El huérfano Harry Potter es un niño de once años normal y corriente, atormentado a diario por sus tíos, su primo y los matones del colegio. Es una existencia infeliz, pero es la única que conoce, y Harry la sobrelleva sin rechistar. Hasta que un día recibe una visita que cambia su vida: Rubeus Hagrid, el guardián de las llaves de Hogwarts y su primer amigo en este extraño mundo, ha venido para invitarle a asistir a Hogwarts, escuela de magia y hechicería.
Porque Harry Potter es un mago, y por primera vez tiene la oportunidad de escapar de su desgraciada vida e introducirse en un mágico mundo que parece demasiado perfecto. Harry no se lo piensa dos veces; nosotros, tampoco. De la mano de Harry, nos sumergimos de lleno en ese nuevo y fantástico mundo.
El protagonista ingenuo que desconoce el mundo en el que está es una técnica narrativa muy común en la literatura fantástica, ya que permite presentar el universo de manera dinámica, a medida que el protagonista va aprendiendo sobre él. Al mismo tiempo, permite que el lector pueda identificarse con el protagonista y sus emociones: confusión, temor, fascinación… En Harry Potter, la identificación de los lectores de la misma edad de Harry con las experiencias del personaje es muy importante.
A través de Harry, conocemos a quienes serán nuestros amigos durante siete años llenos de aventuras, aprendemos a volar con escobas y conocemos a personas que pueden transformarse en animales. Todo parece perfecto: Harry, maltratado en su antiguo hogar, es ahora famoso y querido por todos; consigue un puesto de buscador sin ni siquiera intentarlo; y ha encontrado una nueva familia en la de su mejor amigo, Ronald Weasley. Incluso recibe por primera vez regalos de Navidad.
Pero las cosas pronto se tuercen: un malvado profesor intenta robar la Piedra Filosofal, nadie cree a Harry, y un incidente hace que Griffindor pierda ciento cincuenta puntos en la Copa de las Casas y Harry y sus amigos sean los alumnos más odiados de su Casa. El niño que sobrevivió acaba enfrentándose al asesino de sus padres, un clímax algo retorcido para un libro infantil, pero todos acaban felices y comiendo perdices (gracias a un recurso que una audiencia más madura que el público objetivo del libro llamaría deus ex machina). En resumen, el libro que da comienzo a la saga de Harry Potter tiene una fórmula simple, apropiada para un público infantil.
Que la fórmula sea simple no implica necesariamente que sea mala. Diferentes géneros literarios requieren diferentes estructuras y diferentes técnicas narrativas. Muchas novelas de misterio emplean un orden anacrónico o un narrador periférico o mentiroso, a fin de mantener la intriga. El autor es libre de experimentar con diferentes estructuras y técnicas para lograr el efecto deseado. Sin embargo, los niños pequeños suelen tener un entendimiento muy básico e hiperbólico del mundo que les rodea: los buenos son muy buenos, los malos son muy malos, y las historias tienen introducción, nudo y desenlace. Con el paso de los años, aprenderán a distinguir los matices.
El segundo libro de la saga, Harry Potter y la Cámara Secreta, tiene una estructura similar. Tras una horrible estancia con los Dursley, Harry regresa a Hogwarts y se reencuentra con sus amigos. Una serie de incidentes empiezan a ocurrir, y todo apunta a que Harry es el culpable, por lo que toda la escuela lo detesta. Harry y sus amigos intentan encontrar al culpable, pero erran al acusar a Malfoy. Finalmente aparece el heredero de Slytherin, que no es otro que Voldemort, de nuevo. Harry vence al enemigo, salva a la chica y todo acaba bien. Sin embargo, algo ha cambiado esta vez. Esta vez se nos advierte desde el comienzo de los peligros que nos esperan en Hogwarts, aunque sea por medio de un elfo doméstico más cómico que aterrador; y, aunque no se despide todavía del tono infantil, la trama es algo más madura y tenebrosa. En lugar de la amenaza abstracta de un profesor detestado intentando robar un objeto misterioso, ahora Harry y sus amigos se enfrentan a un ente misterioso capaz de herir e incluso matar a sus seres queridos. Incluso para los padres que lean el libro con sus hijos, la idea de una niña confiando en alguien que se aprovecha de ella y acaba secuestrándola resulta inquietante. Y, aunque una serie de casualidades hacen que ninguna de las personas que conocemos muera, somos testigos del asesinato de Myrtle a través de los recuerdos de Tom Ryddle.
En el tercer libro, Harry Potter y el prisionero de Azkaban, vemos a un Harry que empieza a madurar y a tomar el control de su vida. Empieza a enfrentarse a la autoridad y por primera vez planta cara a su familia maltratadora. Descubrimos la verdad sobre el asesinato de sus padres y los lados menos agradables del mundo mágico. Nos enfrentamos a los miedos con los dementores, vemos como una oportunidad de escapar de nuestros horribles cuidadores se nos escapa de entre las manos; y, por primera vez, el libro acaba con un sabor agridulce.
El cuarto libro, el ecuador de la saga, marca el paso de la infancia a la adolescencia, tanto para Harry y sus lectores como para la saga en sí. Aunque la muerte siempre ha sido un elemento muy presente en la saga, por primera vez vemos morir en primera persona a un personaje al que habíamos llegado a conocer y querer. El funesto desenlace del Torneo de los Tres Magos marca el tono del resto de la serie.
El mundo mágico que nos protegía de todo mal, que nos permitió huir de nuestros horribles tíos a un lugar donde por fin sentíamos que pertenecíamos, ya no es un lugar seguro. Bajo la amenaza constante de Voldemort, se está convirtiendo en una distopía que recuerda a la Europa del apaciguamiento. El Ministerio de Magia se apodera de la prensa y la educación para controlar a sus ciudadanos y crear una falsa sensación de seguridad. La propaganda ha convertido a Harry en el indeseable número uno. Hogwarts se ha convertido en un lugar tan horrible que la casa de los Dursley ya ni se menciona.
A lo largo de los tres últimos libros, vemos como el mundo que nos fascinaba se vuelve cada vez más distópico, hasta convertirse en una alegoría nazi en la que los magos son perseguidos por la pureza de su sangre. Uno tras otro, nuestras figuras paternas, nuestros mentores, mueren; los lazos se rompen; nuestros pedestales se caen. ¿Nuestro padre no fue más que un matón? ¿Tenía Snape razón? ¿Tuvo nuestro mentor Dumbledore algo que ver con el alza del equivalente mágico del nazismo? ¿Nos ha utilizado todo este tiempo?
La verdad es que este mundo fantástico no se ha vuelto siniestro de repente, sino que siempre lo ha sido, aunque nuestras mentes menos maduras no lo apreciaran. La saga está escrita de tal manera que cada uno de los tres últimos libros da un tono más adulto y oscuro a uno de los tres primeros. La Orden del Fénix nos permite conocer más a fondo a los Merodeadores que conocimos en El prisionero de Azkabán, y su relación con Snape. El príncipe mestizo da un tono mucho más siniestro al asesinato de Myrtle en La cámara secreta, y nos permite entender mejor al joven Ryddle y qué le llevó a convertirse en el Señor Tenebroso. En Las Reliquias de la Muerte, finalmente se da clausura a la historia, y Harry, convertido ya en un adulto, dice adiós a los amigos que ha perdido en el camino, acepta que el mundo no es perfecto y aprende que tanto sus mentores como sus enemigos fueron, al fin y al cabo, personas imperfectas que cometieron errores.
Harry Potter es una saga que acompaña a sus lectores desde las últimas etapas de su niñez hasta el principio de su edad adulta, introduciendo temas más adultos a medida que sus lectores van creciendo. Al no subestimar a sus lectores, la saga consigue seguir atrayéndolos a través de los cambios en su vida y en sus gustos, y permitirles aprender y avanzar en lugar de permanecer siempre en un mismo sitio.