Hasta los mismísimos

Publicado el 16 marzo 2013 por Moisesorta @ortainsession
            Cinco años dedicado a la educación primaria; cinco años aguantando burlas, ofensas y menosprecios hacia mis estudios y profesión.  Está de moda reírse de los maestros y, personalmente, no veo qué interés  se puede tener  en desprestigiar un oficio del que prácticamente no se conoce nada (Ni siquiera yo, tras todo lo trabajado, alcanzo a comprender todo). Incluso personas incapaces de terminar sus carreras o, sin ir tan lejos, aprobar  un bachiller, se permiten el lujo de mirarme por encima del hombro ¡A ver si voy a ser tontito y no me había dado cuenta! Hablar sin tener ni idea es una costumbre peligrosamente extendida, y lo peor es que quienes la practican ni siquiera se percatan. Hablar por hablar...Criticar y juzgar de oídas... "Si lo dijo no sé quién será verdad". Nunca me ha atraído desprestigiar oficios, sencillamente porque no tengo ni idea de lo que otros hacen o dejan de hacer.  Supongo que cualquier persona que decide dedicar su vida a algo merece un respeto. Cuando critico, critico a los míos, pues de eso es de lo que entiendo. Que yo sepa, incompetentes hay a puñados en todas partes. No los busquen en casa del vecino, quizás les baste con mirarse al espejo.
¿Ya has terminado la universidad? ¡Vaya! ¿Qué estudiaste?Magisterio(Defraudado) Bah, pero eso es fácil; no tiene mérito.
                      Conversaciones como esta he tenido a patadas. Algunas veces me hierve la sangre; otras simplemente me callo y les doy la razón como a los tontos. Para muchas personas sólo existen dos puntos de vista: el suyo y el equivocado. Si tratas de defenderte y comentas algo que rompe sus esquemas, simplemente alzan la voz y alegan que es mentira. Primeramente...¿Desde cuando se estudia una carrera porque sea difícil?, y segundo ¿Han estudiado magisterio o trabajado como profesor para poder hablar con tanta ligereza?. Es tan absurdo como quien tras una carrera de F1 suelta "¡Estaba claro que había que poner neumáticos intermedios!", y lo dice desde su sofá mientras pela unas pipas. O vivo rodeado de superdotados o no me lo explico. También están los que dicen "Yo tuve un amigo de magisterio y se pasaba el día pintando y cantando chorradas". Dudo mucho que su amigo se pasase así todo el día, más que nada porque en tres años yo sólo hice un par de manualidades (En plástica, asignatura de libre elección).   También dudo mucho de que, hablando así de él, siga siendo su amigo. De todos modos, poniéndonos en el supuesto de que sólo cantamos y pintamos, no es a nosotros a quienes debieran criticar. Más bien a los profesores de universidad, todos ellos licenciados y doctorados. Diré más, ojalá me hubiesen hecho cantar. La canción es uno de los métodos más efectivos para la enseñanza de las lenguas (Y no lo digo yo, lo dicen verdaderas eminencias). 
Las canciones contienen lengua auténtica, proporcionan vocabulario y gramática, permiten trabajar la pronunciación y favorecen tanto el conocimiento de los aspectos culturales de la lengua de estudio, como la asociación de la lengua a la cultura. A todo esto hay que añadir el poder de la música para estimular las emociones, la sensibilidad y la imaginación sin olvidar las consecuencias que se derivan de la capacidad que poseen las canciones para “engancharse” a nuestra memoria.
                    Existe la estúpida creencia de que, como enseñamos cosas aparentemente sencillas, nuestro oficio es sencillo "Para enseñar los animalitos y los colores no hace falta una carrera" . Permítanme que me descojone de su ignorancia. Enseñar a un niño las letras, los sonidos, los números, los días de la semana, los meses o algo tan evidente como distinguir entre derecha e izquierda, es doscientas veces más complicado que enseñar la aplicación de fórmulas matemáticas a un ingeniero. Deténganse un instante, eliminen de sus cerebros todas esas concepciones absurdas, y piensen por un momento que un niño no sabe NADA ¡A un niño hay que enseñarle hasta a coger el lapicero! Yo mismo he dado clases a adultos y es un paseo en comparación. Enseñar a leer y a escribir es un completo quebradero de cabeza y las profesoras de infantil lo consiguen diariamente con 27 renacuajos en el aula ¡Me quito el sombrero ante ellas! Mostrarles la diferencia entre una suma y una resta es casi escalar una montaña, por no hablar de cuando les introducimos los decimales. De hecho, si no fuera por nosotros los maestros, esos que ahora se nos ríen serían completos analfabetos.