Hasta siempre, Chavela

Publicado el 06 agosto 2012 por Miranfu

No acostumbro a escribir obituarios, pero la ocasión, tristemente, lo merece. Hoy 5 de Agosto de 2012 ha fallecido Chavela Vargas, una mujer que, según un amigo "más que cantar, lloraba" y cuya muerte me apena más de lo socialmente permitido para un desconocido. Chavela era, posiblemente, el último icono vivo de ese México lindo y querido que tanto me, que tanto nos, que tanto les gusta, aquel México de Frida y Diego a quienes ella tanto quiso. Se lo dejo en unas palabras de Elena Poniatowska, otra mexicana de pro:

Era un México pequeño, accesible, cálido, en el que se daba esa "cultura del encuentro" como la llamaba Sylvia Navarrete, los amigos llegaban a sentarse en un café a platicar. En el Sanborn's de la Casa de los Azulejos desayunaban Catita Sierra, Andrés Henestrosa, el Chato Noriega (...) México era una piñata llena de sorpresas y todos podíamos darle sin perder el tino. El país, recién salido de la revolución, florecía. La región más transparente sería la cuna de las artes. El orgullo de ser mexicano se mecía en la vestimenta de las mujeres, en los antojitos, moles y aguas frescas, en las colecciones de arte prehispánico, en el Tamayo’s pink, en el azul añil de la casa de Frida Kahlo, en el rigor de Luis Barragán, en los ángeles de papel de china que pintaba Chucho Reyes Ferreira en un dos por tres. José Vasconcelos había inventado la raza cósmica, ser moreno era una distinción, Dolores del Río lo confirmaba y los nuevos programas de educación ensalzaron al indígena, la visión de los vencidos fue la que prevaleció. Emiliano Zapata y Francisco Villa, grandes héroes populares, tenía un sex appeal que se prolongaba en los nuevos revolucionarios.


Posiblemente muchos de ustedes conozcan la vida y la obra de la Chavela. Chavela merece estar en Sicalipsis Now no por ser mujer, no por ser lesbiana, o por ser mexicana (parece que sea una constante en este último año); Chavela merece aparecer aquí porque Chavela fue el cambio: cuando la ranchera era un género masculino, cuando las mujeres decentes llevaban faldas largas y las indecentes las llevaban cortas, Chavella llevaba sus pantalones y cantaba las mismas canciones que los hombres, fumaba, se emborrachaba y se metía en peleas. Chavela salía con su gabán rojo, con su pistola, y cantaba las sandungas, las lloronas, y las macorinas. Y se bebía todo el tequila de México.

Fue José Alfredo Jiménez (el rey), quien le compuso muchas de sus canciones, el que la llevó a la música, primero a las calles y luego a los estudios: para entonces, Chavela, que nunca había sido especialmente bonita, tenía ya 40 años, era 1961, y el mundo deseaba y esperaba a una mujer libre, independiente, aunque sufridora, y que llevara, no solo literalmente, los pantalones. Chavela no tuvo una juventud fácil y eso le daba más puntos para con la intelectualidad. Chavela se convirtió así en un paradójico icono de la tradición, del México del tequila, las Lloronas y los narcos, pero a la vez era también la voz de la modernidad. Como (acaba) de decir Joaquín Sabina, "Chavela no vendía una voz, vendía un estilo": Chavela prescindió del mariachi y su tono festivo, y dotó así a las rancheras de un tremendo, aunque intrínseco, tono desolador.


Chavela siguió cantando hasta sus últimos días, hasta las últimas semanas. Fue España, mi país, el lugar donde dio su último concierto, tocando su nuevo disco con poemas de García Lorca. No se si esto debiera ser una ofensa o un honor, pero cuando Joaquín Sabina le cantaba aquello de "que el fin del mundo te pille bailando, que el escenario me tiña las canas" parecía una especie de profeta: Chavela muere hoy a los 93 años, después de una vida larga y completa, habiendo conquistado naciones, corazones y reconocimientos.
Cuando pienso en Chavela, me acuerdo de ese "tal José Alfredo" que también conocía Sabina (y que al fin, y al cabo, es también como le conocieron muchos de los que ahora me leerán), y no pienso en un rey, sino en una reina (fíjense en la letra si no la conocía). Les dejo con la música, que a fin de cuentas es lo que importa:
Yo sé bien que estoy afuera pero el día en que yo me muera sé que tendrás que llorar Llorar y llorar llorar y llorar Dirás que no me quisiste pero vas a estar muy triste y así te vas a quedar Con dinero y sin dinero hago siempre lo que quiero y mi palabra es la ley no tengo trono ni reina ni nadie que me comprenda pero sigo siendo el rey Una piedra del camino me enseñó que mi destino era rodar y rodar Rodar y rodar rodar y rodar Después me dijo un arriero que no hay que llegar primero pero hay que saber llegar Con dinero y sin dinero hago siempre lo que quiero y mi palabra es la ley no tengo trono ni reina ni nadie que me comprenda pero sigo siendo el rey.

La mayoría de culturas precolombinas creían que sus dioses habitaban en las montañas, por eso colocaban ahí sus santuarios, y cuando no podían, les construían montañas artificiales (las pirámides de plataformas) para acercar su morada a las ciudades. Justamente, Chavela se fue hace unos años a vivir junto a un cerro, el Chalchi, en Morelos, y allá, entre chamanes le vino le inspiración: poca gente, si alguno, saca un disco a los 93 años. 
Porque se puede vivir deprisa, pero no hace falta morir joven.