Importante viene de importar, es decir, traer algo de afuera hacia dentro, por eso buscar la notoriedad social siempre es una dependencia de lo exterior que es producida por algún estado de necesidad del ego. Cuando deseamos ser importantes estamos buscando fuera el reconocimiento que no sabemos encontrar en nosotros mismos. En el camino para conseguir ese reconocimiento vamos pagando el precio de alejarnos de nuestro propio poder, de olvidarnos de ser el centro de nuestra propia vida y de esta forma, sin darnos cuenta, empezamos a orbitar soles de poderes fácticos: es la renuncia a nuestra presencia.
La genial interpretación de Charlot nos pone de manifiesto hasta que punto puede esclavizar a las persona, e incluso a pueblos enteros, la búsqueda desesperada de sentirnos importantes. El mejor antídoto para no repetir historias degradantes del ser humano es que éste aprenda, en el camino del autoconocimiento, a reconocer su propia esencia y, así, a vivir desde su presencia"
Todos recordamos esas imágenes de dictadores, representantes del más puro fascismo, gesticulando de manera cómica en la conquista de sentirse importantes. Son un claro ejemplo de renuncia extrema a la presencia, que inevitablemente conduce a la enajenación de ellos mismos y sus seguidores, es el camino opuesto al “conócete a ti mismo”. Si queremos una sociedad democrática, a salvo de enajenaciones, es necesario que sus ciudadanos aprendan a desplegar su presencia, para ello hemos de empezar a andar el camino hacia nuestro interior, dejar de buscar fuera el reconocimiento que aún no hemos conquistado dentro. La educación es la herramienta más poderosa para lograrlo, pues es justo en ella donde empecemos el camino al revés: de dentro a afuera. Años de instrucción nos han ido alejando de nuestra presencia, hasta el punto de llegar a confundirnos con nuestros pensamientos y de sentirnos vacíos por dentro cuando estos no están a la altura de lo que la sociedad demanda. Así, se explica que hayamos aceptado como una forma de vida inteligente la competitividad entre nosotros, que no es más que buscar fuera desesperadamente un poder perdido dentro. La educación en lo esencial, más allá de lo que cada cultura en un momento determinado considere importante, ha de dirigirse a la recuperación de nuestra presencia, sin la cual no es posible que nuestros alumnos e hijos puedan llegar a sentirse los creadores de su futuro.
Nacemos indefensos, sin saber pensar, sin necesidad de sentirnos importantes ... y sin embargo todos nos conmovemos ante la presencia de un bebé cuando nos mira.La educación en lo esencial nos enseña a recuperar esa presencia.
El maestro no ha de buscar sentirse importante a través de su autoridad, sino que ha de ir al encuentro de algo mucho más ambicioso y ante lo cual no encontrará la resistencia de sus alumnos: su presencia, desde ella muchas cosas que le parecen ahora muy difíciles e incluso imposibles se tornarán viables. Desde esta cumbre, su perspectiva sobre él y sus alumnos cambiará y le será más fácil entrar en contacto con su sabiduría, el mejor regalo que genuinamente un educador puede entregar con el fin de despertar en sus educandos su propia sabiduría. Querido lector, tanto si eres educador de otros o no, está claro que recuperar tu presencia requiere de reeducarte, de empezar a andar el camino, que un día empezaste de dentro hacia fuera, justo al revés, en busca de tu esencia, sin la cual siempre te sentirás incompleto. ¿Por qué buscar sentirnos importantes, en lucha constante y agotadora con los demás, si podemos simplemente recuperar nuestra presencia … ?