Harold (Bud Cort) es un pobre adolescente rico que se entretiene jugando a suicidarse y acudiendo a funerales y entierros. En un cementerio conoce a Maude (Ruth Gordon), una excéntrica anciana que comparte con él su afición por las despedidas. Lo que comienza siendo una película sobre dos personajes solitarios y extravagantes, torna en un auténtico buddy film que desemboca en una historia de amor cuando menos insólita. Pero aquí está el alma de la historia porque "todos tenemos el derecho de ponernos en ridículo" y porque "la coherencia no es una característica humana".
Un día me explicaron que uno de los mayores errores que comete nuestra especie es el apego a la vida, un miedo tan irracional como humano a abandonar este mundo que nos imposibilita vivir en el presente, perdiéndonos en pasados y futuros que lastran nuestra existencia. Pues bien, lo mejor de Harold and Maude es, precisamente, el tratamiento de la muerte. No quiero ahondar en este tema porque quien no haya visto la película sacará sus propios conclusiones, pero lo cierto es que Harold and Maude es valiente en su planteamiento ora cómico ora dramático del último momento. En cualquier caso, que el protagonista canalice toda su creatividad en idear diferentes formas de suicidarse es una declaración de principios que necesita pocas explicaciones.
No puedo irme sin alabar, una vez más, a Ruth Gordon, una actriz a la que admiro y que en la piel de mujeres excéntricas como las que interpreta en Rosemary´s Baby (La semilla del diablo,Polansky, 1968), Inside Daisy Clover (la rebelde, Robert Mulligan, 1965) o Harold and Maude, está soberbia.