Han caído los dos, cantaba Radio Futura hace unos años, y sin duda era una profecía porque han caído a pares desde el 2007 al presente. ¿Cuanto decían que valían en ese años las cajas de ahorros ahora en quiebra, escondidas y volatilizadas?, ¿y sus constructoras amigas y participadas?, ¿y las inmobiliarias que de ellas colgaban?, ¿y las fastuosas promotoras dispuestas a promover que se construyeran ciudades en la nada y sin nada más que cascarones de edificios?, ¿y las tasadoras en propiedad de las mismas cajas que soplaban y soplaban inflando la burbuja que al estallar volatilizó la estafa piramidal del ladrillo español?. Porque ahora todo eso no es que no valga nada, es que es un agujero de decenas de miles de millones de euros que los ciudadanos, que nunca tuvieron nada que ver en sus delirantes (y delictivas) actuaciones, deben pagar porque las generosas (con ellos mismos) autoridades así lo han ordenado diciendo que lo manda una señora que vive en Alemania de la que ellos se presentan como meros chicos de los recados. Unos mandados que cobran demasiado para ser simples chicos de los recados. Cayeron los dos, las cajas y sus negocios inmobiliarios. Si trabajan para una señora alemana, que les pague la señora que es su jefa, no los que según ellos no lo son.
Y cayeron los que perdieron el empleo, y por desidia e incompetencia de quienes presuntamente se dedicaban a gestionar las demandas de empleo, acabaron por perder derecho a prestación alguna. Todos esos manifiestamente embargables por tratarles como si no quisieran pagar las deudas cuando es que no pueden hacerlo por carecer de ingresos. Seguro que todos ellos aplauden que se gasten un par de millones de euros en hacer el payaso dando un discurso con el tono propio de quien habla a niños pequeños, nada menos que a los muy estirados y bien trajeados señores del COI, que siendo tratados como si fueran tontos dieron la patada en el trasero correspondiente a quien así los trataba. Pelillos a la mar, dinero perdido, ¡que se le va a hacer!, dicen las gorronas y extractivas autoridades ibéricas de bellota; aceituna comida, hueso tirado, dicen los muy caraduras. Pero cayeron a la vez todos los que creyeron que se hacían ricos por contraer una deuda de por vida, porque las autoridades les decían que no había burbuja, que eso era pura riqueza, que los precios se multiplicarían eternamente y sólo podían subir, por lo que ellos sólo podían ganar. Pues han caído los dos.
Ahora dicen que la vivienda usada en Madrid, capital de la burbuja y el delirio olimpista de gorra y con todos los gastos pagados por los ciudadanos, ha caído desde 2007 un 60%. Malos son los españoles para los porcentajes como al parecer lo son para el inglés siempre que aprendan ambas cosas en España, porque fuera aprenden rápidamente por la cuenta que les trae. Se ve que el fracaso escolar es transversal e intergeneracional, y a cuenta de creerse que en España el más tonto hace relojes de madera y funcionan, ninguno aprendió a hacer reloj alguno jamás, pues ya los hacían los suizos al parecer. Submarinos hacen igual que los relojes imaginarios, se sumergen pero no flotan. El sesenta por ciento se puede llamar también dos tercios. Lo que en 2007 se decía que valía 300 ahora ya va por 100. Y nadie compra, porque calculan que aún le queda por caer. Pues como caiga otro tercio el precio se va a quedar en el que había antes de la burbuja. Como los salarios que pasaron de cien mil pesetas a seiscientos euros, no los que pasaron de cien mil a mil, como las relaxing cup of café con leche in the Plaza Mayor, que de unas abusivas 400 pesetas pasaron a costar los 4 euros, que no lo valen. No hay problema si el que paga lo hace con el dinero que le sangra a los demás. Una cup de café con leche extractiva pura. Feudalismo medieval in the Plaza Mayor.
Han caído los dos, los que perdieron empleo e ingresos y los que los conservaron por no poder ser despedidos. Los primeros se quedaron sin nada excepto la deuda vitalicia, los segundos deben seguir pagando por lo que no vale más que un tercio de lo que se creyeron, por ahora. Los unos andan abatidos y los otros rabiosos. No es para menos, pues el que compró por 300 firmó unos intereses del 2,5 por 20 años, y otros del 2 por 25, que se ponga como se ponga da 50. Y la mitad de 300 son 150, así que el que se creyó el cuento debe pagar 450 por algo que si lo vendiese ahora mismo tendría que hacerlo por 100. Buen negocio, es normal que estén rabiosos aunque traten de disimularlo. De algún sitio tendrán que tratar de sacar los 350 de pérdidas ocasionadas por su brillante apuesta inmobiliaria, aunque sea asaltando tumbas. Si alguien les engañó deberían pedir explicaciones a quien lo hizo, porque el resto no tienen la culpa de su temeridad inversora. Ahora hay dos bandos uno enfrente del otro, los que todo lo perdieron y los que todo lo perderán porque no pueden dejar de pagar, pues en su caso, con ingresos suficientes sería verdadera morosidad del que pudiendo pagar sus deudas decide no hacerlo. Eso se creen ellos, porque en realidad, han caído los dos.