Esta situación viene de antiguo, desde que la gente se lanzara a las calles en manifestaciones y “mareas” de protesta por los recortes, los despidos, los desahucios, las leyes sectarias en la educación, las privatizaciones en la sanidad, los copagos y repagos en medicamentos y prestaciones sanitarias, la austeridad empobrecedora, las subidas de impuestos y, en definitiva, frente a todas las medidas que iban encaminadas a desmontar nuestro Estado del Bienestar. Viene, incluso, de antes que el fenómeno de los indignados llenara plazas y calles contra lo que los ciudadanos consideran un atentado a sus derechos sociales e individuales. Frente a ese rechazo popular, el Gobierno puso en marcha prohibiciones y arbitró medidas que cercenan el Estado de Derecho, permitiendo a la policía determinar y castigar todo lo relacionado con el orden público sin que medie un juez para esclarecer la colisión de derechos o la comisión de un presunto delito. El amparo gubernamental a la acción policial es tal que los excesos policiales, la desproporcionalidad en el uso de la fuerza y las arbitrariedades represivas quedan impunes y, en algunos casos, son condecoradas por el poder político.
El Estado policial, auspiciado por una Ley Mordaza que confiere amplias potestades represoras a la policía, cubre de impunidad los excesos que cometen los miembros de los Cuerpos y Fuerzas del Orden Público en su acción represiva a la hora de enfrentarse y disolver cualquier protesta pública o manifestación. Así, deja sin castigo que se destroce el ojo de una mujer, que ni siquiera participaba en manifestación alguna, por disparo de bala de goma que alegremente se empleó contra una revuelta en Barcelona. Aunque se cursó la oportuna denuncia, el juez no ha podido condenar a los responsables del atentado contra la integridad física de una ciudadana a causa de las evasivas, las distintas versiones dadas por la policía y unas leyes que supeditan las libertades a la seguridad y el orden. No es algo casual, sino lo que se buscaba con la reforma del Código Penal y la Leyde Protección de la Seguridad Ciudadana, aprobadas en 2015. Ahora es el criterio policial el que determina y sanciona lo que antes eran actos penalizados como delitos, y por tanto de competencia judicial, y ahora transformados en infracciones administrativas, de competencia gubernamental. El atestado policial se convierte automáticamente en veredicto y fallo.
Por eso, incluso, se puede disparar balas de goma a gente que está en el mar, intentando alcanzar la playa, como sucedió en las inmediaciones de Tarajal (Marruecos), donde murieron 15 personas de las 400 que pretendían entrar en suelo de Ceuta, sin que los 16 Guardias Civiles imputados por esos hechos fueran condenados y resultaran absueltos, archivándose la querella. El ministro del ramo se muestra también orgulloso de esta valerosa actuación de nuestras fuerzas de seguridad fronteriza y la pone de ejemplo a sus conmilitones de Europa ante el desafío que representan los refugiados.
Estos fervores religiosos de personalidades públicas no dejan de ser anecdóticos, si no constituyeran síntomas de una actitud gubernamental mucho más grave por evitar una efectiva separación entre la Iglesia y el Estado con acciones que visibilicen la presencia de la Iglesia Católica en la esfera civil y el Estado. La deriva “católica” de la España supuestamente “aconfesional” viene determinada por los Acuerdos entre el Estado y la Santa Sede (Concordato), por los que el Estado se compromete a contribuir en la financiación del clero, se hace cargo del mantenimiento del patrimonio cultural y artístico de la Iglesia, retribuye al profesorado de religión, abona la prestación de servicios religiosos en cárceles, hospitales, cuarteles, etc., exime a la Iglesia de pagar impuestos, facilita el adoctrinamiento religioso en la escuela con la asignatura de religión, que no debería figurar en la enseñanza pública, y permite el privilegio de los centros de enseñanza privados católicos mediante subvenciones como centros concertados, etc. Además, confiere trato de favor a la confesión católica, como si fuera la religión nacional, al incluir la posibilidad de señalar con una “X” la asignación tributaria en la declaración de la renta de las personas físicas (IRPF).
De mismo modo, las leyes e iniciativas que cercenan el Estado de Derecho, limitando derechos y libertades en aras de una supuesta e indeterminada seguridad, vienen promovidas intencionadamente por un afán de convertir España en un Estado policial, en el que el Gobierno asume las competencias de juzgar y castigar, hurtando a los jueces las atribuciones en materia de orden público. El mayor logro del Gobierno conservador del Partido Popular, aparte de sus recortes y ajustes causantes del empobrecimiento de la población, es ese modelo de sociedad que está imponiendo basado en el miedo, miedo a la libertad, que propala con la amenaza de las porras policiales y los anatemas morales en una España policial y católica.