Haití, el desastre recurrente

Publicado el 04 septiembre 2012 por Lparmino @lparmino

Palacio presidencial en Puerto Príncipe
Fotografía: US Navy - Fuente

El hecho geográfico puede convertirse en factor determinante que caracterice el desarrollo histórico, social, político y/o económico de un país. Es una de las ideas esgrimidas por Mariana Foglia, quien insiste en la propensión de Haití “a sufrir este tipo de desastres por su ubicación en zonas tropicales” (en “Haití: entre terremotos naturales y no tanto”, Opinión CIDOB, nº60, del 11 de febrero de 2012).Sin embargo, y seguimos tomando en consideración las reflexiones ya no sólo de Mariana Foglia, sino de otros muchos investigadores y analistas, la capacidad destructiva de la naturaleza puede verse potenciada por la situación socio – económica de la región afectada. No es necesario insistir en que no son igual de destructivos los efectos de un terremoto en un país desarrollado, incluso de una escala mayor al sufrido por Haití el 12 de enero de 2010, que la destrucción y el caos que una catástrofe de origen natural puede sembrar en un país que no dispone, por ejemplo, de unas infraestructuras adecuadas. Y en Haití, llovía precisamente sobre mojado, muy mojado.

Después del terremoto, las calles de Puerto Príncipe, Haití
Fotografía: 
Marcello Casal Jr/ABr - Fuente

En poco más de medio minuto todo un país sucumbió. El 12 de enero de 2010 un terremoto de 7’3 grados en la escala Richter asolaba la capital de Haití, Puerto Príncipe. Los principales edificios administrativos se vieron gravemente dañados: de diecisiete sedes ministeriales, quince quedaron reducidas a escombros; la sede presidencial quedó gravemente afectada; incluso, noventa y seis soldados de las fuerzas de la Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en Haití (MINUSTAH) murieron a consecuencias del seísmo. Uno de los países más pobres del continente americano veía como todas sus estructuras, ya de por si precarias, desaparecían y se convertían en los restos de uno de los estados más frágiles del mundo. El saldo ofrecido era aterrador: según las cifras ofrecidas por el Gobierno, se estiman los muertos en doscientos treinta y mil mientras que habría cerca de trescientos mil heridos; aunque, como se preguntaba Pablo Ordaz, cómo ofrecer una cifra exacta y real de las víctimas cuando las autoridades del país no tienen ni siquiera la capacidad para ofrecer este tipo de datos (“Haití ya no existe”, publicado en El País el 16 de enero de 2010).

Tropas brasileñas de la MINUSTAH
Fotografía:
 Ricardo Stuckert/PR - Fuente

Ningún gobierno, ninguna organización administrativa, está capacitado para hacer frente a un desastre de estas características. Sin embargo, en Haití se conjuntaron todos los factores necesarios que convirtieron esta catástrofe es un cataclismo desmesurado. Poco después del temblor que borró del mapa al pequeño Estado caribeño, Alberto D. Prieto escribía en su artículo “Un Estado débil y un país miserable”, publicado por El Mundo el 13 de enero de 2012, que “Las catástrofes siempre son más graves para los miserables”. La historia se había cebado especialmente con el pequeño país, el primero en adquirir la independencia en el continente americano tras los EE.UU. en el año 1804 y el primero en abolir la esclavitud. Su historia se tiñó de dictaduras, golpes, asonadas y gestiones pésimas que convirtieron a la antigua colonia, una de las más productivas de todos los territorios controlados por Francia, en uno de los puntos más conflictivos, pobres, violentos y desequilibrados de toda América que hizo necesaria la presencia de fuerzas armadas de la ONU. Sin embargo, los tímidos avances en dirección de una progresiva democratización y un más que imperceptible crecimiento económico quedaron truncados aquel 12 de enero de 2010.

Soldados de EE.UU. llegan a Haití
Fotografía: 
Sgt. Chad Chisholm, U.S. Air ForceFuente 

Amélie Gauthier analiza la respuesta internacional ante la grave crisis originada a principios del año 2010 (“Haití: geopolítica revuelta después del terremoto”, en ARI58/2010, del 25 de marzo de 2010). Así, frente la oportunidad de poner en juego las potencialidades de los países latinoamericanos, con Brasil, Argentina y Chile a la cabeza, se pone en tela de juicio el oportunismo estadounidense, con veinte mil marines de por medio, y el francés, con visita incluida del mediático presidente Sarkozy dispuesto a entonar el “mea culpa” por los excesos del histórico colonialismo galo. Lo cierto, según testimonian todas las crónicas y los reporteros presentes en la capital haitiana a las pocas horas del terremoto, fue que la ayuda internacional era puntual, pero, sobre todo, descoordinada y poco efectiva. Fueron muchas las voces que abogaban por aprender de los errores cometidos en Puerto Príncipe y la necesidad de articular nuevos mecanismos de cooperación internacional ante crisis humanitarias. El pasado 13 de julio de 2012 la ONU alertaba del deterioro de la situación social en Haití (El Mundo). El número de emigrantes que arriesgaban sus vidas para salir del país crecía considerablemente, mientras la violencia se incrementaba y persistía un brote de cólera que habría provocado en torno a seis mil muertos y del que se llegó a responsabilizar a los soldados nepalíes de la MINUSTAH. Sólo se han retirado el veinte por ciento de los escombros que asolaron la capital Puerto Príncipe. El terremoto truncó toda esperanza para un país llamado a la tragedia mientras que la comunidad internacional parecía entrever las posibilidades geoestratégicas del drama.Luis Pérez Armiño