La queja del Defensor del Pueblo Andaluz no es sólo suya, es la voz común de la mayoría de los ciudadanos. Cualquiera que aplique el oído a lo que está pasando puede comprobar que eso es verdad. Cada día podemos constatar que nuestros parlamentarios no son capaces de ponerse de acuerdo para conseguir un pacto en defensa de los ciudadanos. En toda intervención política socialista está presente la confrontación y la acusación de que la culpa es del PP; y asimismo, la intervención del PP carga reiteradamente el muerto sobre el PSOE.
Por lo visto, estos señores no se han enterado aún de que los hemos elegido para una sola cosa, defender los derechos del ciudadano y conseguir una sociedad más justa. Si no son capaces de realizar esa misión, deberían marcharse y dejarse de peleas chulescas que no consiguen sino matar el tiempo y marear la perdiz. Si dos o más políticos no saben hablar en democracia sin insultarse o no pueden ponerse de acuerdo para conseguir un pacto a favor del pueblo, es que son “malos políticos”. No es esa su misión ni la supuesta vocación, ni el pago de su salario.
Por la confrontación no llegamos al acuerdo, es por convicción y por ética. No se habla de principios, ni de fundamentalismos, ni tampoco de mezclar el café con la leche y el azúcar, sino de llegar como demócratas a un diálogo serio y respetuoso, donde la verdad encuentre el puente necesario para el pacto y la solución a los problemas, y no el encierro en las ideologías, como si la verdad sólo fuera patrimonio de algunos.
Es curioso observar en las asambleas parlamentarias las intervenciones de los portavoces. Comienzan con el tratamiento cortés de “Vuestras Señorías”. Hacen un análisis sesgado de la respuesta al contrario, Y acaban diciéndole que son unos embusteros y unos sinvergüenzas. Mientras más grosero es el final, más aplausos arranca de sus compinches.
Lleva razón el Defensor del Pueblo para decir lo que ha dicho, “que todas las instituciones y partidos políticos tienen que dignificar la política y luchar porque no haya corrupción ni fraudes como el caso de los ERES, porque los ciudadanos están hasta el gorro de los políticos”.
JUAN LEIVA