Happy the Man. Happy the Man. Edición Rockarte.

Publicado el 27 octubre 2021 por Moebius

No son pocos los que consideran a Happy The Man como una de las bandas más creativas y refinadas del progresivo norteamericano durante los 70, y hoy Rockarte los recuerda animando el arte de tapa de su primer disco, y es la excusa perfecta para repasar su álbum homónimo. Su talento para crear melodías tan exquisitas como cautivadoras, su fineza y evidente destreza en la ejecución sin perder de vista el sentido de la sutileza, la pulcritud y efectividad en la interacción creada por los músicos son todos elementos que se conjugan para la exhibición de un material de primerísima calidad, excibiendo a los Happy the Man por primera vez en el blog cabeza.  Su estilo se forja a partir de la influencia del Canterbury, la sensibilidad melódica de Genesis y Gentle Giant, el jazz fusión del tipo Return to Forever, la mágica delicadeza académica de Gershwin y Grieg: el resultado final es una música que exhibe unas pretensiones artisticas de alto vuelo, con musicos que saben crear e interpretar composiciones coloridas y variadas, exhibiendo sus respectivas destrezas pero sin tratar de lucirse más de la cuenta, y logrando levantar emociones en el oyente atento. Debemos tener en cuenta que en el momento de grabar este su disco debut, los tipos ya habian llevado casi cuatro años tocando juntos, por lo que no nos debe realmente extrañar que desde el punto de partida suene como una banda madura y bien afiatada. Y ahora también animada, gracias a Rockarte.


 

Como instroducción, tenemos las palabras de nuestro eterno comentarista involuntario de siempre, que sobre este disco y la primera parte de la historia de la banda, nos cuenta e ilustra:

HAPPY THE MAN: génesis, éxodo y primer disco
 Hoy estamos aquí para celebrar el legado del grupo estadounidense HAPPY THE MAN, el cual encarnó una de las personalidades más grandiosas y grandilocuentes de la avanzada progresiva en el país norteamericano, aunque para tal caso, la propuesta tan peculiar de combinación de elegancia, lirismo y extravagancia que se vertió en su propuesta musical le convierte en un grupo gigante a escala mundial dentro de la historia del género progresivo del rock. En el presente año 2017 se cumple el 40mo aniversario del lanzamiento de su homónimo disco debut a través del sello Arista, lo que nos da el pretexto perfecto para revisarlo: el disco “Happy The Man” fue producido por Ken Scott (famoso por su trabajo como productor e ingeniero de sonido para THE BEATLES, DAVID BOWIE, MAHAVISHNU ORCHESTRA, SUPERTRAMP y ELTON JOHN entre otros) para el sello Arista Records. El material del disco fue grabado durante los dos últimos meses del año 1976 y recién se lanzó al mercado fonográfico en agosto del año siguiente. Para aquel entonces, el grupo todavía preservaba su alineación del quinteto clásico de Stanley Whitaker [guitarras eléctricas y acústicas de 6 y 12 cuerdas, canto], Frank Wyatt [pianos de cola y Fender Rhodes, clavinet, saxos alto y tenor, flauta], Kit Watkins [órgano Hammond B3, pianos de cola y Fender Rhodes, sintetizadores Mini Moog y ARP String Ensemble, flauta, marimbáfono], Rick Kennell [bajo] y Mike Beck [batería, percusiones]. Con todo, consideramos que lo más justo en esta exploración es remontarnos también al periodo de HAPPY THE MAN que precedió a este hito fonográfico, por lo que también echaremos un vistazo a los discos “Beginnings” y “Death’s Crown”, los cuales recogen maquetas del grupo que datan de antes de que el grupo consiguiera su primer contrato de grabación. “Beginnings” es una selección de maquetas de temas originales del grupo que datan de los años 1974 y 1975, mientras que “Death’s Crown” se centra mayormente en la música que la banda creó y tocó el espectáculo multimedia del título. Ambos discos fueron publicados póstumamente por Cuneiform Records (en 1990 y 1999, respectivamente) y nos documentan de manera muy precisa el proceso de evolución estilística de HAPPY THE MAN.
Empecemos por el principio. El proceso de gestación de HAPPY THE MAN se originó en 1972 en base a las inquietudes musicales de Stanley Whitaker, Rick Kennell y David Bach en 1972 – los dos primeros se habían hecho amigos cuando integraban el ejército de los Estados Unidos en una base militar situada en la entonces República Federal Alemana – con miras a hacer un rock ecléctico.Tras la pronta partida de Bach, Whitaker conoció al teclista-vientista Frank Wyatt en la James Madison University de Washington, D.C., y pronto se les unió el genial teclista Kit Watkins. Tocar su propia versión de la adaptación que los EMERSON, LAKE & PALMER hicieron del ‘Hoedown’ de AARON COPLAND fue suficiente para causar una insuperable buena impresión a sus futuros colegas. Mientras tanto, el baterista-percusionista Mike Beck se estaba instalando firmemente en el grupo y solo faltaba que entrara en escena Cliff Fortney (a quien Kennell conocía de un grupo anterior) para que se termine de armar la primera alineación fija del grupo. El grupo se tomó muy en serio su inaudita idea de hacer rock progresivo en Washington: dedicaban de 6 a 8 horas diarias a ensayar su repertorio. Eso sí, el primer concierto de la banda, que tuvo lugar en el Warren Campus Center del Madison College el 1 de diciembre de 1973, tuvo lugar sin Kennell. El primer concierto con el sexteto íntegro tuvo lugar en la Wilson Hall del mismo Madison College a inicios del mayo siguiente. La presencia de Fortney dura hasta noviembre de 1974, aunque ya para entonces el grupo ya había grabado unas maquetas que incluía un par de composiciones suyas, por lo que su aporte al grupo quedó debidamente registrado. La banda intercalaba las primeras composiciones propias (mayormente, de Wyatt, Watkins y Whitaker) con versiones de temas de GENESIS y VAN DER GRAAF GENERATOR. El hermano mayor de Whitaker, Ken, propuso el nombre de la banda a partir de un pasaje del clásico de GOETHE Fausto. “Beginnings” es el testimonio definitivo de estos primeros años de creatividad autónoma y desatada de HAPPY THE MAN. Para 4 de las 7 maquetas contenidas aquí tenemos al sexteto de Whitaker, Watkins, Wyatt, Kennell, Beck y Fortney: como este último cumplía con la labor de primera voz (mientras Whitaker, Wyatt y Watkins acompañaban ocasionalmente con los coros) y también alternaba roles instrumentales al piano eléctrico y la flauta, con lo que el sonido grupal se sentía bastante lleno al abrirse mucho campo a los aportes de los teclados y los vientos. Dos de esos temas fueron registrados en un ensayo que tuvo lugar en febrero de 1974 y los otros fueron registrados en otro ensayo dos meses después. Los tres temas restantes (#1, #6 y #7) son ejecutadas por el quinteto clásico en su propia sala de ensayos. Es una pena que la calidad del sonido diste de ser óptima, pero el ímpetu creativo y la inteligencia de la visión musical ya eran abundantes en este tiempo de génesis y forja.
‘Leave That Kitten Alone, Armone’, con sus 9 ¼ minutos de duración, abre el disco con un despliegue de cálido lirismo y cándida evanescencia que se articula a través de un bien delineado núcleo temático: como fluyendo por la corriente de un amable riachuelo, la pieza en cuestión se deja envolver en su propia cadencia recurrente. Las tremendamente elegantes líneas de sintetizador se erigen en monarcas de la ingeniería musical en curso. El motto perpetuo es tan cautivador que su persistencia, lejos de aburrir, estimula vibraciones positivas en el espíritu del oyente empático. Hay un breve interludio en el que el grupo explora un recurso de tenue levedad antes de que el cuerpo central se reinstaure entusiastamente en la instancia conclusiva. ‘Passion’s Passing’ sigue a continuación para brindarnos un posicionamiento un poco más solemne y sofisticado de la calidez lírica que ya se nos ha mostrado abiertamente; para decirlo de otra forma, ofrece unos recursos más sólidos de sofisticación compositiva a través del sobriamente multiforme flujo de variaciones para su centro temático introvertido. Solo en los dos últimos minutos desata este centro su esplendor latente, aunque sin traicionar la predominante magia etérea. La primera composición de Fortney que se recoge aquí es ‘Don't Look To The Running Sun’, un tema ameno donde lo jovial y lo travieso se conjugan a las mil maravillas, al  modo de una versión amable del humor surrealista de THE MOTHERS OF INVENTION pero con un tenor musical focalizado simultáneamente en los paradigmas de GENESIS y CARAVAN. Con sus 11 minutos de duración, ‘Gretchen’s Garden’ es el tema más extenso de este recopilatorio, y se puede decir con precisión que se trata de un estupendo ejercicio de musicalidad épica, aunque tal vez los arreglos percusivos pudieron ser trabajados con una intuición más rotunda. En todo caso, tenemos aquí un generoso derroche de ambientes teatrales bajo una modalidad jazz-progresiva que transita sin empacho de lo solemne a lo jovial y viceversa. La sección final tiene un gancho innegable en su groove que se siente genuinamente inspirado en los primeros discos de CARAVAN y el primero de SOFT MACHINE. 
‘Partly The State’ es la segunda composición de Fortney y también es rebosante en humor surrealista y matices teatrales, pero sobre todo, en comparación con las dos piezas precedentes, acoge una vitalidad más compleja tanto en lo referente a los motifs centrales como a los inusuales esquemas rítmicos, todo ello a través de osadas variantes de atmósfera. Tras un travieso interludio guiado por la dupla de saxo y órgano emerge un flotante solo de flauta cuyos espacios vacíos van siendo llenados por anuncios del pronto retorno del primer motif. Los dos últimos temas de “Beginnings”, ‘Broken Waves’ y ‘Portrait Of A Waterfall’, son sendos instrumentales compuestos por Watkins y Whitaker, respectivamente: ‘Broken Waves’ porta un exultante swing de raíz jazzera desde la cual se crea un equilibrado híbrido entre el jazz-fusion norteamericano y el Canterbury; ‘Portraits Of A Waterfall’, por su lado, exhibe una musicalidad plácida de tenor sinfónico, alimentado por cierto talante bucólico al modo de los GENESIS de la etapa 70-71. Una mención especial debe ir para la sublime labor de Wyatt al saxo en estos dos temas. En retrospectiva, podemos afirmar que con estos dos instrumentales y los dos primeros temas seleccionados en “Beginnings” se arma la maduración del paradigma progresivo de HTM. Una grata experiencia disfrutar de este muestrario prehistórico de tan excelso grupo. Retomamos ahora el seguimiento histórico de estos primeros años. Tras la partida de Fortney, el quinteto central tuvo que presentar la obra conceptual ideada por Wyatt “Death’s Crown” en formato estrictamente instrumental. Pero dado que Kennell y Beck conocieron al cantante y multiinstrumentista Dan Owen en enero de 1975, le invitaron a ser el reemplazante de Fortney, a lo cual él accedió. Tres meses después, con letras aportadas por Owen que se unían a las que ya había escrito Wyatt, ‘Death’s Crown’ es presentada en versión vocal como una obra multimedia donde bailarinas de ballet moderno, actores y proyecciones visuales complementan a la música existente. Owen asumió roles a la guitarra clásica y percusiones surtidas para la obra. La suite llegó a ser conocida por los coleccionistas progresivos del mundo entero por vía del disco que se titula precisamente “Death’s Crown”, el cual completa idóneamente lo que se nos había revelado antes en “Beginnings” como muestrario de los periodos de génesis y éxodo de la misión musical de HTM. Owen no duró mucho como “hombre feliz” pues se fue en el mes de mayo para formar un dúo de folk-rock con Dale Newman. Así las cosas, el quinteto decide quedarse como tal y centrarse en crear un repertorio mayormente instrumental, aunque Whitaker se encarga de las ocasionales contribuciones vocales. Julio de 1975 es el mes en que el grupo decide instalarse en el área de Washington D.C. para contar con un centro de operaciones desde el cual pueda proyectar su propuesta musical a un potencial público y tantear ofertas de contratos de grabación.

Centrándonos en el contenido del recopilatorio de maquetas “Death’s Crown”, los primeros 38 minutos están ocupados por la suite homónima, la misma que se subdivide en 11 partes. A lo largo de todo el repertorio contenido aquí, Wyatt se limita a tocar el piano eléctrico: aquí podemos apreciar con meticulosidad a qué se refiere él en varias entrevistas como “pianista equivalente al guitarrista rítmico que apoya al solista”, con lo cual quería decir que usaba su instrumento como gestor de bases armónicas y conexión entre la melodía y el ritmo. Si alguna parte de flauta traversa surge por allí está en manos de Whitaker. También se advierte el aporte que Beck brinda como agente nuclear de la sección rítmica: él se ve a sí mismo como un percusionista que también toca batería en vez de un baterista que también toca percusiones. Su rol parecía más el de un Picasso que pintaba colores percusivos y rítmicos girando persistente e inauditamente mente entre campanas, bloques, tímpanos, bocinas, crótalos y los tambores de la batería que de la de un baterista estándar (palabras del editor de la revista Wire Ted Greenwald, fan del grupo). En fin, ‘Death’s Crown’ se trata de una obra conceptual sobre el tránsito de un hombre hacia el más allá en un proceso que implica cuestionamientos y racionalizaciones en sus conversaciones con la Muerte. La secuencia de las dos primeras partes nos brinda una entrada ceremoniosa al centro dramático de la situación con un foco ceremonioso, tornándose cósmico en sus últimas instancias. A partir de ahí, ‘Part 3’ emerge como un efluvio de cálida energía jazz-progresiva en 3/4 donde la guitarra asume un especial protagonismo (al modo de un híbrido de HOWE y MCLAUGHLIN): aquí ya se nota que la faceta extrovertida del grupo está cobrando forma madura pues en el groove de esta sección reconocemos anticipaciones del swing y la ambientación que marcarán algunas de las composiciones más notables de sus ulteriores discos oficiales. ‘Part 4’ baja un poco la intensidad para ofrecernos un agradable ejercicio de sinfonismo sereno (al modo de GENESIS): durando 6 ¾ minutos, se trata del pasaje más extenso de la suite. La instrumental ‘Part 5’ es lirismo puro en clave bucólica, dándose el caso de que en los estribillos hay dos flautas dulces ejecutadas respectivamente por Watkins y Whitaker. A propósito, esta sección se reconstruyó para la composición del sublime tema ‘Open Door’ que habrá de formar parte del segundo álbum de HAPPY THE MAN “Crafty Hands” (ya habrá alguna oportunidad para detenernos en este ítem en otro momento).Con su sexta parte la suite pasa su ecuador y lo hace retomando el aura de ceremoniosa expectativa que había marcado la secuencia de las dos primeras partes, aunque esta vez con una mayor presencia de interludios vigorosos en clave jazz-rockera. Así las cosas, la séptima parte se impulsa hacia un nuevo ejercicio de colorido vitalismo donde el sexteto vuelve a explorar la confluencia de jazz-fusión, Canterbury y sinfonismo con sus enormes dosis de buen gusto y agilidad de siempre. La influencia de RETURN TO FOREVER es clara así como las de GENESIS y YES, y también se hacen sentir coincidencias con lo que en el underground británico hacían bandas como HATFIELD AND THE NORTH y GREENSLADE (lo cual el grupo seguramente ignoraba). La ilación de ‘Part 8’, ‘Part 9’ y ‘Part 10’ sirve para que el grupo retome algunas atmósferas cósmicas ya elaboradas en algunas secciones previas, pero esta vez sus vibraciones ensoñadoras portan un vigor expresionista más pronunciado: la guía de las texturas, a la vez joviales y misteriosas, de la guitarra de Whitaker son cruciales para este factor. La undécima y última parte se centra en un reprise de ‘Part 4’ con una magnificencia conmovedora; el epílogo sirve para explicitar las palabras de despedida de parte del grupo. El resto de “Death’s Crown” está integrado por una versión primitiva de ‘New York Dream’s Suite’ y lo mismo con ‘Merlin Of The High Places’. La primera incluye letras, aunque finalmente se convertiría en el instrumental que cierra el álbum homónimo del grupo; el esquema esencial de las ilaciones multitemáticas y la ingeniería integradora de su diversa musicalidad ya están bien establecidas en esta fase inicial de la vida de esta pieza emblemática del repertorio histórico de HAPPY THE MAN. En todo caso, notamos aquí una sonoridad un poco más ruda, obviamente porque el grupo no opera en el ámbito controlado de un estudio de grabación profesional. En cuanto a la versión original de ‘Merlin Of The High Places’ – posteriormente convertida en la extensa suite que cierra el disco de OBLIVION SUN “The High Places”, del año 2013 – tenemos la manifestación más exultante de la propuesta musical de la banda.* La compleja y meticulosa arquitectura de contrastes entre pasajes extrovertidos y serenos cobija una luminosidad única cuyo resplandor se manifiesta en un juego de corrientes y contracorrientes diseñado para expresar recursos de regia policromía a través del arte del sonido. Aunque ‘Merlin Of The High Places’ dispone de un generoso espacio de casi 7 ¼ minutos, la verdad que éste se nos hace muy corto.
Retomamos nuevamente el hilo cronológico de la banda. Entre la segunda mitad del año 1975 y el ecuador del siguiente, la asociación de los Sres. Beck, Kennell, Watkins, Whitaker y Wyatt logra hacerse de un nombre en el underground rockero de su zona de acción, tocando en varios locales y centros culturales universitarios, apareciendo en festivales – varias veces como banda cabeza de cartel – y en especiales de radio. Incluso se hizo un breve documental sobre ellos en los que se les muestra (un poco optimistamente, visto en perspectiva) como una banda emergente que está lista para ocupar un lugar central en la élite del rock estadounidense. Bueno, talento y disciplina tenían de sobra, eso es innegable. La anécdota más llamativa para el grupo antes de la llegada de la oferta de contrato de grabación de parte del personal de Arista Records fue su contacto con PETER GABRIEL, sí, el mismo, nada más y nada menos. Él ya tenía una idea más o menos clara de lo que quería concretar en lo que tendría que ser su primer álbum solista y mostró interés en contratar a HAPPY THE MAN como su banda apoyo para la grabación del mismo y su correspondiente gira de promoción. Días interesantes fueron aquellos de fines de junio en los que GABRIEL y HTM conversaban sobre sus metas artísticas, jugaban voleibol y ensayaban el primer repertorio del exfrontman de GENESIS. Pero al fin y al cabo, el grupo decidió seguir su propio camino porque la tentación grata de tocar para uno de sus ídolos significaba también la postergación indefinida de su propio proceso de crecimiento. Habiendo recibido en el mes de julio sendas ofertas de parte de Passport Records y Arista Records, la banda optó por esta última; como una feliz coincidencia, resulta que la primera opción del grupo para producir su primer disco oficial era Ken Scott y resulta que él se enamoró instantáneamente de lo que había escuchado en las maquetas del grupo. Tal como dijimos en el primer párrafo de esta retrospectiva, el disco “Happy The Man” se grabó entre los meses de noviembre y diciembre de 1976 para ser publicado en agosto de 1977. Recién al año siguiente se animará la gente de Arista a hacer la distribución del disco en cuestión en los mercados europeo y escandinavo.

El grupo tenía pensado retener a una de sus composiciones primigenias, ‘Leave That Kitten Alone, Armone’, para el primer disco, tal vez abriéndolo, pero el productor Scott no estaba muy convencido del tipo de gancho que se podía obtener con el mismo, así que se optó por una composición de Watkins titulada ‘Starborne’, que en sus 4 ½ minutos de duración exhibe un candor etéreo muy semejante a la de la pieza rechazada a la par que ostenta mayores recursos de fastuosidad sinfónica en los pasajes más exultantes. Su núcleo melódico minimalista es manejado a la perfección por el ensamble en pleno bajo la guía de la multitud de teclados que operan a lo largo y ancho del desarrollo temático. Las cosas se ponen más intensas y joviales con el fabuloso tema compuesto por Whitaker ‘Stumpy Meets The Firecracker In Stencil Forest’. Bueno, ¿qué se puede esperar de una pieza titulada así con ese típico humor Canterburyano? Hablando más concretamente, el tema en cuestión articula una vitalista mezcla de jazz-rock y prog a lo GENTLE GIANT con toques a lo HATFIELD AND THE NORTH. Mientras la guitarra, el sintetizador y el saxo aprovechan sus espacios de lucimiento particular, la compleja armazón rítmica es elaborada con un punche tremendamente ágil. Por supuesto, los ocasionales cambios de motivo y tempo realzan el esplendor sónico en curso. La tercera pieza del álbum es la primera cantada del mismo: ‘Upon The Rainbow (Befrost)’ es su título y nos muestra una perfecta confluencia de los mundos musicales de CAMEL y GILGAMESH, siendo así que los solos de sintetizador van más en la onda de JAN HAMMER. Las preciosas líneas vocales son tremendamente hipnóticas, incluso adictivas. La primera pieza explícitamente ambiciosa del álbum es ‘Mr. Mirror's Reflections On Dreams’, una composición de Watkins que se extiende hasta más de los 8 ¾ minutos. Este tema es una fabulosa odisea de colores, matices y policromías bien enrumbada dentro de un enfoque melódico que se mantiene totalmente prístino en todo momento. La gracilidad del jazz en su versión más elegante y la exquisitez luminosa de la academia se funden en un festín progresivo cuya belleza va más allá del alcance del lenguaje humano. La ingeniería de teclados vuelve a regular la arquitectura musical, dejando espacios ocasionales para el lucimiento de la guitarra, mientras el departamento percusivo se focaliza en respetar el lirismo reinante a punta de genial sutileza. Una mención especial debe ir para el delicado pasaje de flauta que precede a la suntuosa coda, resultando ésta crucialmente vitalizada.
‘Carousel’ cierra el lado A del álbum, siendo una versión reducida de una composición de Wyatt titulada ‘I Carve The Chariot On The Carousel’: se trata específicamente de una sección intermedia que en esta ocasión adquiere una acentuada prestancia autonómica. El piano de Wyatt instaura una mayestática base de piano clásico en 6/8 para que se arme una contundente atmósfera de sombrío carnaval. Sombrío pero no tétrico, sino al modo de una neblina vespertina que anticipa la nocturnidad con inapelable señorío. Watkins asume el primer momento de protagonismo con uno de los solos más filudos de Moog que ha hecho en su vida, solo que es apropiadamente sucedido por otro de Whitaker con un guitarreo que asume una fiereza razonablemente sobria. La segunda mitad del álbum abre con otro instrumental compuesto por el propio Whitaker, el cual se titula ‘Knee Bitten Nymphs In Limbo’. Siendo un poco más extenso y un poco menos frenético en su espíritu que ‘Stumpy Meets The Firecracker In Stencil Forest’, aporta una nueva instancia de dinamismo asertivo y extrovertido. Las conexiones estilísticas con los paradigmas de GENTLE GIANT y el Canterbury siguen estando a la orden del día, claro está, bajo el reciclamiento propio de la cosmovisión particular de HAPPY THE MAN. A continuación sigue la segunda pieza cantada del disco, ‘On Time As A Helix Of Precious Laughs’, se resuelve en un nuevo énfasis en la dimensión jazzera del grupo, incluyendo el empleo de un groove de inspiración latina para el pasaje final. Las letras de Wyatt son excelentes, tal como nos lo muestran estas líneas de ‘On Time As A Helix Of Precious Laughs’: “What is there in a laugh that time avoids to know? / Look at all the people out there playing / Running from the past. / «Can I make my bus,» he cries, «or will I see the show?» / We surround ourselves with time / Building with the laughter a doorway to the mind”. Tampoco pasemos por alto este candor místico que se enuncia en ‘Upon The Rainbow (Befrost)’: “Befrost, the oldest bridge. / Made aware the stranger / That the mind must be the way to bridge the sky. / Stepped into the light, the stranger climbs / Upon the rainbow.”El delicioso instrumental ‘Hidden Moods’ con el que nos vamos acercando al final del disco es la pieza más breve del álbum con sus poco menos de 3 ¾ minutos de duración, pero no necesita más espacio para completar su idea esencial.** En base a un desarrollo temático envolvente marcado por una grácil elasticidad, los etéreos matrimonios de sintetizador y flauta se alternan suavemente en una poética ingeniería musical que es realzada por un ulterior solo de guitarra acústica. También hay un interludio flotante en el que un solo de saxo prepara el camino para el retorno del motif inicial, el cual abre campo a renovadoras florituras de sintetizador y guitarra eléctrica, al modo de un entrampamiento del modelo de RETURN TO FOREVER en el universo de GILGAMESH. Si este disco merece un clímax para el broche, pues está más que bien servido con la versión definitiva e instrumental de ‘New York Dream’s Suite’. Esta pieza es todo un paradigma del sonido jazz-progresivo en sí mismo, mostrando las mil y una diversas caras de su magnificencia nuclear bajo la guía de los pianos de Wyatt y con el boato exquisito que procede de los aportes de Watkins a los sintetizadores y el órgano. Los pasajes más intensos sirven para que la guitarra y el sintetizador establezcan un caballeresco desafío mientras los variados esquemas rítmicos en curso hacen fluir su musculatura con un garbo tan travieso como celestial. El largo pasaje final servirá para que el remanso imponga su imperio de gallarda introversión bajo el cobijo de un fulgor que condensa la melancolía de lo otoñal con la vivacidad de lo primaveral; los ornamentos percusivos aportan una musicalidad extra muy oportuna. Hemos disfrutado de una espectacular y fastuosa convergencia de los mundos sonoros de GENTLE GIANT, WEATHER REPORT y CAMEL. En “Happy The Man”, el colectivo de Whitaker, Wyatt, Watkins, Kennell y Beck plasma una obra maestra genuina del rock progresivo: un debut magno, una iniciación sublime, un amanecer rebosante de luz de infinito calibre, todo eso es este disco. No es el único motivo por el cual debemos considerar a HAPPY THE MAN como integrante perenne del parnaso del rock progresivo de todos los tiempos, no es su único momento cumbre en el sitial que tiene en la historia del rock artístico, pero por ahora, nos quedamos aquí.

César Inca

Y aquí, la animación que da título y sentido a este posteo.


Este es un disco exquisito que destila belleza y elegancia por todos sus poros: muy recomendable. Y a continación uno de sus temas...