Luego de su regreso al instituto, Virginia Wainwright (Melissa Sue Anderson) rápidamente se integra al grupo de los alumnos más populares de la escuela. Sin embargo, lo que en un principio parecería perfecto, se ve empañado por una serie de asesinatos que involucra precisamente a este selecto grupo de estudiantes.
Aún cuando la cinta comienza con el asesinato de una chica llamada Bernadette (Lesleh Donaldson), la historia se centra en Virginia, quien tras sufrir un grave accidente automovilístico y pasar por un largo periodo de recuperación, regresa a la Academia Crawford, una escuela cuyos alumnos provienen de las familias más ricas del lugar. Sin mayores preámbulos, nos es informado que Virginia pertenece al llamado grupo de los “top ten”, el cual está conformado por los estudiantes más populares de la escuela. Precisamente, Bernadette era una de las integrantes de dicho grupo, siendo la primera víctima de una serie de asesinatos que involucran a este conjunto de jóvenes. Como si se tratara de una macabra coincidencia, a medida que se acerca el cumpleaños número 18 de Virginia, esta comienza a comportarse de manera extraña, lo que inevitablemente la liga con las misteriosas desapariciones de sus amigos. De esta manera la cinta nos propone la siguiente interrogante: ¿Es ella la responsable de las muertes de sus compañeros o hay alguien más detrás de todo el asunto?
Si hay algo por lo que es recordada esta cinta, es por la originalidad de las muertes. El asesino utiliza desde una simple navaja, hasta la rueda en movimiento de una motocicleta. Probablemente la escena que más impacto causó, es aquella en la que uno de los jóvenes es asesinado con una brocheta de carne (de hecho, referencias a dicha escena fueron utilizadas para promocionar el film). La película en sí presenta un par de problemas evidentes; su excesiva duración y que la gran mayoría de los personajes son poco queribles. Con casi dos horas de duración, la cinta presenta una serie de escenas en las que se ve al grupo de protagonistas compartiendo distintas actividades, las que a decir verdad poco aportan a la trama. Afortunadamente, Thompson es lo suficientemente inteligente como para insertar una escena de suspenso o de violencia gráfica en los momentos adecuados, gracias a lo cual mantiene un buen ritmo narrativo, impidiendo con esto que el espectador pierda interés en la historia. Es precisamente este aspecto lo que compensa el problema existente con los personajes, los cuales no despiertan ni el más mínimo interés en el espectador.
El hecho de que la producción contara con un presupuesto superior a los tres millones de dólares y con un equipo técnico bastante experimentado, tuvo como resultado que el film fuera uno de los slashers visualmente más atractivos de los ochenta. Hay que recordar que los presupuestos para las producciones enmarcadas dentro del popular subgénero eran por lo general bastante bajos, por lo que en su gran mayoría tenían un aspecto casi artesanal. “Happy Birthday to Me” se presenta como una de las propuestas más "originales" dentro del vapuleado subgénero del slasher. Aún cuando su guión presenta algunas falencias, las cuales quedan aún más expuestas luego del sorprendente final (dicho sea de paso, cuando comenzó el rodaje el guión presentaba un final distinto al que eventualmente fue filmado. Este fue cambiado debido al deseo de los productores de insertar una vuelta de tuerca que descolocara por completo a los espectadores). La historia en general es interesante, y está bien narrada por el director. En definitiva, “Happy Birthday to Me” es una cinta recomendable, e incluso tiene los elementos necesarios para ser considerada como uno de los buenos slashers de los ochenta.
por Fantomas.