Sesiones en Madrid, Barcelona, Valencia y Alicante. Mi vida pasa, como decía Revolver, por "estaciones, aeropuertos y demás sitios de viaje". Y claro, frecuentando esos lugares, pasa lo que pasa.
El pasado viernes hacía escala en Barajas a media tarde. Tenía que haber cogido un vuelo de Iberia hacia Pamplona a las 18.00, que se retrasó por culpa de una tormenta hasta las 20.00 que fue cancelado y todos los pasajeros incluidos en el vuelo de las 20.00, que se retrasó hasta las 23.00 volviendo a ser cancelado. Sólo quedaba el vuelo de las 22.45, que programaba su salida con retraso a las 00.45, para luego programar un desvío a Vitoria -el aeropuerto de Pamplona estaba ya cerrado- a la 01.25, siendo cancelado sobre las 02.15. Nos prometieron un vuelo de posición que despegaría de Barajas a las 05.00, pero no lo hizo hasta las 06.15
En toda aquella larga espera, me reconoció una joven pasajera del avión que iba con su novio newyorkino a casarse a Pamplona. Ella me había escuchado hacía tiempo en una sesión en la Universidad y pasamos unas cuantas horas juntos riéndonos y charlando acerca de la manera de conseguir el éxito en la vida personal, profesional y matrimonial mientras a nuestro alrededor Barajas se iba quedando impresionantemente vacío.
Un hombre fue a consultar a un sabio para tratar de solucionar los problemas que le acechaban.
- Maestro, vengo desde muy lejos hasta usted porque estoy desesperado, todo me sale mal y no se que más hacer para salir adelante.
El sabio le dijo:
- Puedo ayudarte con esto... ¿sabes remar?
Un poco confundido, el hombre contestó que sí. El maestro le llevó hasta el borde de un lago. Le hizo subir a un bote y le pidió que remara hasta el centro de la laguna.
- ¿Va a explicarme ahora cómo mejorar mi vida? - dijo el hombre advirtiendo que el anciano gozaba del viaje sin más preocupaciones.
- Sigue, sigue -dijo éste- que debemos llegar hasta el centro mismo del lago.
Una vez allí el hombre dejó de remar. Y el maestro le pidió que acercara su cara al agua y le dijera lo que veía.
El hombre, volcó casi todo su cuerpo por encima de la borda de la pequeña embarcación y tratando de no perder el equilibrio acercó su rostro todo lo que pudo al agua, aunque sin entender para qué estaba haciendo aquello. De repente el anciano le empujó y el hombre cayó al agua. Al intentar salir, el maestro le sujetó su cabeza con ambas manos e impidió que saliera a la superficie. Desesperado, el hombre manoteó, pataleó y gritó inútilmente bajo el agua. Cuando estaba a punto de morir ahogado el sabio lo soltó y le permitió subir a la superficie y luego al bote. Al llegar arriba el hombre, entre toses y ahogos, le gritó:
- ¿Está usted loco?, ¿no se da cuenta que casi me ahoga?.
Con el rostro tranquilo, el maestro le preguntó:
- ¿Cuándo estabas bajo el agua, en qué pensabas, qué era lo que más deseabas en ese momento?.
-¡¡En respirar, por supuesto!!
- Bien, pues cuando pienses en triunfar con la misma fuerza con la que pensabas en ese momento en respirar, entonces estarás preparado para triunfar...
Es así de fácil (o de difícil). A veces es bueno llegar al punto de "ahogo" para descubrir el modo en que deben enfocarse los esfuerzos para llegar a algo. Cuando parece que estamos al límite es cuando más oportunidades se nos presentan y más posibilidades tenemos de encontrar esa salida que nos lleve al éxito. Nadie dijo que la vida fuera a ser fácil. Aunque te veas ahogado, aguanta, el aire te llegará y más puro que nunca.