Lo primero suyo que vi, cuando era universitario, fue Funny Games. Me conmocionó y con ella descubrí que había alguien haciendo un cine de horror 'diferente'. Posteriormente, con La pianista, supe que había muchas formas de desasosegar al espectador, y que ese austríaco lo hacía de maravilla. Y con La cinta blanca supe que el mundo de la mentira, de la rabia y de los monstruos de la infancia podía presentarse con una belleza casi hipnótica en una pantalla.
Sobre la maravillosa Amor hablé en el post anterior. ¿Qué más decir...?
Hoy se ha premiado a un cineasta que sabe explorar como nadie en las miserias humanas y en la corrupción, que saca de lo cotidiano lo más perverso y nos muestra como somos... o podríamos llegar a ser.