La apelación a la naturaleza humana, generalmente parece ser un argumento que cierra cualquier discusión. No obstante, siempre hay que desconfiar apriori de dicha apelación –antigua por lo demás- porque frecuentemente sirve de soporte para el más viejo de los modos de dominación, el miedo a lo desconocido.
En la película Happy Feet, una comunidad de pingüinos emperadores, está regida por una gerontocracia, que dicta las normas que rigen las relaciones entre los miembros de su especie. El dogma de dichas reglas, basado en la naturaleza, es que todo pingüino debe cantar bien para encontrar pareja.
En base a ese credo –que se impone como verdad revelada- esos líderes hacen que toda la comunidad de devotos pingüinos rechace a un joven pingüino llamado Mumble, que no puede cantar, pero sí bailar muy bien.
Según esos viejos pingüinos autócratas, el don del baile de Mumble es antinatural, extraño, aberrante y un riesgo para la sociedad y valores de la colonia. Por eso, también lo culpan de la escasez de peces, pues su aberrante actitud estaría enfureciendo a su dios.
¿Les suena todo eso conocido?
Probablemente. Esa la táctica del miedo a la que apelan algunos para generar dominación. Generalmente se basa en mitos, ficciones o temores remotos, que se vuelven verdades incuestionables, como la apelación a una determinada naturaleza. Por ejemplo, Hobbes constituye así su apelación al Leviatán, en base al miedo a otros hombres -otros lobos- y al mismo Estado.
Esa apelación a la naturaleza humana como instrumento para infundir miedo es siempre cuestionable, puesto que en base a ella, antiguamente se decían cosas hoy irrisorias, como que sin la monarquía absoluta -primero del Papa y luego de otros- entraríamos en una anarquía destructiva, que volveríamos a la barbarie. Se decía que la secularización traería corrupción social, o que la democracia iba a colapsar si la mujer votaba. Todo ello adornado con la frase llena de pretensión: la sociedad no está preparada.
Bajo la misma idea del miedo basada en la apelación a la naturaleza humana, se decía que la sociedad, los valores, se iban al tacho de la basura si los esclavos eran libres, que hijas e hijos se corromperían si los “negros” se casaban con blancos o si iban a las mismas escuelas, y por tanto había que alejarlos de los barrios, iglesias, y un largo, etc. Y reitero, todo ello adornado con la frase: la sociedad no está preparada.
¿Se imaginan que Martín Luther King o Gandhi hubieran esperado a que la sociedad estuviera preparada?
La lógica, al igual que en Happy Feet, es y ha sido siempre la misma, indicar que lo distinto va contra la naturaleza humana y por eso pone en riesgo nuestra existencia, y por tanto hay que evitar alterar esas “tradiciones”, hay que alejarlos de nosotros, desterrarlos o reconvertirlos.
Hoy, ante la discusión sobre el matrimonio gay, se apela a lo mismo, al miedo en base a la naturaleza. Se nos dice que la familia está en riesgo, incluso que la especie está en riesgo, como si el sólo hecho de que a algunos les guste más bailar que cantar, hará que todos nos convirtamos en bailarines.