Nadie en España desea el enfrentamiento con Cataluña, salvo los nacionalistas, que viven de eso y que necesitan el odio, el lamento y el victimismo como dieta diaria. A nadie le gusta practicar el boicot a los productos catalanes y a todos nos gustaría comprarlos y ayudarnos mutuamente, pero el boicot es la única vía de protesta que tiene el ciudadano para responder a las provocaciones, desplantes y agresiones del secesionismo.
En vísperas de la celebración de la Expo 92, Jordi Pujol, por entonces presidente de la Generalitat, visitó Sevilla y compareció ante los medios, en Sevilla, acompañado del presidente andaluz, José Rodríguez de la Borbolla. Reconoció que existía ya por entonces un "problema catalán" que dañaba profundamente la imagen de esa región y a sus productos y habló de que Cataluña tenía que realizar una cuantiosa inversión en afecto y en publicidad para recuperar el terreno perdido en España. Pero la Historia ha demostrado que en lugar de invertir en afecto, Pujol y los suyos invirtieron en odio.
Se mencionó entonces una inversión publicitaria de al menos 5.000 millones de pesetas, durante al menos dos o tres años, necesaria para recomponer el prestigio catalán perdido, pero hoy, ante el brutal deterioro de la imagen catalana, la inversión necesaria para recuperar el afecto y el prestigio perdidos tendría que ser unas trescientas veces más elevada y el tiempo necesario para borrar el drama catalán tendrá que ser superior a una generación entera, un esfuerzo sobrehumano y una cantidad más alta que el total del PIB de Cataluña.
Salvo que se produzca una "reconciliación" y se selle el fin del drama independentista. Entonces, el reencuentro equivaldría a muchos miles de millones de euros invertidos y los odios y rencores empezarían a diluirse rápidamente.
Aunque el nacionalismo es experto en victimismo y en atribuir a los demás sus propios errores y dramas, los catalanes no pueden culpar a España del terrible deterioro de su imagen, del boicot a sus productos y de la angustia que provocan cada mañana a decenas de millones de ciudadanos con sus cansinas reivindicaciones, amenazas, chantajes, insultos, provocaciones y abusos de todo tipo. La enormidad del problema catalán y la antipatía y el rechazo que conllevan se lo han ganado a pulso los políticos catalanes.
Aunque el CIS no lo incluye entre sus preguntas abiertas a los ciudadanos, si lo hiciera veríamos como el problema de Cataluña genera más preocupación y rechazo que el desempleo, la corrupción y la difícil situación de la economía. que se han convertido, año tras año, en el mayor problema de España, junto con el desempleo y la corrupción.
Lo cierto es que, nos guste o no, personajes como Carles Puigdemont, Artur Mas, Oriol Junqueras y otros líderes del angustioso independentismo, todos ellos campeones del odio y la provocación, están provocando daños terribles en la propia Cataluña, a la que han dividido y están arruinando, y en España, donde el independentismo y la burla constante de la ley provocan más rechazo que otros males y demonios familiares de España, como la degeneración de la política, la corrupción, el saqueo de la economía, los recortes innecesarios, los impuestos abusivos, la injusticia y el pésimo gobierno.
Los políticos catalanes se encargan a diario de conseguirlo.
Francisco Rubiales