Estoy escribiendo y me pregunto si hay alguien al otro lado de la pantalla con disposición a leer esto. Alguien a quien le interesen los motivos por los que he pasado meses sin escribir y ahora vuelvo. Porque tan importante son unos como otros. De hecho para mi son más importantes los de volver que los de irme.
Al otro lado hay alguien.
El último post (anterior a este) es de Agosto de 2019 hace unos 9 meses que no aparezco por aquí. Primero pensé en darme el mes de descanso. Relajarme durante Agosto y ya si eso volver el Septiembre con más ganas. Pero nunca sucedió.
Llevaba un tiempo algo rara, me costaba escribir. No sabía muy bien qué es lo que quería contar pero a la vez tenía esa presión propia que me decía que tenía que publicar al menos dos veces por semana. Que mala es la presión y la autoimpuesta casi peor.
Sabía que al otro lado de la pantalla había alguien, muchas personas, esperando ver qué es lo que escribía. De qué iba a hablar. Y de repente eso me impactó de una forma que nunca antes lo había hecho. Sentí que lo que fuera de lo que hablara tenía que ser importante y causar impacto.
De repente le puse expectativas a todos esos alguien. Y no pude con ello.
A este lado no hay nadie.
Me hice pequeña en un momento. De repente sentí que no era capaz de dar a la gente lo que me pedían. Y en realidad esas peticiones solo estaban en mi cabeza, nadie me había dicho nada. Pero ahí estaba algo dentro de mi que me decía que ninguna idea de las que se me ocurría era lo suficientemente buena como para escribir sobre ella.
Y luego las ideas simplemente desaparecieron. No había absolutamente nada de lo que escribir. Me había quedado horriblemente vacía.
Lo cual no me había pasado prácticamente nunca. Desde que me conocéis por aquí siempre he tenido ideas y proyectos. Puede que hubiera momentos más activos que otros, pero siempre he compartido cosas. Creativa y creadora dice mi perfil. Y me identificaba absolutamente, hasta entonces.
Ni creativa ni creadora.
Todo se había reducido a cero y ahí empezó la cuesta abajo. Si no podía escribir, ya no solo aquí en el blog sino las novelas en las que estaba trabajando y también mi blog literario. Todo pasó de 100 a 0 en pocos días.
Si no tenía nada de lo que escribir tampoco tenía nada de lo que hablar así que los podcast también desaparecieron y los emails mensuales. colgué la cámara de fotos y ya no había nada que compartir en redes sociales. Todo desapareció. Y al desaparecer todo eso me quedé en una zona vacía en la que no sabía quién era yo, a qué me dedicaba qué es lo que me definía como persona porque todo lo que hasta ese momento era yo había desaparecido.
¿Adiós a las musas?
No fue que no tuviera inspiración. Porque hasta ese momento había trabajado duro y tenía mil ideas guardadas para posts en este blog. Tenía muchos temas de los que quería hablar aunque requiriera cierta investigación y trabajo. Las novelas estaban prácticamente escaletadas. La fotografía nunca me había supuesto un problema me gusta hacer fotos de piedras y cables, no tengo una necesidad de hacer fotos de portada para nadie.
Simplemente no me podía colocar a “este lado” porque no podía tolerar la idea de que hubieran alguien al otro lado. Una persona que juzgaría lo que estaba diciendo, si estaba bien dicho, si era correcto, si era importante, necesario… Me puse a mi misma bajo una supervisión extrema que obviamente era incapaz de superar con éxito.
Y entonces afectó a mi vida social real. Tampoco podía con la idea de que alguien a mi alrededor me tuviera delante. Estaba segura de que me estarían evaluando desde física hasta mentalmente. Por cualquier cosa que hiciera o dijera. Así que fui desapareciendo y encerrándome. Cuanta menos vida social menos exposición y cuanta menos exposición menos posibilidad de que me evalúen. Si no me evalúan la evaluación no puede ser negativa.
Alguien piensa cosas de ti.
Obviamente soy consciente de que todo esto era paranoia. Que eran miedos irreales e infundados. Nadie me estaba evaluando para nada, pero yo si lo estaba haciendo. Mi mente no me dejaba en paz en ningún momento y en cada cosa que evaluaba sobre mi comportamiento salía perdiendo.
En septiembre Loki comenzó en el colegio y no pude evitar compararme con las demás madres. Cómo se comportaban con sus hijos y sus hijos con ellas. Lo que decían que hacían y cómo lo hacían. Pensaba obviamente que ellas también me estaban evaluando. Y las profesoras también.
Es un desgaste horrible estar constantemente esperando una aprobación que nunca llega y siendo absolutamente crítica contigo misma. La ansiedad me pudo. Entonces hice lo que me pareció más razonable. Encerrarme. Desaparecer.
A través de la ventana.
Me convertí en mera espectadora de todas las cosas. Pero no era suficiente con no exponerme porque como digo mi mente quizás no estaba creando historias para mi novela, guiones para el podcast o ideas para el blog pero no por eso dejaba de funcionar. Me estaba criticando de forma constante, sin descanso, cada vez más crítica. Así que empecé a leer de forma compulsiva para callar mis pensamientos. Tenía que estar leyendo constantemente para que mi mente estuviera atenta a otras cosas y no me prestara atención a mi.
Creo que no he leído más libros en toda mi vida.
Es una adicción relativamente sana, no me he dado a las drogas ni al alcohol pero sigue siendo una huída de la realidad. Si echáis un vistazo a mi perfil de GoodReads podéis ver que sigo a tope con este “mal” hábito que he desarrollado para huir de mi misma.
Así que empecé a mirar mi propia vida a través de una ventana, como si no fuera conmigo porque si iba conmigo, si yo era la protagonista de la historia, entonces todo estaba mal hecho y era todo mi culpa. Me evadí viviendo en historias de otros.
El punto positivo.
La cosa es que al elegir esa forma de lidiar con mi realidad (que no es para nada sana) descarté otras opciones. Dejé de lado las autolesiones, que han formado gran parte de mi vida y han supuesto un punto en el que tenía que hacer algo para parar y en las últimas ocasiones eso ha sido un ingreso.
Así que me di cuenta de que estaba haciendo algo mal. Y como no había sucumbido a la autocrítica porque me había evadido de ella no había llegado al punto en el que he estado enganchada los últimos años que es el de si tan mala soy y para tan poco sirvo mejor me quito de en medio. Esta vez no llegué a ese pensamiento. Quizás por la lectura, quizás porque he evolucionado, a lo mejor por cosa del tratamiento o la terapia. No sé de quién es la culpa. eEro las cosas fueron diferentes.
Así que recapacité. Volví a terapia (porque en mi encierro incluso había dejado de ver a mi terapeuta) y le expliqué cómo se había ido todo a la mierda. Empezamos por lo básico: salir de la cama, volver a ducharme, hacer la comida. Y es que me había encerrado tanto que solo cumplía con lo mínimo que era prácticamente todo lo relacionado con Loki.
Y aquí estoy.
Después de meses de caer por la pendiente y tratar de volver a subir por la rampa que había caído me encuentro de nuevo en la casilla de salida. Y es que los últimos años de mi vida son un poco así una montaña rusa en la que cada vez que parece que todo se ha calmado me encuentro de nuevo al comienzo del camino.
Han aparecido las ganas de hablar con otras personas, las ganas de compartir lo que tengo dentro. Pero sobretodo ha desaparecido el miedo irracional a qué pensará alguien que lo lea o lo vea. El miedo a la crítica constante.
Y eso no quiere decir que mi voz interna se haya quedado en silencio, ni mucho menos. Sigue ahí. Pero ahora tengo la fuerza suficiente como para pelear contra ella.
Así que aparezco por aquí y quiero seguir apareciendo, sin presión (propia o externa).