Hamburgo: Merkel prueba su propia medicina

Publicado el 14 enero 2014 por Albilores @Otracorriente

Hamburgo se ha convertido en ya en un problema que lleva camino de poner en jaque a la canciller alemana Angela Merkel ya que está suponiendo una seria oposición a su mandato y a su política. El levantamiento de los grupos de izquierda de la ciudad se ha producido por el desalojo del Centro Social Ocupado Rote Flora y ha rompe la supuesta placidez social en que vivía la Alemania de Merkel.

El Centro Social es un antiguo teatro abandonado que fue ocupado en 1989 por la izquierda autónoma alemana, convirtiéndose desde ese momento en uno de los centros culturales y sociales más importantes de la ciudad de Hamburgo en torno al cual gira gran parte de la actividad política de la izquierda contraria a las políticas de austeridad.

En 2001 el ayuntamiento de Hamburgo vendió el inmueble a un inversor inmobiliario que pretende derribarlo para construir viviendas, en un proceso que es vivo reflejo de lo que ocurre con espacios similares en nuestro país. El 20 de diciembre pasado cumplía el plazo para su desalojo y al día siguiente se celebró una manifestación autorizada para protestar por el inminente desalojo y la creciente especulación inmobiliaria en la ciudad. La manifestación, que congregó a más de 10.000 personas, fue atacada por la Policía. Este ataque policial provocó la contestación de los manifestantes que, indignados, se encararon con las fuerzas policiales. El resultado fueron más de 500 manifestantes heridos y unos 160 policías con contusiones.

Una semana después de producirse estos hechos, la policía ha tratado de justificarlos alegando que  se trata de grupos antisistema con el fin de justificarse y para deslegitimar las protestas -exactamente igual que hace el gobierno de Rajoy-

La fuerte represión y la crispación social acumulada en la Alemania merkeliana ha dado paso a protestas espontáneas que han sido aprovechadas por las autoridades para declarar Hamburgo como “zona de peligro”, una declaración que conlleva la suspensión de los derechos fundamentales de los ciudadanos que pueden ser identificados aleatoriamente, detenidos sin causa alguna y que ampara los registros policiales sin intervención judicial. Se trata, en la práctica, de la implantación del estado de excepción, algo que no ocurría en Alemania desde el final de la guerra. Aquí en España se ha llegado más lejos gracias a la implantación de la ley antiprotesta.

En realidad lo que subyace a esta estallido no es otra cosa que el hastío y la indignación de muchos ciudadanos de Hamburgo y otros muchos de toda Alemania por la política de austeridad y recortes sociales que se está llevando a cabo desde que estalló la crisis, pues, en Alemania tampoco es oro todo lo que reluce y hay grupos sociales que también tienen serios problemas a causa de la presión económica que ejerce la política de Merkel a favor de los poderes económicos.

La creciente precarización que sufren grandes capas de población en Alemania -en el caso de Hamburgo se suma además una voraz especulación inmobiliaria que está expulsando de sus viviendas a numerosas personas- encuentra, salvando las distancias, bastantes similitudes con lo que se está produciendo en las barriadas populares de Madrid, donde la presión inmobiliaria y fiscal hace que la vivienda sea inaccesible para la mayoría de la población.

Por ello, la revuelta social de Hamburgo pone en evidencia la práctica política del gobierno alemán, quien teme que se produzca un efecto llamada y se extienda a otras partes del país teutón; pero no sólo tiene en alerta al gobierno de Merkel, el resto de Europa mira con inquietud estas protestas ya que se teme que se puedan extender a otros países en los que la misma política está dejando sin alternativa a muchos ciudadanos. Esta es la causa principal de que los medios de comunicación mayoritarios hayan pasado de puntillas sobre la noticia y apenas haya un puñado de artículos en medios alternativos, sobre todo a través de la red.

A pesar de todo no se ha podido evitar que otras ciudades también se hayan hartado de las imposiciones de los gobiernos tanto local como estatal y hayan protagonizado estallidos sociales similares. Nos referimos a las  batallas campales que se están produciendo en la hasta ahora tranquila ciudad de Burgos –cuyo inicio también tiene un caso semejante de especulación inmobiliaria- o Melilla, de la que apenas se ha hablado.

Puede que estas protestas no acaben en nada, o puede que lo de Hamburgo desencadene un efecto dominó que desemboque en un levantamiento popular contra el sistema, que no ha hecho otra cosa que apretar y exprimir a los ciudadanos hasta dejarlos sin alternativa. Veremos lo que ocurre, pero lo que sí es cierto es que si un gobierno no cumple con los ciudadanos, los ciudadanos podrían preguntarse por qué deberían cumplir ellos con el gobierno.