American Horror Story tiene a una vieja mansión como protagonista, con la particularidad (previsible) de que por ella pululan los fantasmas de aquellos que han sido asesinados en sus amplias habitaciones a lo largo de décadas. De forma que, cuando el matrimonio en crisis formado por Dylan McDermott y Connie Britton llega a la casa, digamos que no están todo lo solos que a uno le gustaría estar cuando se compra una mansión. La realidad es vista con distintos ojos por cada uno de los habitantes vivos, mientras el resto, los muertos, tratan de encontrar su sitio en el inframundo.
Alguien ha definido American Horror Story como una mezcla entre una película de terror y un videoclip de Nine Inch Nails. Acertada descripción. Quizás le sobra algo de autocomplacencia en su intento por crear una propuesta diferente, aunque no termine siendo especialmente novedosa. Quizás le falta ajustar con claridad sus tramas secundarias, tratando de eliminar cierta confusión que actualmente juega en su contra. Pero su mezcla de terror bizarro, oscuro y grotesco la convierten en una serie que acaba dejándote con ganas de más al final de cada episodio. Aunque no te hayas enterado una mierda de lo que te han contado.