Como de costumbre, Harry pasa unas horribles vacaciones en casa de sus tíos, los Dursley. Cuando su primo sufre el ataque de un dementor y tiene que hacer uso de un encantamiento, desata las iras del Ministerio de Magia de Cornelius Fudge, que prohibe hacer esos alardes delante de muggles (no magos). Harry es juzgado por tales delitos, pero resulta absuelto por intervención de Dumbledore, director del colegio Howgarts, al que regresa Harry.
Pero las cosas no pintan nada bien. Sirius Black, su perseguido padrino, está encerrado en la casa familiar, donde también se reúnen los miembros de la llamada Orden del Fénix, una alianza de magos que creen que Lord Voldemort, el malo malísimo, está a punto de regresar con pésimas intenciones.
Para los alumnos del colegio Howgarts, además, está la preocupación por los examenes T.I.M.O.S, una especie de reválida que orientará sus futuras profesiones.
Harry no deja de sufrir dolores en su cicatriz. Está irritable, y sufre los contratiempos hormonales de sus quince años. Él, más que nadie, sabe que Voldemort volverá...
Como el Ministerio de Magia ha designado como profesora de Defensa contra las Artes Oscuras a la maltratadora de niños Dolores Umbridge, que se opone a enseñarles los hechizos pertinentes, Harry organiza con sus amigos unas clases paralelas...
Entretando, varios peligrosos mortífagos escapan de la tenebrosa cárcel de Azkaban...
Comentario:
Libro larguísimo, y densísimo en nombres y detalles, tantos que muchos no los recuerdo bien, lo empecé a leer creyendo que tenía entre manos una novela juvenil de aventuras y fantasía. Debido a mi error de apreciación, las primeras 300 páginas, en las que prácticamente no pasa nada, se me hicieron tediosas, y estuve a punto de dejarlo. Sin embargo, una vez me di cuenta de las verdaderas intenciones de Rowling y de los mensajes ocultos que están detrás de la aparente inanidad de la novela lo tomé con ganas y lo terminé muy deprisa.
Así pues, se puede decir que como novela de aventuras juveniles le sobran casi todas las páginas. De acción propiamente dicha debe de haber unas doscientas o trescientas siendo generosa. El resto se consume en descripciones costumbristas del mundo de la magia y del colegio Howgarts. En este sentido, si la jerga utilizada (muggle, animago, mortífago, polvos flu, etc) fuera un léxico normal, no se diferenciaría mucho de cualquier relato sobre adolescentes, con sus preocupaciones típicas: los novietes, los estudios, relaciones de amistad, el juego (el quiddich). Este aspecto me ha gustado más, aunque resulte paradójico.
Los quinceañeros del colegio empiezan a descubrir nuevos sentimientos, a establecer relaciones entre sexos, más allá de la camaradería, aunque todavía inmaduras y como de preparación y conocimiento para algo más profundo. No puede negarse que Rowling describe con realismo todos estos cambios de la adolescencia, aunque, por ejemplo, no se habla mucho o nada de sexo.
Viendolo así, como un libro de "fantasía costumbrista", se puede comprender un poco la manía de Rowling de incluir la descripción detallada de todas las clases, deberes y actividades del colegio (incluyendo los aburridísimos partidos de quiddich, que directamente los he leído por encima); o la visita al hospital de San Mungo, también larguísima, donde reconocemos como paciente al antiguo y vanidoso profesor Gilderoy Lockhart; por no mencionar el juicio a Harry o las escenas del inicio con los tíos. Este exceso de páginas permite a la autora explayarse acerca de ese mundo mágico que ha creado, de sus rarezas y curiosidades, algunas de ellas inventadas a partir de la inversión del mundo "normal" (los sanadores de San Mungo recelan de la medicina muggle, como los muggles recelan de los sanadores "mágicos"). Hay escenas prescindibles como la del autobús noctámbulo y otras muy largas, como la llegada de Harry a la casa de Sirius Black con la orden del Fénix, o el combate final en el Ministerio de la Magia, con tanto hechizo de nombre raro. En general, en este libro, Rowling no está nada contenida en cuanto a descripción y diálogos inflados, muchas veces puramente de relleno sin ninguna gracia ni funcionalidad en la historia.
La estructura del libro es similar a la de otros anteriores de la misma serie. Parece que siempre ocurre lo mismo: los tíos haciéndole la vida imposible a Harry, llegan cartas de Howgarts, se incorpora a clase, el sombrero seleccionador, empiezan las clases, hay un misterio relacionado con Voldemort, Draco se pone pesado y molesto, enfrentamiento con el mal, Dumbledore charlando con Harry en plan sabio, fin de curso y regreso a casa de los tíos). Sí es muy diferente en el tratamiento y profundidad. El primero de la serie era claramente un libro infantil, sencillo, corto y con muchas gracietas dedicada a los niños; el quinto, es decir, este, es más complejo, adulto, violento... No parece en realidad adecuado para niños muy pequeños, que dudo que comprendan en toda su extensión los acontecimientos descritos (asesinatos, torturas de todo tipo, mentales y físicas, malos tratos...).
Como literatura, la novela no es muy buena. Tiene el defecto de la desmesura, la digresión, el no centrarse en un tema, el exceso de nombres, la prosa plana (o sencilla, para niños)... Pero posee el encanto de la creación de un mundo propio de la autora, rico en detalles, coherente, y con personajes fácilmente identificables.
La autora no deja nada al azar. Incluso los nombres de los personajes parecen tener un sentido o ser un guiño cultural. Minerva (como la diosa de la sabiduría) McGonagall, Albus (blanco, en latín, color de pureza) Dumbledore, Hermione (de Hermes, conocimiento secreto) Granger, Voldemort (Vuelo de muerte, en francés), Severus Snape, etc...
La creación del mundo es impecable, perfecta y organizada. Se aprecia que cada raza posee un estilo de patronímico. Así los gigantes, tienen nombres toscos que parecen onomatopeyas, en consonancia con su escasa sofisticación intelectual; los centauros tienen nombres elegantes y evocadores (Firenze, Bane, Ronan...); los elfos domésticos, nombres humorísticos (Dobby). La cultura de Rowling y su conocimiento de temas esotéricos se revela en las líneas maestras de su mundo fantástico, intercalado en el real de un modo muy ingenioso (casas que solo pueden ver los magos, la estación de King Cross con el andén 9 3/4, ese ministerio de Magia, del que el gobierno "real" parece tener conocimiento, ya que se dice que el ministro de magia transmite mensajes al Primer Ministro de Gran Bretaña acerca de los peligros de Voldemort...) Naturalmente, muchos detalles permanecen ocultos al lector normal que busca solo la aventura, pero están ahí, construyendo y cimentando la parte visible. Rowling nunca ha negado que ya tiene su obra escrita, incluso la última palabra de la serie, que será "cicatriz", y que todo obedece a una concepción de globalidad realmente desmesurada.
Y como se trata de una fantasía "costumbrista", en el fondo, los temas que se tratan son universales y aplicables al mundo muggle. Lo que más me gusta de Rowling, en este sentido, es que no es nada maniquea describiendo acciones y personajes. Un personaje que debería "ser" el "bueno", tiene partes oscuras; y otros que parecen "malos", poseen alguna razón que los redime. El hecho de que se establezca ese paralelismo constante entre Harry y Lord Voldemort, demuestra bien a las claras la ambigüedad de esa lucha del Bien y del Mal. Por otra parte, lejos de mostrar a los magos como una criaturas idílicas los describe como racistas (desprecian a los muggles, incluso los personajes "buenos"), recelosos, genocidas (mandan exterminar a otras razas, como los gigantes), enfrentados en terribles luchas por el poder (veáse la lucha entre Cornelius Fudge, ministro de magia y sus acólitos contra Dumbledore, al que acusan de subversivo, y a la vez contra los mortífagos rebeldes), crueles (la prisión de Azkaban es un lugar terrorífico que las leyes muggles desde luego no permitirían; la sola presencia de los dementores sería considerada como un crimen contra la humanidad; y no nos olvidemos de la profesora Umbridge que tortura literalmente a Harry y es una tirana de mucho cuidado), clasistas (tienen establecidas categorías en su propio mundo, los sangre pura, los mestizos, los hijos de muggles...), esclavistas (tienen de esclavos a los elfos domésticos, que además no pueden rebelarse contra las órdenes y si lo hacen se autocastigan). Y las criaturas que lo pueblan, tampoco son una joya. Los centauros también odian a los humanos, son vengativos y capaces de asesinar a quienes violan sus bosques. No, definitivamente, no es un mundo ideal el de los Magos, sino más bien siniestro, truculento, y en algunos aspectos terrorífico (los dementores)
Entre los hechos que me han llamado la atención está la ausencia total y absoluta de menciones a la religión. Sí, se dice que celebran la Navidad, pero no hay comentarios sobre Dios, en cualquiera de sus cultos o sobre el significado de esos "ritos" (lo único que se menciona relativo a la Navidad, por ejemplo es la costumbre de besar debajo del muérdago) Una se pregunta si esos niños son paganos o ateos, que es lo más probable, aunque tal vez Rowling no lo diga explícitamente para no meterse en camisa de once varas. Muy curiosa es la charla que mantiene Harry con un fantasma acerca de la vida después de la muerte, en la cual el fantasma se niega a hablar de ello y confiesa ¡su desconocimiento sobre el particular! No se menciona a Dios, pero la muerte es algo constante en este libro, y Harry, afectado por una defunción próxima, siente la inquietud de saber.
Otro hecho curioso es el talante esclavista de los magos, que ya mencioné de pasada. Todos los magos, a excepción de Hermione, tratan con condescendencia o desprecio a los elfos y se burlan incluso de su intento por "liberarlos", llegando a afirmar que no quieren dejar su estado. La chica pertenece precisamente a una asociación para salvar de la servidumbre a estas criaturas atormentadas.
Un apartado especial para los personajes, en los que se centra la acción.
Rowling profundiza en la personalidad de Harry, al que define en este libro como atormentado, alterado por las hormonas, iracundo, desagradable, malhumorado y con unas respuestas a veces teñidas de sarcasmo, un poco bruto e insensible, tímido con la chica que le gusta y poco hábil para manejar ese tonteo adolescente. Sufre cuando le prohíben jugar al quiddich; es torturado por la profesora Umbridge hasta derramar su sangre; se atormenta al descubrir en el pensadero de Snape, que su padre, al que tenía en un altar era a su edad un elemento indeseable y repugnante, que se divertía metiéndose con Snape, solo porque era "diferente". Estas escenas me han gustado bastante. Cuando él ve el pasado, a James Potter y a sus amigos, Lupin, Peter y Sirius, y a su madre defendiendo a Snape. Se cuestiona entonces muchas cosas; quiere explicaciones de ese comportamiento, como cualquier chico al que se le rompen los mitos de infancia, como rito de paso a la edad adulta.
Ron está más desdibujado, y casi solo aparece como víctima de las bromas y burlas de Draco y sus amigos. No parece un personaje por el que Rowling sienta mucha predileccion, ya que apenas describe su vida interior.
Hermione me ha gustado. Es la chica sensata, lógica, inteligente, que urde estrategias para salvar a sus amigos; es responsable y racional, y tiene compasión hacia los demás seres. Es una maga atípica, en este sentido. Es la mejor consejera de Harry incluso en materia de amores, y le revela lo que ha hecho mal con Cho, la chica que le gusta a Harry.
La figura de Dolores Umbridge ocupa el rol de antagonista, llegando a extremos realmente preocupantes; Dumbledore está oculto hasta casi el final, donde retoma su papel de sabio, poderoso, perfecto y puro; McGonnagall tiene más protagonismo que Dumbledore e incluso protagoniza una violenta escena que la lleva al hospital; Draco es malísimo sin matices; Sirius no me cae bien, y está para lo que esta; Lupin casi no sale; Hagrid es raro... En fin...
En resumen, una novela muy extensa, que no alcanza buena puntuación literaria, pero que fascina como mundo, y que trasciende el ámbito de la literatura para convertirse en un fenómeno social o nuevo mito, como El Señor de los Anillos. Lo que más me ha gustado ha sido lo menos fantástico, aunque al final, Rowling recuerda que escribe para jóvenes y vuelve a las varitas, encantamientos y similares...
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