Como cada año llegadas estas fechas, Teresa Cameselle nos convoca a participar en su blog con un relato de "terror-pavor". Si queréis disfrutar pasando miedo de verdad con todas las colaboraciones pinchad AQUÍ
Yo participo con este relato titulado LOS CHICOS DEL MAÍZ como homenaje a mi admirado Stephen King.
Hay un niño sentado en una gran piedra situada a la entrada del sendero que lleva a la casa. Lleva un traje negro con camisa blanca que resulta anacrónico. Es un niño muy guapo, de piel blanquísima y pelo negro. Me extraña verlo allí porque según la agencia, la casa está sola en varios kilómetros a la redonda, por eso mismo la escogí para terminar mi novela. No veo ningún coche alrededor. A la derecha y a la izquierda del sendero se extienden grandes campos de maíz que se mecen al compás del ligero viento. Detengo el coche a la altura del chiquillo que no tendrá más de siete años. Le pregunto que si está solo y necesita ayuda a lo que responde, con una sonrisa enigmática y clavando sus profundos ojos azules en mí, que está esperando a sus hermanos. Desconcertada por su mirada, continúo hasta la casa, aparco y voy sacando el equipaje y las provisiones para un mes. Al cabo de un rato, mi pensamiento vuelve al niño y miro por la ventana para ver si continúa sentado en la piedra. Respiro aliviada cuando veo que ya no está. Unos minutos después llaman a la puerta. Es él. ¿Me invitas a pasar a tu casa?, me dice. Asiento con la cabeza y cruza el umbral muy despacio, como si fuera un ritual. ¿Me das un vaso de agua? Voy a buscarlo a la cocina y cuando vuelvo el niño ha desaparecido. Un escalofrío recorre mi cuerpo, la temperatura ha descendido bruscamente y el vaho sale de mi boca con cada exhalación. Salgo al calor externo y rodeo la casa. El niño no está. El sol se está ocultando por el horizonte, la suave brisa se ha transformado en un viento desagradable, fuerte y frío. Estoy agotada, me preparo una sopa caliente y me voy a dormir. Caigo en un sueño profundo al instante. Me despierto sin motivo aparente y miro a la ventana. La cara de una niña rubia se pega al cristal y sus manos lo arañan produciendo un agudo chirrido. Al momento otras caras angelicales con expresión hambrienta se suman a la primera. Sus caninos sobresalen de sus labios contraídos en una horrible mueca. La visión es espeluznante. Sus ojos miran algo que hay detrás de mí. Horrorizada vuelvo la cabeza hacia atrás y allí está él, con su traje negro y una expresión triunfante.
¡Entrad hermanos, y demos gracias a nuestra anfitriona por el alimento que nos va a ofrecer!
Por si alguien se queda con ganas de más, dejo el enlace al blog Letra Digital Uruguay de nuestro amigo Luis Bernardo Rodríguez que en Octubre ha estado dedicado al terror y donde yo he participado con un relato titulado MISTERIOS DOLOROSOS