Harvey Weinstein y las consecuencias de dudar por sistema de las víctimas

Publicado el 18 octubre 2017 por Skuhmm


La entrada de hoy es algo así como un complemento actualizado de la anterior, porque el momento lo pide, y el paralelismo entre ambas situaciones es evidente.
Y es que estos días el mundo ha descubierto que Harvey Weistein, cofundador de la productora Miramax, llevaba décadas utilizando su posición de poder para intimidar, abusar y tratar de conseguir favores sexuales de decenas de mujeres del mundo del espectáculo. Ha sido como quitar la anilla de una botella de refresco agitada: después de la primera oleada de acusaciones de la que se hacían eco The New York Times y The New Yorker, otras muchas mujeres han empezado a dar su testimonio, y ahora descubrimos que muchísimas actrices que todos conocemos habían pasado por trances parecidos con Weinstein. Desde luego, su comportamiento era algo a todas luces recurrente. ¿Y cómo es que nos venimos todos a enterar ahora? Pues ahí está el quid de la cuestión, y de eso quiero hablar en la entrada de hoy.
En realidad ya había habido unas cuantas insinuaciones, por no decir acusaciones, desde hacía años. Están recopiladas en esta entrada de la Wikipedia, y la verdad resulta impactante ver que esto, en el mundillo de Hollywood, era en realidad un secreto a voces. Gwyneth Paltrow dejó el texto entre líneas muy claro ("Weisntein te coaccionará para que hagas alguna cosa"), la malvada Courtney Love lo dijo más claro todavía ("Si Weinstein os invita a una fiesta privada en el Four Seasons, no vayáis"), y más recientemente, en 2013 el humorista y guionista Seth McFarlane hizo una broma de significado bastante evidente en una entrega de premios ("Felicidades, vosotras cinco ya no tendréis que fingir que os atrae Harvey Weinstein"). Al parecer fue su pequeña venganza en nombre de una amiga suya. La broma además tiene su miga, porque incluso si la entendemos como una ironía sobre el cliché del productor que abusa de sus inferiores, queda claro que como sociedad tenemos asumido que estas cosas pasan. Pero no fue hasta ahora, en 2017, que la verdad se ha destapado completamente, y Weinstein empieza a pagar por el daño que ha hecho. Años y años de abusos, y no pasaba nada. ¿Qué ocurría?
Ocurrían dos cosas: que Harvey Weinstein era un hombre poderoso, el tiburón de la piscina, básicamente, y que en nuestra sociedad, cuando una mujer acusa a un hombre de abusos o maltrato, casi la primera reacción es dudar de su palabra. Nos escandalizamos cuando escuchamos que en tal cultura el testimonio de un hombre vale por el de dos mujeres, pero ¿sabéis qué? En Occidente, aunque no esté escrito en ninguna ley, de facto hacemos eso mismo. A menos que, como en el caso de Weinstein, haya varias o incluso muchas acusaciones, lo primero que hacemos es dudar de esa mujer, y la tachamos de cazarecompensas o desequilibrada. Ya una vez vemos que son varias las que acusan, y que sus testimonios básicamente concuerdan, es cuando decimos, ah, pues mira, parece que el río agua lleva...
Sin embargo, seguiremos escuchando la típica defensa de que muchas mujeres denuncian sólo para conseguir dinero y beneficios, como si esta situación fuese la más típica, y no la excepción. ¿Y todavía nos extraña que el escándalo de Weinstein haya tardado tanto tiempo en saltar a los medios? Ante el panorama de que si una mujer denuncia la van a acusar de mentirosa e interesada, y también muy posiblemente que le hagan el vacío profesional y personal, o traten de silenciarla, no es nada raro que al final las víctimas traten simplemente de escapar de la situación en silencio y por su cuenta.
Como en el caso de Zebenzuí González, lo que ha ocurrido es un síntoma más de una tendencia social fuertemente arraigada. En esta ocasión, Harvey Weinstein ya está señalado y fuera de Miramax y con suerte ninguna mujer más deberá sufrir ningún abuso ni coacción por su parte. Pero la pregunta es, ¿estamos aprendiendo algo de este caso, o vamos a seguir igual?