Un famosísimo artista pop neoyorkino, James Rizzi, creador de diseños inconfundibles y originales.
El dueño de una importante galería de arte, Olaf Jäschke.
Un gran arquitecto, Konrad Kloster.
Los establos en ruinas del Palacio Ducal en Brunswick, Alemania.
En 1997, todos estos ingredientes se juntaron en un proyecto completamente innovador y radicalmente diferente de cualquier otro. Con los planes, los planos y los permisos concedidos, este fue el resultado.
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The Happy Rizzi House, un edificio único en el mundo, risueño, colorista y con fachadas llenas de cristales diferentes, muy al estilo años 20. Un dibujo animado de ladrillo y mortero, que nos convierte en niños con la boca abierta y la imaginación disparada.
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Brunswick (en alemán Braunschweig) es una ciudad antigua y sobria. Su centro histórico, el barrio de Magniviertel, es una de las llamadas “islas de tradición”, creadas después de la Segunda Guerra Mundial para preservar su riqueza monumental y la coherencia arquitectónica del municipio. En este enclave conservador, uniforme y poco proclive a las innovaciones, se pensó levantar nada menos que un edificio de estética cartoon, colorido y rompedor.
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Sólo el plantear el proyecto, la mera idea sobre plano, suscitó grandes y agrias polémicas y en general rechazo entre la población, 250.000 alemanes del interior. Pop Art y barrio antiguo son conceptos difíciles de juntar en una misma frase, no digamos ya en un mismo espacio físico. Pero, como casi todas las mezclas, mestizajes, fusiones y pastiches, termina siendo aceptado, luego apreciado y finalmente indispensable.
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Sobre los establos y los campos de labranza del Palacio Ducal, lo que llaman el Acheroff, finalmente se terminó en 2001 la casa más feliz del mundo. La Happy Rizzi House contrasta de forma extrema con los viejos edificios de posguerra que la rodean, construidos con entramados de madera. Un cuerpo tridimensional de 5 pisos de altura, concebido como una escultura transitable, con fachadas disparatadas e increíblemente divertidas.
La Happy Rizzi House es una parte muy querida y valorada de la ciudad, que hace más felices a sus habitantes y a los turistas también. De hecho, conforma actualmente el límite entre el sector de negocios, frenético y muy actual, y el barrio histórico inmerso en su tranquilidad. Se ha convertido en uno de los enclaves característicos y más visitados, en lo más destacado y conocido de Brunswick.
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Maximalismo al máximo. Donde Picasso se encontró con Bob Esponja. Infantil y exuberantemente tonta. Se la describe de muchas maneras, pero la pura verdad es que nos hace sonreír, y así seguirá ocurriendo sin duda dentro de muchos años.
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