¿Cuándo fue la última vez que se rieron, de verdad? A mandíbula batiente. Con lágrimas en los ojos y un sano dolor de barriga, a salvo de toda sombra de virus estomacal, dice. Ya. Se lo imaginaba. ¿Por qué, con el tiempo nos hemos convertido en esto, una especie de Grinch de la Navidad desestacionalizado?
¿Recuerdan cuando de pequeños les invitaban a un cumpleaños? Recuerdan esa sensación de felicidad completa, de plenitud, de concepto instantáneo de la amistad fraterna? Vale. Imaginen ahora que les invitan a una boda. Exacto. Ahí está el Grich. O que les invitan a una cena grupal. ¿Qué es lo primero que piensan? ¿Qué bien. Desconocidos con los que hablar de cosas intrascendentes? No. Lo primero que les viene a la mente es Pfff, qué pereza ¿quién va? Los expertos mantienen que los niños ríen de media unas 400 veces al día y los adultos, con suerte, unas 20. La risa es poderosa, convincente y sexy. Las personas alegres tienen vidas más plenas. En cambio, ¿cuándo se les olvidó divertirse? Quizá estén tan ocupados haciendo cosas importantes que no hay espacio para sonreír. ¿Cuándo comenzó a ser tan importante la productividad, la cantidad en lugar de la calidad?