‘Happiness’ – Hiperrealista infelicidad americana

Publicado el 30 mayo 2011 por Cinefagos


Coetánea de la crítica, irónica, sarcástica y magnífica ‘American Beauty’, ‘Happiness’ es una provocadora comedia agridulce centrada también en la crítica al sueño americano pero mucho más dura, desagradable y oscura que la de Sam Mendes, razón por la que, a pesar de los aplausos y el reconocimiento de la crítica internacional, no fue bien recibida por el público de Estados Unidos (cosa que pasa frecuentemente con este tipo de películas anti-patrióticas). Sus más fervientes detractores no ven en esta oscura sátira de Todd Solondz una reflexión sobre las vidas y el punto de vista extremo de sus personajes, sino una burla hacia ellos ridiculizándolos en un ataque despreciable y gratuito, tachando incluso al director de depravado sexual, trastornado, drogadicto, etc. (posteriormente Solondz parodiaría estas críticas en su película ‘Storytelling’).

”Happiness’ se estructura en las vidas entrelazadas de sus protagonistas, todos personajes patéticos e inadaptados (característica de todas las películas del director), unidas por profundos diálogos entre ellas. Sus historias se basan, en su gran mayoría, en situaciones extremas y humillantes donde el comportamiento y las reacciones de los personajes se llevan hasta el extremo. Es entonces donde entran en contacto todos sus conflictos y donde todos evolucionan de forma drástica.

Las historias de cada uno de ellos empiezan a contarse desde la mitad, en medio del conflicto (in medias res), por lo que el espectador tiene que imaginarse todo lo demás (cómo llegaron hasta ahí), mecanismo por el que empatizan con los personajes y los interiorizan. De esta insinuante forma, la asimilación y aceptación de personajes extremos, como pervertidos sexuales, asesinos o pederastas, se hace más fácil y el seguimiento de su evolución resulta más interesante. Esta forma de presentar todos los actos de la obra se contrapone con su narración lenta y contemplativa (muy acertada porque permite una mayor comprensión y asimilación del subtexto, parte fundamental de la obra) y compensa de algún modo la imperfecta dirección (pese a un estilo visual brillante y muy personal) o la pequeña falta de ritmo de algunas historias (por ejemplo la de la pareja de abuelos).

Joy es una treintañera amargada a quien todo le sale mal y que no es capaz de adaptarse a ningún modelo de vida exitoso: fracasa en todo lo que intenta hacer. Sin embargo, sus dos hermanas son –supuestamente– triunfadoras y personas realizadas, al igual que –de nuevo supuestamente– sus padres, y toda su familia parece vivir el sueño americano. A lo largo de la película se descubre que tras esas fachadas de felicidad se esconde una realidad totalmente diferente; sus padres se separan de forma vergonzosa, su hermana escritora odia su vida porque está basada en el materialismo y la superficialidad, y su otra hermana tiene un marido pederasta. Contrastando con este grupo de personajes que buscan representar los ideales establecidos pero que en el fondo no son más que basura existe también otro grupo diferente de personajes, frikis, totalmente inadaptados, que ni buscan ni quieren buscar ese ideal de vida americana. Viven una vida patética, aburrida y solitaria, y se conforman con eso.

Existen por lo tanto dos tipos de personajes en la película, dos modos de ver la vida totalmente opuestos (que rodean a Joy constantemente y entre los que se mueve de forma oscilante). Podrían clasificarse en los que luchan e intentan realizarse buscando el sueño americano y los que aceptan su patética vida tal y como es. Sin embargo es curioso cómo, a lo largo de la película, Solondz se encarga de humillar y despedazar la felicidad de los personajes “modélicos” del primer grupo y redimir –hasta cierto punto– a los personajes patéticos del segundo. La visión de los dos mundos por parte de Joy convierte a ese personaje en una especie de narrador de la película, víctima de las circunstancias que le ha tocado vivir.

La estética de la película destaca por tener un tono pasteloso y característico que crea una sensación de hermetismo, un mundo extraño donde los personajes están atrapados; ese aspecto no-realista crea un alejamiento en el espectador que juega en favor de la comicidad.

La composición de la banda sonora también juega un papel fundamental en el tono discursivo; es irónica y está cargada de crítica y humor negro, con mucho peso en las escenas más dramáticas (donde la música parece sacada de una película de Walt Disney).

Por otro lado, hay que destacar el magnífico guión de la película, con diferencia su mayor virtud. La descripción de cada uno de los personajes es inmensamente rica y la complejidad de todos sus sentimientos con relación a los demás es muy profunda y realista. Los controvertidos temas que se tocan en cada una de las secuencias no hace otra cosa que ayudar a engrandecer el guión, centrado en las conversaciones entre los personajes. Algunas de ellas son prodigios de la comedia moderna -con permiso de Wes Anderson- (por poner algún ejemplo, la escena que abre la película o la conversación final del padre con su hijo).

Especial interés tienen sus dos personajes con problemas sexuales. Uno de ellos (interpretado magistralmente por Philip Seymour Hoffman) es perturbado sexual triste y patético obsesionado con metérsela a su vecina “tan adentro que le va a salir por las orejas”. Sólo su realidad y el patetismo que le rodea (su otra relación con la vecina gorda) le hace reencontrarse con sigo mismo. El otro personaje es el más interesante de la película (y el causante de tanta polémica en su estreno). Es uno de los personajes más complejos e interesantes del cine de Todd Solondz, un padre de familia que lucha contra contra su deseo de follarse a niños. Solondz hace que el espectador empatice con la lucha interna de ese personaje y entienda sus decisiones, pese al extremismo de algunas de ellas.

Por último es interesante señalar que parte fundamental de la película es la ciudad donde se desenvuelve la historia. “La gente siempre está criticando Nueva Jersey. Ninguno de mis amigos cree que pueda vivir aquí, pero es que no lo entienden. Vivo en un constante estado de ironía.” –dice una de las hermanas de Joy. Y es que no podía ser sino en Nueva Jersey –ciudad y patria podrida del director judío– donde viven los patéticos pero entrañables personajes salidos de la mente de Solondz. Para el que no la conozca, Nueva Jersey se caracteriza (a grandes rasgos) por ser una ciudad mediocre, olvidada y menospreciada por muchos, de donde no han salido más que perdedores y fracasados –como dato, sus figuras más representativas son Todd Solondz y Kevin Smith–  y que para más inri está cerca y bajo la sombra de Nueva York, la cuna del éxito y máximo representante del sueño americano –es la mejor metáfora para describir a la mayoría de los personajes del cine de Solondz (aspirantes a una supuestamente cercana felicidad que siempre será inalcanzable y estará por encima de ellos)-.

En resumen, esta es una película controvertida y provocadora, que reflexiona y critica de forma punzante algunos de los temas más oscuros de la sociedad actual, con un lenguaje personal y arriesgado, y que logra todo lo que busca. Una obra imprescindible y un éxito del buen cine independiente americano. No deja indiferente a nadie.