Pero cómo ya he dicho también en otras ocasiones, estos “asuntos” parecen no importar nada a quienes pretenden gobernarnos y solo se acuerdan de ellos cuando han de nombrarlos, de pasada, en discursos de presunta investidura o en momentos similares. Palabras vacuas y faltas de credibilidad cuando se han tenido años y fondos para actuar y no se ha hecho nada.
Las mujeres estamos hartas de ser ninguneadas, de que nuestras voces sean cuestionadas, de que nuestras verdades no sean escuchadas y de que apenas seamos tenidas en cuenta cuando, incluso, de nuestras vidas se trata.
A las mujeres víctimas se las empuja a denunciar y luego se las abandona, como estamos viendo casi cada día. Y encima en los medios de comunicación se hace incidencia cuando no denuncian, de forma que las culpabilizan de su propia muerte por no haberlo hecho. Pero en cambio apenas se cuestiona el papel de las instituciones cuando después de haber denunciado las han abandonado. Es otra cara del patriarcado.
La necesidad de la denuncia para dar credibilidad a las pesadillas que viven estas mujeres e incluso niñas es otra justificación que necesita el patriarcado para comenzar a creer en esas verdades que ellas manifiestan. La no concesión de medidas de protección cautelares es más de lo mismo: cuestionar sus realidades con el peligro que ello conlleva para las vidas de esas mujeres. El proceso judicial al que son sometidas pone a prueba su fortaleza emocional e incluso intelectual, pese a saber todos los agentes implicados, los duros y delicados momentos que estas mujeres atraviesan. No importa que sea otra forma de maltrato. Lo practican. Y no pasa nada. Nunca pasa nada en estos casos.
Cuando se habla de prevención y se habla de las escuelas, no se habla más que con la boca pequeña. Los fondos han sufrido recortes tras recortes y se han quedado bastante diezmados. De modo que esta prevención queda, en demasiados casos, para el voluntarismo del personal docente con un claro compromiso en este tema. Pero ese compromiso no siempre está generalizado. Bueno, en las formas y en la teoría sí lo está, pero en el fondo tengo mis serias dudas. Y sé de lo que hablo.
Cuando el personal docente comprometido en el tema de la prevención de la violencia de género y en todas las formas de violencia busca espacios para hacer su tarea, se queda apenas con las horas de tutoría y con “los días internacionales de…”. Al cargarse asignaturas como filosofía o educación para la ciudadanía, también se han cargado las horas en que se enseñaba a pensar y a cuestionarse las cosas al alumnado. Y eso se acaba notando.
Y me preocupa mucho que las víctimas que pueden sobrevivir a este tipo de terrorismo sean siempre víctimas de segunda, tercera o cuarta categoría. Me preocupa porque esto significa que, de nuevo, el patriarcado está consiguiendo uno de sus objetivos: imponer su terror y quedar impune.
Que las víctimas sean maltratadas por las instituciones que deben protegerlas es, para mí, un claro ejemplo de que esas instituciones han asumido el discurso patriarcal. Y, por supuesto, que lo están practicando con absoluto descaro.
Que no se las crea, que se las juzgue socialmente, que sean las propias víctimas las que tengan que demostrar que lo son y se presuponga la verdad de los maltratadores buscando justificaciones de cualquier tipo para no imponer medidas cautelares que protejan a las víctimas son, sencillamente triunfos constantes del patriarcado que sigue transformándose para mantenerse y mantener sus privilegios a costa, incluso, de las vidas de las mujeres.
Que en reuniones familiares se hagan comentarios con el tema de la violencia machista con argumentaciones peregrinas para acabar haciendo bromas o chistes del sufrimiento de tantas mujeres, es deleznable, pero sigue ocurriendo. Y mientras, el patriarcado campando a sus anchas.
Ha sido una semana dura, muy dura, porque ante mis ojos, ante nuestros ojos entrenados para detectar esa necesidad patriarcal de justificarse y, por tanto de justificar incluso los asesinatos, hemos visto cómo han sido asesinadas mujeres a quienes se les negaron medidas cautelares de protección y que acabaron siendo asesinadas.
Hemos visto como otra mujer fue brutalmente violada y torturada porque las instituciones tampoco la creyeron y ella asegura que acabará siendo asesinada por su agresor malnacido. Y, mientras el casi perenne silencio institucional que sirve de paraguas al patriarcado se expande.
Hemos visto cómo a una niña la maltrataban sus compañeros en su colegio y no la creyeron ni a ella ni a su madre argumentando que eran “cosas de criaturas” y la niña acabó en el hospital, mientras sus agresores solo recibían una charla disciplinaria por parte del equipo directivo del centro, hasta que desde otras instancias actuaron con mayor contundencia.
Y han habido otros casos en mi universo particular a lo largo de la semana y sobretodo en el ámbito docente que por respeto a las criaturas no voy a mencionar. Pero de entrada y de nuevo las voces de las niñas, sus madres y las mujeres agredidas y asesinadas han sido cuestionadas. Y de nuevo el patriarcado sale reforzado.
No voy a negar que estoy muy enfadada con las instituciones que re-victimizan y machacan de nuevo a las mujeres.
Tampoco voy a negar que algunos pasos se han avanzado, pero queda tanto por hacer…
¿Hasta cuándo vamos a tener que vivir estas situaciones tan injustas y tan vejatorias para con las propias víctimas?, ¿Hasta cuándo aguantaremos esta dejación de funciones por parte de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial, con claros sesgos patriarcales, que permiten que las mujeres seamos asesinadas y maltratadas de tantas maneras diferentes y siga sin pasar nada?.
Evidentemente la esperanza es lo último que se ha de perder y la necesidad de seguir en las trincheras de las denuncias públicas de estas situaciones y otras similares impide pensar en otra cosa que no sea unir fuerzas y seguir hacia adelante.
Y eso es lo que voy a seguir haciendo. Lo que vamos a seguir haciendo muchas mujeres valientes y fuertes, incluso algunas de ellas con riesgos de amenazas físicas. Y, por supuesto que en este camino nos acompañan hombres conscientes de estas situaciones.
Ben cordialment,
Teresa