El origen del fútbol actual esta directamente ligado a este juego practicado por las legiones romanas.
Una de las características más sorprendentes que presenta el fútbol es sin duda, la incapacidad para determinar su origen de una forma clara. No hay nadie que se inventara el futbol por completo, no conocemos quienes decidieron por primera vez practicarlo y por descontado, no hay ninguna civilización a quien se le considere como la legítima propietaria del arte de jugar con el pie y la pelota. Lógicamente, el futbol como hoy en día lo conocemos sí que presenta un punto de partida, un comienzo en los tiempos o, mejor dicho, una nueva ramificación en la evolución del juego. El fútbol moderno, así se le conoce, comenzó cuando algunos clubes de rugby británicos, descontentos con una serie de modificaciones en el reglamento, decidieron fundar en el año 1863 la “Football Association”. Mediante este organismo, iniciaron una nueva liga con normas de juego diferentes a las propuestas por la federación inglesa de rugby. Este nuevo deporte que crearon, hijo recién nacido del rugby también estuvo inspirado de diversos juegos medievales autóctonos de las islas británicas y bajo el nombre de fútbol fue extendiéndose por el mundo hasta convertirse en un deporte de carácter planetario.
Si nos paramos a analizar un poco la historia del juego en la humanidad, el hombre siempre ha tenido la necesidad de golpear una pelota con sus extremidades inferiores. Este fenómeno, a nivel antropológico, es ciertamente desconcertante si valoramos la naturalidad de utilizar las manos ante movimientos o acciones más complejas y delicadas. Aun así, se ha ido produciendo a la largo de la historia y en diferentes civilizaciones. Es realmente sorprendente la existencia de varios juegos en la antigüedad y en la edad media que, por sus características, presentan ciertas similitudes con nuestro futbol y que si, imaginásemos la evolución del juego como un árbol, formarían sin duda el tronco y base de todas las ramificaciones y brotes que se han producido hasta nuestros días.
Si seguimos de forma ascendente la línea evolutiva de este deporte, comenzaríamos por el futbol moderno, pasaríamos lógicamente por el rugby y por este, llegaríamos a un juego practicado en la antigua roma y del que se tiene conocimiento de su existencia en las islas británicas a partir del año 46 d.C. Este deporte de nombre Harpastum, extendido por los romanos por toda Europa, fue de práctica muy habitual por parte de los legionarios quienes, mediante sus campañas militares, contribuyeron activamente a su propagación por el imperio. Para jugar solo se necesitaban dos equipos formados por entre 4 y 6 jugadores, un terreno de juego rectangular delimitado por cuerdas y una pelota. El objetivo, muy semejante al del fútbol y rugby, consistía en tocar con la pelota la cuerda del campo rival cuantas más veces se posible consiguiendo un punto en cada ocasión. El equipo que conseguía más puntos era el que ganaba el partido, algo muy parecido a lo que curre hoy en dia. Por otro lado, y en contraposición a los deportes contemporáneos, la única regla que existía era que no había reglas. Solo existían dos restricciones: no poder salir del rectángulo y no poder matar al contrincante. Debido a su dureza fue utilizado como entrenamiento militar mediante enfrentamientos entre oficiales o legionarios veteranos y nuevos reclutas. También se conoce, gracias a mosaicos antiguos, su práctica por parte de mujeres aunque no era muy habitual. Incluso se tiene constancia que el propio Julio Cesar se consideraba un apasionado del Harpastum.
En la península itálica el Harspastum evolucionó durante la edad media en el “calcio fiorentino” ampliándose el número de jugadores a 26 por equipo y también incrementando el grado de violencia. Actualmente en italiano la palabra utilizada para referirse al futbol es calcio tomándose como origen epistemológico el juego medieval. Debido a su influencia en toda Europa y en especial en las islas británicas, lugar considerado como nativo del fútbol moderno, al Harspastum se le podría considerar como uno de los orígenes más antiguos de nuestro fútbol. Es difícil imaginarse la reacción de los rudos legionarios si hubiesen visto a los jugadores actuales lanzarse al suelo envueltos en quejas y lamentos ante el mínimo contacto, algo impensable en su tiempo y muy habitual, por desgracia, en el nuestro.