Hacking reality
Más o menos estamos familiarizados con el concepto de Hacker. Esa persona con grandes conocimientos de informática que por afán de aprender -o cualquier otro motivo más oscuro- accede a sistemas de forma ilegal. Pero contrariamente a lo que pensamos, existen hackers en todos los ámbitos de la vida, personas que conociendo el sistema no se cuelan sin que les inviten, sino que además intentan modificarlo para ajustarlo a sus necesidades, y de paso, hacerse la vida más fácil.
He visto trucos o estrategias de todo tipo, sobre como abrir correctamente un tetrabrick de leche a como cortar tomates cherry en tangadas de veinte para ahorrar tiempo, pero el hacker en el que estoy pensando no es algo tan trivial, no tan obvio y que cuyos objetivos no podríamos definirlos como altruistas.
Desde el principio de los tiempos se ha intentado modificar la percepción de la realidad para modificar la conducta de la población para fines partidistas, y con el paso del tiempo esta disciplina se ha ido modelando y estandarizando hasta convertirse en lo que podríamos llamar marketing, rama en la que podemos incluir todo tipo de estrategias para conseguir un objetivo determinado. Para conseguirlo, usan y abusan de todo tipo de estrategias, desde el estudio de mercado, pruebas A/B, muestreo, y estamos llegando al nivel del neuromarketing, donde no solo se mide lo que decimos que pensamos o lo que hacemos, sino las reacciones neuronales que activan ciertas respuestas neurológicas.
No es simple casualidad que en determinadas tiendas suene un tipo concreto de música, o que el aroma que se usa de ambientador, pasando por la colocación de productos en un lineal de un supermercado. Está medido, está estudiado y está maximizado para rentabilizarlo al máximo.
La política de precios de los productos también sigue la misma tónica, disponer una serie de productos con unos precios determinados para que de forma inconsciente escojamos el que creemos mejor para nosotros, sin darnos cuenta que hemos sido unas cobayas sometidas a un entorno controlado para obtener la respuesta deseada y comprar el producto que da más margen a la empresa.
Y esto no finaliza en el mundo empresarial, donde alcanza sus cotas más altas es en la política. No se si os he comentado el fenómeno de anclaje, que consiste en dar una cifra -absolutamente inventada- para que los datos que puedan contradecirnos se vean sesgados irremediablemente por el número que hemos dado. Si por ejemplo decimos que hay cien mil pobres, aunque después sean dos millones, ya hemos anclado la percepción en ese número y no pensaremos que es tan alto. Lo divertido del caso es que no tendremos que preparar un argumentario para defender el número, cada uno de nosotros crear su propia estructura teórica para defenderlo.
Puede que te creas muy listo, que a ti no te engañan, pero te equivocas completamente. Es posible que estés inmunizado ante los mensajes de una parte -si bebes cocacola y no pepsi, o si eres de izquierdas y no de derechas- pero te guste o no, vas a picar en estos trucos y vas a seguir la senda que otros que están por encima tuyo han marcado, y no te vas a dar ni cuenta. Te creerás que nadie puede manipularte porque te informas y tienes pensamiento crítico, pero no seas iluso, de una forma u otra, ya te han modificado la percepción y por lo tanto, el análisis de la realidad, para que tus conclusiones sean exactamente las que ellos quieran.
La única defensa ante estos trucos mentales, trucos que van codificados en nuestro adn y cultura, es ser escéptico. No te creas que eres el más listo, no te creas ninguna cifra, y siempre pregúntate ¿Esto es realmente así?¿hay otra explicación?¿a quién beneficia?. Lo más probable es que sigan manipulándote, pero con paciencia y suerte, quizás puedas detectarlo y obrar en consecuencia.
Película: Brazil
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