Ya no le tenemos miedo a los cementerios, ni a los santos o muertos de celebrar, ni mucho menos a los bichos nocturnos de Halloween. Ahora da mucho más miedo la situación de desgracia económica y crisis desmesurada en la que estamos inmersos.
Y no es que nos dé miedo, es que nos da terror, pavor absoluto, porque nuestros salvadores, nuestros políticos, forman parte inconfundible de la fiesta. No son salvadores, sino los peores monstruos, los protagonistas de nuestra pesadilla económica.
Nos atraen como a Hánsel y Grétel a su casa de chocolate, para endosarnos luego la doblada, por cuatro partes, sin vaselina ni nada, y hasta el fondo. Les votamos sin miedo, con fiesta y jolgorio, para luego darnos cuenta de la mentira, y saber que vamos a ser comidos por la bruja, previo asarnos, como a pavos (o a primos, que es lo que somos) en los hornos del fracaso político y, sobretodo, social.
Vale. Que el PP es popular, no socialista, pero coño, que gobiernan para el pueblo, teóricamente.
Circo de monstruos
Para qué vamos a celebrar Halloween, si tenemos todo el año nuestra fiesta particular, con nuestros personajes particulares, cada uno a su trabajo, como los locos, cada uno con su tema.
Rajoi es el hombre lobo indiscutible. En las noches de luna llena, antes de aullar a la luna alemana, se transforma en el político implacable, en el anuncio de los recortes. Nos da miedo ya desde el día de antes, cuando sabemos, jueves sí y jueves no, que va a llegar para sablarnos con más imprudencias políticas.
Pero es un hombre lobo especial, con su barba, con su "mire usté", con su niña (que se la debió comer, porque no ha vuelto a aparecer después de su elección), y con tijeras en vez de garras, para recortarnos sin piedad los derechos que hagan falta.
Luego está nuestro vampiro, calvo, de ojeras sospechosas, bebedor de la sangre de la educación en nuestro país. Le gustan los ambientes oscuros, antiguos, pues en ese ámbito encamina sus políticas. Y sin embargo aboga por la religión, debe ser para disimular cuando se disfraza de persona, pues ya se sabe de siempre que los vampiros no son mucho de rezar.
Tenemos también fantasmas, como Báñez, que van buscando desesperada concluír en muerte lo que no pudo en vida: hacer aparecer esos brotes verdes, que ya anunció su oposición cuando gobernaba, y que ahora vé ella de la misma manera. Y es que ya sabemos que los fantasmas sólo buscan cumplir el por qué de su fracaso.
Pero no es la única alma en pena, pues ahí tenemos a Gallardón, que en vida fue alcalde, y no fue malo del todo, pero ahora, como espíritu de la justicia, no hace más que atravesar paredes y puertas, sin abrirlas, arrastrando sus cadenas y avisando a las víctimas de terrorismo de su llegada. A quien más asusta es a los jueces de bien, que sólo con ver su sábana con ojos negros, ya tiemblan de pavor, temiendo por su puesto de trabajo.
Ahí tenemos, cómo no, a los duendes de la economía y de Hacienda, respectivamente: de Guindos y Montoro, que nos esperan al final del arco iris con sus calderos llenos de monedas de oro. Pero ya se sabe, que el final del arco iris no existe, y que de existir, al final esas monedas de oro no son tales, sino chocolatinas envueltas en papel dorado. O sea, otro fraude más.
Reformas, reformas y más reformas
Pero lo que más miedo da, lo que nos acojona a todos de forma especial, es el concepto equivocado de reforma que quieren vendernos, estos monstruos de nuestro país. Si de siempre una reforma es un cambio preparado para mejorar el objeto de la reforma, en nuestro caso no es más que un recorte al pobre para beneficiar al rico.
Hay varios ejemplos, pero yo creo que el más representativo es el de la reforma laboral. En lugar de facilitar la contratación, facilitamos el despido, así al empresario, que es el rico, le sale más barato despedir, quitando el dinero al pobre, y derechos, aumentando la desigualdad existente entre la riqueza y la pobreza.
Es lo que tiene tener políticos que se pasaban las clases en el patio fumando porros. O, en nuestro caso particular y estacional, tener como casta política a la Familia Adams.
Otra de reformas
Para mejorar el ambiente festivo de Halloween, nada como llenarlo todo de telarañas, empezando por las de la reforma fiscal, en la que se iban a clavar tasas a las grandes fortunas, para recaudar algo para las arcas del estado, y hacer frente a un déficit que ya se nos escapa de las manos.
En lugar de eso, creamos un sistema de amnistía fiscal, para que el blanqueo de dinero sea legal. Ya puestos podrían hacer legal también cosas como, no sé, la venta de droga, o la prostitución callejera, el robo de bancos (por darle la vuelta al asunto), el asesinato y las mafias.
Arañas, lechuzas y murciélagos
Todos animales nocturnos, algunos al menos. ¿Qué pasa con esa fuga de capitales? La hacemos de noche, por eso de que los paraísos fiscales no tienen cambio de hora, y están en otra franja horaria. Los guiamos con calabazas recortadas, con una velita dentro, para que no se pierdan.
Nos hacemos amigos de la banca suiza, de las Islas Caimán, y de las Seichelles, ofreciendo viajes baraticos, para que puedan llevarse el dinero hasta en metálico si quieren. Pero ahora no pueden hacer nada. Nuestros políticos y responsables económicos están ocupados poniéndose sus disfraces, y llenando sus bolsillos de caramelos. Para dar ambiente, nada más.
Y aún se quejan de que la gente saque la pasta de los bancos, y de la fuga de capitales producida, que no van a blanquear porque de todas formas pierden en el blanqueo, así que para qué.
Trato o truco
Nuestro niños funcionan al revés que en otros países, así somos. En vez de pedir trato o truco, nuestros monstruos se lo ofrecen a ellos. Y luego encima nunca es trato, siempre es truco. Nos dan el caramelo del rescate, creyendo que lo vamos a chupar nosotros, los niños, los ciudadanos, y nos vamos tan contentos a casa.
Cuando llegamos, para disfrutar de los dulces, resulta que el otro monstruo, el cómplice, nos los ha quitado por el camino: los bancos nos los han robado. Pero el dolor de estómago lo tenemos igual.
El hombre del saco
No podía faltar. Aunque es un invitado de última hora: el banco malo. Viene con su saco lleno de pisos, que los bancos buenos le van a meter, para endosárselos a esas grandes fortunas, esas que siguen blanqueando como siempre, las de los paraísos fiscales, que son los únicos que van a tener dinero para comprarlos, y generar ese 1% anual (o 15% en 15 años), y sanear así las cuentas de sus amiguitos, los bancos buenos.
Y esta es nuestra fiesta particular de Halloween. Niños, disfrutadla o padecedla. Al fin y al cabo ni en eso podemos decidir.