Hatra, la batalla que ganaron los escorpiones

Por Ireneu @ireneuc

Escorpión amarillo

Las épocas de crisis, si algo tienen de bueno, es que agudizan el ingenio de la población. Este ingenio se traduce en más creatividad y capacidad para buscar soluciones a problemas serios, que de otra forma simplemente no se desarrollarían. Esto ha ocurrido en todas las situaciones de crisis de la humanidad y pocas cosas más críticas hay en nuestra historia que las guerras, que al poner la vida en peligro, la mente humana enciende su bombilla con la potencia de un foco de un estadio de fútbol. Esta situación de lucidez mezclada con desesperación hizo que en la antigüedad se llegasen a utilizar escorpiones en la guerra. Lo gracioso del asunto es que, incluso, funcionaron.

Septimio Severo

Año 198-199 después de Cristo. Septimio Severo, emperador del Imperio Romano, no estaba a partir un piñón exactamente con los partos, un imperio limítrofe con el romano, y que se extendía -en sus mejores tiempos- desde Siria hasta prácticamente la India, incluyendo dentro de si el antiguo imperio persa. Partia era competidor de los romanos por el control del Mediterráneo oriental, y tenían continuos roces fronterizos, lo que provocaba constantes escaramuzas por un quítame allá esos territorios que se arrastraban desde los tiempos de Nerón.

Imperio Parto

Las continuas batallas eran auténticos choques de trenes que no acaban de decantar las balanzas generales de las victorias hacia unos u otros, ya que si bien unas veces los romanos les daban la del pulpo a los partos, otras veces eran los partos los que dejaban bien arregladito al ejército de Roma, volviendo a dejar el cómputo general en tablas.
Así las cosas, Septimio Severo intentó capturar la ciudad parta de Hatra, las ruinas de la cual se sitúan en las cercanías de Mosul, en  la actual Irak. Sin embargo, Hatra, cual aldea de Astérix, repelía una y otra vez los ataques de las escuadras romanas, lo cual llenaba de orgullo y satisfacción al iniciador de la dinastía de los severos. 

Columna de Trajano en Roma

El sevillano emperador Trajano, en el 116, a pesar de vencer al ejército parto -que le llevó a construir la conocida Columna de Trajano- no pudo doblegar la fuertemente defendida ciudad de Hatra. Casi un siglo después, los romanos volvían a intentar hacer caer Hatra con Septimio Severo al frente, pero las tácticas novedosas que utilizaron esta vez los partos hicieron desistir a los romanos de intentar conquistarlos.

Torre de asedio

Septimio Severo envió sus potentes máquinas de guerra para poder vencer la resistencia de la ciudad, tales como las torres de asedio. Sin embargo, los resistentes partos decidieron utilizar nafta encendida sobre las torres de asedio romanas para repelerlos. La nafta, como derivado del petróleo (recordar que en Irak, el petróleo manaba espontáneamente del suelo) empapaba de mala forma las estructuras de madera y piel y, encima, era imposible de apagar, porque el agua avivaba las llamas. A pesar de ello, los romanos no cejaron en el empeño de derrotar a los partos e hizo avivar, aún más si cabía, la imaginación a los cabezotas habitantes de Hatra.

Réplica de una vasija utilizada

Efectivamente, ante la desesperada situación, los hatrianos decidieron utilizar contra sus sitiadores una novedosa arma biológica que hizo las "delicias" de las legiones romanas encargadas de luchar contra ellos: los escorpiones. Para ello, los partos cogieron todos los escorpiones que pudieron del árido territorio que envolvía la ciudad y los metieron dentro de vasijas de barro, las cuales lanzaban a los soldados romanos. Éstas, al romperse en medio del fragor de la batalla, dejaban en libertad a los escorpiones, los cuales, al encontrarse en tal "fregado", se liaban a picar a diestro y siniestro hasta dejar secos sus aguijones. Los soldados, afectados por los picotazos, no estaban preparados para contrarrestar el veneno y causaron enormes bajas, lo que fue decisivo para que Septimio Severo se decidiera a retirar la ofensiva contra Hatra.

Ruinas de Hatra, en Irak

Sea como sea que los escorpiones se llevaron la fama, según algunas fuentes las vasijas de barro, no solo contenían escorpiones, sino que también incorporaron a esas bombas "biológicas" todo tipo de insectos venenosos voladores, entre ellos abejas y avispas. El ataque de estas avispas combinadas con el ataque letal de los escorpiones, convirtieron a los legionarios romanos en auténticos alfileteros humanos, los cuales acabaron por retirarse y dejar en paz a los partos.

Arqueros partos

Los partos acabaron por ser los vencedores de aquella batalla gracias al eficaz papel de unos pequeños pero temidos (y temibles) insectos. Sin embargo, el que realmente venció fue el ingenio humano, ya que la desesperación y el miedo obligaron a los sitiados a poner en marcha su materia gris para buscar soluciones efectivas. Ojalá la humanidad no necesitase de encontrarse entre la espada y la pared para actuar con inteligencia y así, de esta forma, sacar todo su potencial creador. Posiblemente, a estas alturas, tendríamos un mundo mucho mejor del que tenemos.

Los escorpiones, un arma temible


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