"Hier ist kein Warum"("Aquí no existen los porqués".Frase de un SS en respuesta a una pregunta de Primo Levi)
Paul Maria Hafner es un típico anciano octogenario jubilado, inventor de una máquina de hacer yogures, criador de cerdos, cultivado y muy inteligente, que pasa sus días jugando al ajedrez, practicando natación, leyendo libros de distinto tipo y que todos los domingos va a misa por la mañana.
Paul Maria Hafner, de origen alemán, ha encontrado su paraíso particular, donde pasar sus días plácidamente, sin que nada le preocupe, disfrutando de una vida plena, en nuestro país, España. Más concretamente en Madrid.
Paul Maria Hafner fue oficial de la SS alemana. Y está tremendamente orgulloso de ello.
Durante el transcurso de la II Guerra Mundial, tras nuestra penosa y vergonzosa Guerra Civil (¿qué guerra no lo es?), y debido a la triste afinidad de pensamiento político existente entre Alemania y España, nuestro país llegó a convertirse en base de operaciones de centenares de espías del bando alemán. Espías que, por mucho que insistió el bando de los Aliados, Franco no sólo nunca entregó una vez acabada la Guerra, sino que los mostraba al mundo con orgullo y altanería (recordemos que "gente" tan peligrosa como Hans Lazar, jefe de prensa y propaganda de la Embajada alemana, se hizo con el control de los medios de comunicación patrios y se asentó en Madrid, donde las más altas esferas se peleaban por tenerlo sentado a su mesa).
Esto propició que, una vez derrocado el régimen nacionalsocialista, las ratas que huían tras naufragar su barco, encontraran las fronteras de la España de Franco abiertas de par en par para guarecerse [1]. Así gente como Leon Degrelle [2], Horia Sima [3], Hauke Pattist [4], Hans Juretshke [5], Otto Skorzeny, Hans Hoffman, Otto Remer [6], Franz Liesau Zacharias [7], o el que nos va a acompañar a lo largo del texto. Paul Maria Hafner.
Hay algo que distingue a Hafner, el protagonista de esta cinta, del resto de compatriotas que han encontrado en nuestro país su recompensa particular en forma de anonimato (que como comprobaremos, tratan de mantener a toda costa, y que sumirán a Hafner en un patetismo del que ya no lo sacaremos durante todo el metraje) y es que, a diferencia de aquellos, Paul Hafner no se muestra receloso en admitir quién y qué es, no se muestra esquivo ante las miradas o la cámara. Muy al contrario, se presenta ante nosotros como un ser altivo, soberbio, convencido de su supremacía aria, defensor de los "buenos tiempos", y que lleva hasta los límites la práctica de la filosofía y el pensamiento nazi. "Hay quien piensa que Hitler es un crimina, pero yo lo considero el hombre más importante de la Historia", llega a decir Hafner en un momento del documental.
El director de esta película, el austríaco Günter Schwaiger, ha dicho sobre él: "Hafner no es un marciano, ni un ser diabólico, sino aparentemente un señor respetable que vive en un barrio señorial de Madrid y, a sus 84 años, podría pasar por un simpático abuelo lleno de bondad y cariño. Paradójicamente, esa visión no es del todo desacertada. Hafner te estrecha la mano y te sonríe muy consciente de que tiene cierto encanto y gracia. Habla del bien y del mal como cualquiera, juega al ajedrez, nada 600 metros todos los días y cuando va a la compra a uno le entran ganas de llevarle las bolsas a casa. El ser humano es tremendamente complejo y camaleónico. Un vigilante de un campo de concentración podía besar a sus niños por la mañana y matar a palos a un preso por la tarde. Era todo cuestión de perspectiva."
"El paraíso de Hafner" [8], muy cercana a "Shoah" [9] en la forma de plantear el horror únicamente desde la palabra, es la primera película del austríaco Günter Schwaiger, y es tan seca y sorprendente como un golpe inesperado en la cara. En estos intensos 74 minutos de metraje, conoceremos a este antiguo oficial de la división Nibelungen de las temidas Waffen-SS, cuyo valor y entrega le hicieron merecedor de obtener el puesto de formador de futuros SS y se le destinó a varios campos de concentración. Una vez finalizada la guerra, fue detenido, juzgado y encarcelado. Tras cumplir su "condena", vino a España para evitar que más procesos judiciales pendientes le llevaran nuevamente a prisión.
Uno de los multiples aciertos que tiene esta película, al menos bajo mi punto de vista, es la manera de "humanizar" a la bestia que tiene Schwaiger. "Humanizar" pero sin empatizar lo más mínimo, sin ser condescendiente con el protagonista, sin caer en reduccionismos ni en estereotipos, mostrándonoslo tal y como es, sin querer que le odiemos desde el principio sino que aprendamos a sentir rechazo hacia él con el paso del tiempo y según vamos descubriendo cosas de su presente y de su pasado. Sin adulteraciones. De hecho la tensión entre el director y Hafner es más que palpable a lo largo de todo el metraje, como en el momento en el que Paul Hafner está escribiendo una postal a David Irving y le pide a Schwaiger que firme él también, a lo que este se niega para asombro de Hafner.
El documental es aterrador, no porque muestre el horror, sino por lo que exhala Paul Hafner por su boca cada vez que habla, por esa fría seguridad en haber hecho lo correcto, ese mal que se puede llegar a respirar en su presencia. Una seguridad ficticia, ya que sus recuerdos son autoengaños basados en la mutilación propia de los recuerdos (facilitado, sin duda, por fijar su residencia en un terreno neutral y alejado de aquella pesadilla) que le llevan incluso a cuestionar la existencia del Holcausto. A este respecto, al de los prisioneros de los campos de concentración, llega a decir: "los judíos fueron evacuados de las ciudades para no estar sometidos al bombardeo anglo-americano. Ellos estaban contentísimos en Auschwitz que en las presentes circunstancias era casi como un hotel de tres estrellas".
Y es esto último lo que nos lleva hasta el momento (de los muchos que serían destacables) que eleva a lo más alto a esta cinta documental, aquel en el que Paul Hafner se sienta frente a Hans Landauer, ex-brigadista austríaco y superviviente del campo de Dachau. Verdugo y víctima, respectivamente, frente a frente. Hafner no esconde la sonrisa burlona que dibuja su rostro ante la presencia y las palabras de Landauer, calificándolas de "propaganda, propaganda, propaganda" y justificando las atrocidades que Landauer comenta con una rotunda frase: "alguna razón habría". Pero llega un momento, en esta conversación, en la que “Hafner sabe e intuye que ya no puede salir de sí mismo, de la trampa terrible que supone el fanatismo. Por eso busca de forma inconsciente comunicarse con nosotros. Eso se muestra a través de sus reacciones psicosomáticas. Para él ha sido un viaje inevitable, y muchas veces he pensado que me ha estado esperando siempre. No quiero decir que Hafner se arrepienta. Al contrario: si reconociera lo que en su interior esconde, toda su personalidad se haría añicos y se descompondría literalmente. Pero estoy convencido de que sabe que está perdido, que no tiene salida. Por eso es una figura trágica”, dice el director de la película.
Al final, Hafner, tal vez incapaz por vez primera de retener lo que se empeña en negar, guarda silencio y nos hace saber que no puede hablar. El dolor (somático) ha vuelto a inutilizarle la voz. Lástima que en su día ese dolor no inutilizara física y mentalmente a todos los nazis que camparon a sus anchas como los reyes del mundo, haciendo de Europa un abominable infierno muy alejado de ese paraíso propio que se apresuraron a buscar cuando todo acabó.
NOTAS:
[1] Se calcula, según el Archivo del Ministerio de Asuntos Exteriores, basándose en un informe remitido en 1945 al gobierno franquista por parte de los servicios secretos aliados, que hasta 104 oficiales nazis habrían sido repatriados. Al menos, ese número es el oficial, ya que se sabe que extraoficialmente fueron muchos más.
[2] Leon Degrelle, alias León José de Rodríguez Reina tras falsificarse una partida de adopción para él por parte de Blas Piñar, fue general de la Waffen SS y líder del movimiento nazi en Bélgica. Hitler llegó a decir de él “si alguna vez tengo un hijo, me gustaría que fuese como Leon Degrelle”. Degrelle llegó a España en 1945, huyendo de su condena a muerte dictada contra él en su Bélgica natal y se asentó en Marbella, donde vivió hasta su muerte en 1994.
[3] Hori Sima fue agente de la SS, afincado en Madrid, dedica su tiempo a dar mítines a las juventudes hitlerianas y a esotéricos de nuestro país, propagando el virus soltado por gente como Guido List o Jörg Lanz en su "Weltanschauung".
[4] Hauke Pattist, asentado en Oviedo, llegó hasta nuestro país huyendo de Holanda, donde estaba en busca y captura por parte del gobierno holandés.
[5] Hans Juretshke llegó a ser catedrático emérito y director del departamento de alemán de la Universidad Complutense de Madrid.
[6] Otto Skorzeny, Hans Hoffman y Otto Remer, se asentaron en Madrid, Málaga y Marbella respectivamente y los tres fueron auténticos ídolos de las juventudes hitlerianas.
[7] El Dr. Franz Liesau Zacharias trabajó para el Reich experimentando con armas bacteriológicas y se asentó en Madrid, donde continuó con sus experimentos con animales y estudios de propagación de enfermedades.
[8] "Hafner's Paradise", Austria, España, 2007.
[9] "Shoah", de Claude Lanzmann, Francia, 1985, es uno de los pilares fundamentales del cine sobre el Holocausto. Siendo la cara opuesta y complementaria de esa obra maestra que es "Nuit et Brouillard" de Alain Resnais, Francia, 1955. A diferencia de esta última, en la que era necesario mostrar el horror sin aditivos, Lanzmann, para no repetir lo ya empleado por Resnais en el pasado, se decanta por no mostrar ninguna imagen de archivo, dejando que las palabras, los testimonios y las imágenes del presente hablen por sí mismas. Dos formas, igual de válidas, de presentar el horror.
ARTICULO PUBLICADO ORIGINALMENTE EN EL PRIMER NÚMERO DE LA CAJA DE PANDORA.