“No tengo nada contra Marta Sánchez ni contra su idea de ponerle letra al himno de España. Tampoco tengo nada a favor, la verdad, porque me parece algo tan cursi y relamido que echa para atrás. Pero, bueno, es mi opinión; Marta Sánchez es una artista y con su arte puede hacer lo que le plazca. Lo que sinceramente no podía imaginar es el nivel de ridículo sin paliativos al que se han abocado algunos políticos proponiendo que esa letra se convierta en oficial, que se cante ya en la próxima final de la Copa del Rey de fútbol o que incluso el presidente del Gobierno haya proclamado que, donde se habla de amor, de Dios, de rayos de sol, de rojo, de amarillo y de corazón, entre otras cosas, dice Rajoy que esa letra representa a una inmensa mayoría de españoles. Yo, sinceramente, siento vergüenza ajena leyendo ese tuit, o el de Albert Rivera glosando la valentía de Marta Sánchez, como si esto fuera un acto heroico”. Con estas palabras salía el lunes el periodista, Carles Francino, a opinar en “La Ventana” sobre lo que algunos opinan de la opinión de Marta Sánchez. “Es muy penoso –decía el locutor– todo, mucho, de verdad; y solo el vendaval patriotero que se ha levantado como respuesta al independentismo catalán explica esta falta de pudor. Lo malo es que algunos podemos criticarlo, podemos hacer bromas, pero hay gente que se lo toma en serio, muy en serio. Y además el trasfondo es peligroso: sí, porque ahora ya estamos enfangados en discutir sobre la lengua, en utilizar la lengua como arma arrojadiza. Nos faltan dos telediarios para que alguien diga que si ya tenemos el castellano, para qué carajo nos marean con otros idiomas; estamos a un punto así de que esa corriente de pensamiento salga de las catacumbas. Y esta, créanme, sería la penúltima estación antes del desastre total”. Y Francino remataba: “Lamento repetirme, ya sé que me lo han escuchado en otras ocasiones, pero estoy de banderas -del color que sean- y de patrias -y ahora de himnos- hasta los mismísimos”….
Por otra parte, en los EEUU, otra cantante, Stacy Ann Ferguson, de 42 años, hacía una versión muy cuestionada de su país, con ocasión del partido de las estrellas de la NBA, el All Stars. La que se diera a la fama como Fergie, vocalista de The Black Eyed Peas, era duramente criticada por la versión del himno que, para sus compatriotas, era casi una cuestión de Estado. Fue tan extraña su forma de cantar el himno que algunos jugadores de baloncesto allí presentes tuvieron que controlar su risa para no romper a carcajadas. A algunos les gustó, pero la mayoría de comentaristas de televisión se sintieron muy extrañados, al ver cómo Fergie quería dar su toque sexy y sensual a este cántico, y comenzaron los comentarios sobre su vestido, la altura de su falda y si era conveniente o no que diera esta versión del himno con esos aires. Fergie ya ha reaccionado y ha dicho pasar de la mayoría de las críticas. En todo caso, ha dado a entender que admite que no es la mejor versión posible para este momento tan patriótico: “Soy una persona que toma riesgos artísticamente, pero, claramente, con esta versión no conseguí el tono que pretendía. Quiero a este país y, sinceramente, intenté hacerlo lo mejor posible”.
En cambio, Marta Sánchez está convencida de que ella, apoyada por los políticos de derecha, ha acertado. E insiste sobre la idea de que la inspiración le llegó como española que tuvo nostalgia de tierra. Y la cantó en el Teatro de la Zarzuela para conmemorar sus 30 años de carrera musical. “No me hace más feliz la felicitación de Rajoy o la de Rivera –dijo al periodista, Carlos Alsina–, me hacen ilusión todas las felicitaciones porque provienen de los españoles”. Además, declaró estar más que feliz por la repercusión y sueña con que algún día sea oficial para la Marcha Real que representa a todos los españoles porque “si mi letra acaba siendo la letra del himno, puedo irme a la tumba tranquila”. Musicalmente, explica, “fue un flash que tuve un día y ha sido el himno porque es una música que nunca la habían hecho en balada, sino que era más una marcha con un ritmo incómodo y duro, nada melódico”. Por esto Marta no entiende el revuelo originado. Y dice estar “totalmente abrumada e incrédula con todo lo que se ha liado. No doy crédito”.