Harakiri emocional

Publicado el 09 mayo 2012 por Carmentxu

Es un goteo y, como tal, casi imperceptible si no fuera por la impertinencia de la repetición, pero el fenómeno se está extendiendo y no es la marea alta de los recortes que, al amainar, deja la arena mojada llena de basura. Al menos no sólo eso. Es la desidia. Los datos que publicaba ayer el CIS dejaban claro lo obvio, recordando, una vez más, que a veces lo obvio nos pasa inadvertido precisamente por serlo y hace falta plasmarlo de alguna manera. Ningún líder político aprueba y los ciudadanos mantienen enterrada su confianza presente y futura bajo tierra, a buen resguardo para que nadie la encuentre. Y, ante todo ello, observo preocupada que la opción (si es que es una opción) es la desinformación voluntaria, una especie de harakiri emocional, una rendición sin condiciones. Bueno, sí, con una: no enterarse de nada. Amigos, conocidos, compañeros de trabajo, vecinos… todos, en algún momento, sueltan un “Ya no miro los informativos ni leo los diarios. Todo son malas noticias”, una versión 3.0 de aquella expresión anglosajona No news, good news, que implicaba que la ausencia de noticias ya era una buena noticia en sí porque todas ellas eran malas por defecto.

Quizás sea puro instinto de supervivencia del ánimo, o una estratagema rudimentaria para no perpetuar el cabreo desde que suena el despertador hasta que, horas más tarde, apagamos la luz de la mesilla de noche. No lo sé, pero cada vez son más los que, ante lo inexorable, ante el rodillo aplastante de los recortes, las corruptelas, los rescates bancarios a base de racanear en sanidad y educación, son más los que prefieren no enterarse de que el lobo ya está aquí mientras suenan las campanas de aviso. Han insonorizado sus casas y viven dentro de un espejismo de realidad, anecdótico y de corta frecuencia. No soy quien para recriminar nada a nadie ni tiro piedras, pero cada ciudadano no informado se convierte en un proyectil de largo alcance directo a la línea de flotación de lo que debería ser un proyecto común y solidario, sobre todo solidario.

Mis plantas, de hecho, hacen lo mismo: no saben nada del exterior ni tienen voluntad para querer saberlo. Sólo disfrutan del día a día. Pero tampoco las veo muy felices, a expensas como está su supervivencia de que mi capricho y mi memoria coincidan por una vez. Este 15M no saldrán a protestar por la escasez de agua ni por los recortes en fertilizantes. Yo sí.