“Alea Iacta Est” dijo Julio César hace unos años, cuando cruzó el Rubicón con su ejército. El Rubicón era el río que hacía frontera entre Italia y la Galia , provincia que se le había asignado a César . Cruzándolo desafió a las órdenes del Senado y provocó una Guerra Civil contra Pompeyo. Guerra que ganó, por cierto.
Siempre se ha traducido “Alea Iacta Est” como “La suerte está echada”, pero una traducción más exacta sería la de “El dado se ha echado”, y es que el pueblo romano era tremendamente jugador.
Pero la ley era la ley, y sólo había una época en la que estaba permitido jugar a los dados, y esta era la fiesta de las Saturnales. Sobre las Saturnales me gustaría escribir un post entero, porque me resulta un evento muy curioso y divertido, pero para que se hagan una idea, puedo adelantarles que se trataba de una fiesta parecida al Carnaval. Durante la misma, no había distinción de clases entre ricos y pobres, y los esclavos eran liberados de sus funciones, por lo que más adelante se la llegó a llamar “La fiesta de los esclavos”.
Pero volvamos a los dados, al juego en general, eso que atrae, que engancha y desbarata la economía del que no sabe controlarse. La historia de los dados es larga y aburrida, la resumiré diciendo que en Egipto se usaban tablillas con una cara pintada de negro y la otra del color natural de la madera (dados de dos caras) y que fueron los griegos, menuda sorpresa, los que implantaron los dados de seis caras en Roma.
El juego en si era muy parecido al de hoy en día. Meneaban el cubilete, lo ponían encima de la mesa boca abajo y hacían sus apuestas. Si esperaban que les explicara las reglas del juego en si, siento decepcionarles, pero ni siquiera entiendo el juego de los dados hoy en día, para mi es como un misterio.
A parte de los dados, existían otros juegos con los que los romanos mataban el tiempo. Uno de ellos era el LatrunculiEl Latrunculi era como una mezcla entre el ajedrez y las damas, para que se hagan una idea. Mismo tablero, una hilera de fichas por jugador y el objetivo de matarlas a todas. La gracia era cómo se movían, de forma ortogonal, es decir, como se mueve el caballo en el ajedrez.