Hamilton: an american musical

Por Siempreenmedio @Siempreblog

Soy un hombre de naturaleza obsesiva. Cuando encuentro algo que realmente me emociona, leo sobre ello, lo escucho en bucle, lo veo una y otra vez, debato y posteo compulsivamente en todas mis redes sociales. Hace poco me pasó con Parasite. O con el último disco de C. Tangana. En definitiva, soy un puñetero coñazo.

Y por eso he venido aquí a hablarles de mi último flechazo. Había escuchado hablar mucho de él, un colega ya me había advertido que me iba a volar la cabeza. Cuando estuvimos en Nueva York, hace un par de Navidades, miramos entradas en Broadway para ir a verlo, pero las que quedaban no bajaban de 1200 dólares. Sin palabras. Hace una semana lo encontré en Disney (con subtítulos en castellano, no sufran) y ¡boom!, los sesos me saltaron por los aires.

"Hamilton" es un musical sobre la vida de Alexander Hamilton, uno de los padres fundadores de los Estados Unidos, que luchó en la guerra de Independencia, fue ponente de la Constitución, Secretario del Tesoro, creó el sistema financiero nacional y también fundó el New York Post. Le dio tiempo a hacer muchas cosas. Pues bien, el compositor y actor Lin-Manuel Miranda se leyó una biografía suya y escribió un musical. ¿Una idea muy loca? Sí, eso parecía al principio. La obra cuenta cómo Hamilton pasó de ser un inmigrante de la isla de San Cristóbal y Nieves, hijo ilegítimo de un señor que lo abandonó y de una madre que era prostituta y que murió cuando él era muy joven, a una figura clave de la historia norteamericana.

Lo que no me gusta del musical: que está contado en clave de hazaña. Es decir, este tipo, un prócer, un prohombre, luchó incansablemente por sus ideas, con la idea de dejar un legado. Antepuso el país a su familia (le fue infiel a su mujer y publicó su affaire en un libro para no manchar su reputación política) y siempre se repite que fue un inmigrante y que gracias a su trabajo duro alcanzó las metas. Vamos, la milonga liberal de que todos los hombres tienen la oportunidad de prosperar y tener éxito para lograr un ascenso social si se lo proponen. Obama tiene varios videos poniendo este musical por las nubes, porque "encarna los valores fundamentales norteamericanos, lo que se quiere se puede tener". Spoiler alert, Barack: no es cierto.

¿Y entonces por qué me enloque tanto? Porque es una de las mejores obras musicales que he escuchado en años. Porque Lin-Manuel Miranda, que ya había compuesto otros musicales, utiliza el rap como género vertebrador, porque cada personaje tiene su leitmotif, vamos, que cada personaje tiene asociada un frase musical o una melodía (como hacía Wagner con sus óperas), y porque la calidad de las letras es asombrosa, porque rapea sobre el amor, la muerte, la fidelidad, los ideales y el sistema bancario nacional.

Hamilton ha ganado once Tony, un Grammy a mejor musical, un Pulitzer a mejor rama y siete premios Drama Desk, ¿Y saben qué? Pocos me parecen.

Me acompaña a todas horas, lo canto en la cocina y en el coche, lo bailo en la ducha y en el salón. Es puro ritmo y fantasía.

Así que ahora, sin tener un duro y siendo más pobre que las ratas (aunque haya intentado prosperar, no lo he conseguido, Hamilton no estaría orgulloso de mí) busco compulsivamente viajes a Londres que no puedo pagar, y entradas al musical que no me puedo permitir (se encuentran desde 75 libras). En lo único que me voy a parecer a Hamilton es que no voy a desfallecer en mi sueño de ir a verlo en vivo. Y que cuando se me presente la oportunidad "I am not throwing away my shot".

Disfrútenlo.