así, dicen, tocaremos el puñetero fondo y podremos dar entonce el impulso que necesitamos para resurgir ¿hacia dónde?, hacia las limpias y cuidadas manos de Rajoy y Aguirre, de Fabra y de Camps, de toda esa gente que no ha trabajado nunca en su vida y que no tendrá que hacerlo jamás porque los tontos de los cojones de la izquierda, que yo creo que son mucho peor aún que los de la derecha, parece que están dispuestos a darles ese maravilloso empujón final, para que, al fin, así, aprenda el hijo puta de Zapatero.Repito. No salgo de mi asombro, de mi incomprensión de lo que está ocurriendo, en un país que se ha empeñado en quemarse rápidamente a lo bonzo, porque así piensa que va a hacer algo útil, cuando lo único que conseguirá es echarnos, con mayoría absoluta, en las manos de una ultraderecha que apenas hace unos años ni siquiera podía soñar con una situación semejante y que aprovechará cumplidamente el increíble regalo para atarnos, tal vez para siempre, la soga del suicida a nuestro cuello.
Yo es que me quedo helado, no entiendo nada, me declaro completamente incapaz de comprender lo que está ocurriendo en un país que, en 30 años, ha ido de aquella zarrapastrosa nación que nos dejó el tirano a ésta de ahora, llena, entre otras cosas de autovías, que a mí, por lo menos, me permiten ir de uno a otro sitio con una comodidad incuestionable.Pero mi percepción, seguramente, es errónea porque no es posible que se equivoquen todos esos genios que, energuménicamente, gritan contra unos hombres que sólo están haciendo lo que no tienen más remedio que hacer porque, si no lo hicieran, nos echarían encima algo más que las 7 plagas de Egipto.Que un país como el nuestro levante, cada día, la persiana y se ponga a funcionar en los hospitales, a los que yo acudo, por mi desgracia, casi todos los días, los supermercados, las escuelas, los ayuntamientos, las universidades, donde tengo a una de mis hijas enseñando como profesora titular, y todos esos servicios públicos de los que ahora mismo no me acuerdo, con las oficinas del paro aportando, todavía al día de hoy, el pertinente subsidio a los casi 5 millones de parados, es un diario milagro que, si se realiza, es porque todos los días también los de afuera, sí, esa Unión Europea, nos están ayudando, no como un favor sino cumpliendo con su obligación, pero que no lo harían si nosotros no colaboráramos dentro de lo posible.De modo que resulta demasiado fácil, completamente demagógico, adoptar la postura que tanto hemos criticado en Zp, la de un optimismo más o m enos antropológico que nos impulsa a creer, a simular que creemos, que se puede realmente hacer otra cosa que la que se hace, con varias espadas de Damocles pendiendo sobre nuestra cabeza.Y también estos descerebrados demagogos simulan como que no saben que están diciendo, propugnando, trabajando en la misma dirección en que lo hacen los auténticos culpables de la situación que, además, ahora, contemplan, asombrados, cómo sus enemigos naturales son los que más les ayudan a hacerse con ese poder, el único que todavía no tienen, para ajustarnos aún mucho más las tuercas, esas pocas que nos quedan por ajustar: que la sanidad publica se vaya del todo a hacer puñetas, que yo y mi mujer, gravísimamente enferma, tenga que pagar médicos y medicinas, con lo que mi pensión entera se invertirá de sobra en dichos gastos, pero estaremos todos tan contentos por haber castigado a ese Zp que, mientras le fue posible, nos dio todo lo que pudo, eso que, ahora, le echan en cara, premios por alumbramiento, complementos de alquiler a los estudiantes, asistencia a los dependientes, etc., servicios en los que ni siquiera nadie hubiera soñado, amén de leyes tan progresistas como la de los matrimonios entre personas del mismo sexo, etc. también.Pero todo eso es "pecata minuta" para estos izquierdistas de vía tan estrecha que están dispuestos a echarnos, cuanto antes y de cualquier manera, en las ávidas manos del PP porque así, dicen, tocaremos el puñetero fondo y podremos dar entonce el impulso que necesitamos para resurgir ¿hacia dónde?, hacia las limpias y cuidadas manos de Rajoy y Aguirre, de Fabra y de Camps, de toda esa gente que no ha trabajado nunca en su vida y que no tendrá que hacerlo jamás porque los tontos de los cojones de la izquierda, que yo creo que son mucho peor aún que los de la derecha, parece que están dispuestos a darles ese maravilloso empujón final, para que, al fin, así, aprenda el hijo puta de Zapatero.Repito. No salgo de mi asombro, de mi incomprensión de lo que está ocurriendo, en un país que se ha empeñado en quemarse rápidamente a lo bonzo, porque así piensa que va a hacer algo útil, cuando lo único que conseguirá es echarnos, con mayoría absoluta, en las manos de una ultraderecha que apenas hace unos años ni siquiera podía soñar con una situación semejante y que aprovechará cumplidamente el increíble regalo para atarnos, tal vez para siempre, la soga del suicida a nuestro cuello.