No me había topado con la obra del prolífico cineasta coreano Hong Sang-soo (Sang-soo Hong si escribimos su nombre al estilo occidental) hasta que vi Hahaha (Ídem, Corea del Sur, 2010), su décimo largometraje, ganador en la sección Una Cierta Mirada en Cannes 2010. Aunque había leído varios textos elogiosos sobre su obra, por angas o por mangas no había podido ver ninguno de sus filmes. Después de haber revisado Hahaha creo que debo empezar a llenar este enorme vacío en el cine coreano contemporáneo.Dos amigos, excompañeros de la universidad, se encuentran en Seúl para echarse unos tragos. Munkyung Jo, (Sang-kyung Kim), profesor y cineasta, acaba de regresar de la pequeña ciudad costera de Tongyeong, en donde se despidió de su madre, pues él está a punto de irse a vivir a Canada. Su camarada, el también profesor Jungshik Bang (Jun-Sang Yu), también estuvo en Tongyeong en esos mismos días aunque, curiosamente, nunca se cruzaron. Por supuesto, de inmediato veremos que ha sucedido todo lo contrario: sin que ellos se dieran cuenta, las vidas de Munkyung y Jungshik estuvieron entrecruzándose una y otra vez en esos días de Tongyeong.La estructura narrativa de Hahaha es muy ingeniosa. La reunión de los dos amigos está mostrada en fotos fijas en blanco y negro, mientras escuchamos la conversación de ellos en off, comentando sus respectivas anécdotas de lo que les sucedió en Tongyeong y brindando ruidosamente con cada gansada que sueltan. Así, contrapunteados por los constantes "¡salud!", pasamos a las historias que vemos en pantalla. Munkyung tiene una relación distante con su pragmática mamá (Yeo-jeong Yoon) que es dueña de un restaurante especializado en sopa de pez globo. De visita en un museo, Munkyung le llaman la atención la bien torneadas piernas de una guía cultural, de quien se sientre atraído. Ni tardo ni perezoso, la busca, la sigue y se da cuenta que la muchacha, Seongok Wang (So-ri Moon), tiene una relación tormentosa con un joven y pretencioso poeta. Mientras Munkyung cuenta su historia, Jungshik la interrumpe para contar la propia: él también estuvo en Tongyeong, invitado por un viejo amigo, un poeta llamado Jeongho (Kang-woo Kim), quien tiene una novia de planta pero que, al mismo tiempo, enamora a una bellísima muchacha, Jeonghwa (Guy-ri Kim), a la que acostumbra ver en un restaurante. La dueña del changarro, por cierto, ve al amigo de Jungshik como si fuera su propio hijo, pues ella dice que su hijo verdadero es un ingrato. Jungshik, por su parte, tiene una amante, Yeonju (Ji-won Ye), a quien ha invitado a pasar unos días con él en Tongyeong. Pronto nos damos cuentas que las dos conversaciones tienen como protagonistas a los mismos personajes: la muchacha que persigue Munkyung es la novia del poeta Jeongho, amigo de Jungshik; la seca mamá biológica de Munkyung es la cariñosa mamá adoptiva del amigo de Jungshik; la muchacha de bonita figura que coquetea con Munkyung es la misma preciosura que es amante de Jeongho, y así sucesivamente. Hong nos demanda algo de complicidad -debemos creer que Munkyung y Jungshik nunca se dan cuenta que están hablando de las mismas personas- pero también estructura el filme de tal forma que parezca verosímil todo lo que estamos viendo. Así, aunque el filme está estructurado en sucesivos flash-backs subjetivos de los dos protagonistas, la realidad es que nosotros, como espectadores, vemos mucho más de lo que ellos cuentan. Más aún: mientras escuchamos la versión de lo que están narrando, nosotros vemos, en pantalla, otra realidad. La diferencia entre lo que ellos comentan y la realidad de lo que realmente ha sucedido, es el motor de la comedia y, también, del patetismo. Estos flahs-backs "tramposos" subjetivos/objetivos no son nada nuevo -hay ejemplos perfectos en El Ciudadano Kane (Welles, 1941) y en la hilarante secuencia "Dignity, always dignity", de Cantando bajo la Lluvia (Kelly y Donen, 1952)- pero Hong los ejecuta con una gracia y seguridad entusiasmantes.En las líneas que escribí hace un par de días, anoté que Hahaha es una cinta de Woody Allen dirigida en Corea. La influencia alleniana en Hong -en esta cinta, aclaro: no conozco el resto de su obra- es obvia. Sus personajes bien podrían haber habitado cualquier cinta alleniana. Por un lado están las criaturas masculinas, un trío de (dizque) intelectuales fracasados -un profesor deprimido, un cineasta que no ha filmado nada, un poeta pretencioso- que no podrían ser más lamentables; por el otro, el trío de personajes femeninos tienen las mismas inseguridades y tanta capacidad de auto-engaño que los hombres con los que comparten sus neurosis. Y si por el lado temático se nota esa influencia, la puesta en imágenes es más alleniana aún. Hong ha construido su película tomando como base una serie de tomas extendidas -41 según mis cuentas- que van desde el minuto de duración hasta los cuatro minutos sin corte alguno. La cámara permanece fija, tomando a los personajes dentro del encuadre funcionalmente para luego proceder a hacer algunos paneos o algún muy preciso zoom para re-encuadrar alguna acción que sucede al fondo o en algunas de las orillas del propio encuadre. El resultado de esta táctica -marca de fábrica de Allen desde mediados de los 80 para acá- es una película tan elegante como ágil, centrada en los vivaces diálogos y en el movimiento corporal de sus actores.Incluso hay una convención narrativa alleniana que se sostiene en todo Hahaha: la reunión alrededor de una mesa en la que hay comida y trago y en donde los personajes cuentan su versión de los acontecimientos que a continuación veremos, como sucede en Broadway Danny Rose (1984), Melinda y Melinda (2004) o Amor y Muerte (2006), entre otras cintas. Y no falta la aparición mágica -en este caso, ensoñada- de un personaje admirado -cierto heroico Almirante Yi- que le sirve a Munkyung como consejero existencial, a la manera de Bogey en Sueños de un Seductor (Ross, 1972). Y algo más: en ese desenlace, aparentemente feliz pero con un claro regusto amargo, uno entiende que los personajes no han aprendido nada de ellos mismos. O, en todo caso, que prefieren engañarse para vivir mejor, pesimista/esceptico dictum alleniano si los hay.Dicho de otra manera: ya que Allen ha viajado por medio mundo haciendo cine -de Gran Bretaña a Italia pasando por España o Francia-, bien podría alguien avisarle que borre de su lista a Corea del Sur. Hong ya se le adelantó y realizó una película que bien podría haber dirigido el cineasta judío-(errante)-neoyorkino. Y una gran película, por cierto.
No me había topado con la obra del prolífico cineasta coreano Hong Sang-soo (Sang-soo Hong si escribimos su nombre al estilo occidental) hasta que vi Hahaha (Ídem, Corea del Sur, 2010), su décimo largometraje, ganador en la sección Una Cierta Mirada en Cannes 2010. Aunque había leído varios textos elogiosos sobre su obra, por angas o por mangas no había podido ver ninguno de sus filmes. Después de haber revisado Hahaha creo que debo empezar a llenar este enorme vacío en el cine coreano contemporáneo.Dos amigos, excompañeros de la universidad, se encuentran en Seúl para echarse unos tragos. Munkyung Jo, (Sang-kyung Kim), profesor y cineasta, acaba de regresar de la pequeña ciudad costera de Tongyeong, en donde se despidió de su madre, pues él está a punto de irse a vivir a Canada. Su camarada, el también profesor Jungshik Bang (Jun-Sang Yu), también estuvo en Tongyeong en esos mismos días aunque, curiosamente, nunca se cruzaron. Por supuesto, de inmediato veremos que ha sucedido todo lo contrario: sin que ellos se dieran cuenta, las vidas de Munkyung y Jungshik estuvieron entrecruzándose una y otra vez en esos días de Tongyeong.La estructura narrativa de Hahaha es muy ingeniosa. La reunión de los dos amigos está mostrada en fotos fijas en blanco y negro, mientras escuchamos la conversación de ellos en off, comentando sus respectivas anécdotas de lo que les sucedió en Tongyeong y brindando ruidosamente con cada gansada que sueltan. Así, contrapunteados por los constantes "¡salud!", pasamos a las historias que vemos en pantalla. Munkyung tiene una relación distante con su pragmática mamá (Yeo-jeong Yoon) que es dueña de un restaurante especializado en sopa de pez globo. De visita en un museo, Munkyung le llaman la atención la bien torneadas piernas de una guía cultural, de quien se sientre atraído. Ni tardo ni perezoso, la busca, la sigue y se da cuenta que la muchacha, Seongok Wang (So-ri Moon), tiene una relación tormentosa con un joven y pretencioso poeta. Mientras Munkyung cuenta su historia, Jungshik la interrumpe para contar la propia: él también estuvo en Tongyeong, invitado por un viejo amigo, un poeta llamado Jeongho (Kang-woo Kim), quien tiene una novia de planta pero que, al mismo tiempo, enamora a una bellísima muchacha, Jeonghwa (Guy-ri Kim), a la que acostumbra ver en un restaurante. La dueña del changarro, por cierto, ve al amigo de Jungshik como si fuera su propio hijo, pues ella dice que su hijo verdadero es un ingrato. Jungshik, por su parte, tiene una amante, Yeonju (Ji-won Ye), a quien ha invitado a pasar unos días con él en Tongyeong. Pronto nos damos cuentas que las dos conversaciones tienen como protagonistas a los mismos personajes: la muchacha que persigue Munkyung es la novia del poeta Jeongho, amigo de Jungshik; la seca mamá biológica de Munkyung es la cariñosa mamá adoptiva del amigo de Jungshik; la muchacha de bonita figura que coquetea con Munkyung es la misma preciosura que es amante de Jeongho, y así sucesivamente. Hong nos demanda algo de complicidad -debemos creer que Munkyung y Jungshik nunca se dan cuenta que están hablando de las mismas personas- pero también estructura el filme de tal forma que parezca verosímil todo lo que estamos viendo. Así, aunque el filme está estructurado en sucesivos flash-backs subjetivos de los dos protagonistas, la realidad es que nosotros, como espectadores, vemos mucho más de lo que ellos cuentan. Más aún: mientras escuchamos la versión de lo que están narrando, nosotros vemos, en pantalla, otra realidad. La diferencia entre lo que ellos comentan y la realidad de lo que realmente ha sucedido, es el motor de la comedia y, también, del patetismo. Estos flahs-backs "tramposos" subjetivos/objetivos no son nada nuevo -hay ejemplos perfectos en El Ciudadano Kane (Welles, 1941) y en la hilarante secuencia "Dignity, always dignity", de Cantando bajo la Lluvia (Kelly y Donen, 1952)- pero Hong los ejecuta con una gracia y seguridad entusiasmantes.En las líneas que escribí hace un par de días, anoté que Hahaha es una cinta de Woody Allen dirigida en Corea. La influencia alleniana en Hong -en esta cinta, aclaro: no conozco el resto de su obra- es obvia. Sus personajes bien podrían haber habitado cualquier cinta alleniana. Por un lado están las criaturas masculinas, un trío de (dizque) intelectuales fracasados -un profesor deprimido, un cineasta que no ha filmado nada, un poeta pretencioso- que no podrían ser más lamentables; por el otro, el trío de personajes femeninos tienen las mismas inseguridades y tanta capacidad de auto-engaño que los hombres con los que comparten sus neurosis. Y si por el lado temático se nota esa influencia, la puesta en imágenes es más alleniana aún. Hong ha construido su película tomando como base una serie de tomas extendidas -41 según mis cuentas- que van desde el minuto de duración hasta los cuatro minutos sin corte alguno. La cámara permanece fija, tomando a los personajes dentro del encuadre funcionalmente para luego proceder a hacer algunos paneos o algún muy preciso zoom para re-encuadrar alguna acción que sucede al fondo o en algunas de las orillas del propio encuadre. El resultado de esta táctica -marca de fábrica de Allen desde mediados de los 80 para acá- es una película tan elegante como ágil, centrada en los vivaces diálogos y en el movimiento corporal de sus actores.Incluso hay una convención narrativa alleniana que se sostiene en todo Hahaha: la reunión alrededor de una mesa en la que hay comida y trago y en donde los personajes cuentan su versión de los acontecimientos que a continuación veremos, como sucede en Broadway Danny Rose (1984), Melinda y Melinda (2004) o Amor y Muerte (2006), entre otras cintas. Y no falta la aparición mágica -en este caso, ensoñada- de un personaje admirado -cierto heroico Almirante Yi- que le sirve a Munkyung como consejero existencial, a la manera de Bogey en Sueños de un Seductor (Ross, 1972). Y algo más: en ese desenlace, aparentemente feliz pero con un claro regusto amargo, uno entiende que los personajes no han aprendido nada de ellos mismos. O, en todo caso, que prefieren engañarse para vivir mejor, pesimista/esceptico dictum alleniano si los hay.Dicho de otra manera: ya que Allen ha viajado por medio mundo haciendo cine -de Gran Bretaña a Italia pasando por España o Francia-, bien podría alguien avisarle que borre de su lista a Corea del Sur. Hong ya se le adelantó y realizó una película que bien podría haber dirigido el cineasta judío-(errante)-neoyorkino. Y una gran película, por cierto.