Se acerca el día comercial de las madres y yo quiero agradecer a la mía por haberme dado la oportunidad de conocer muchas de las cosas que ofrece la vida. Nuevamente es un tópico porque todos deberían ser sus días, pero así como hay un día grande para los países, este debería ser un día grande para las familias, no con el enfoque consumista de siempre sino un momento de reflexión en el que pensemos en nuestras madres, tías, abuelas, en todas esas mujeres madrazas que siguen luchando por sacar adelante una familia en desigualdad de condiciones, en sociedades que aún no han avanzado lo suficiente para darles el lugar y los derechos que históricamente se les han negado.
No debería llamarse día de las madres sino día de reflexión por la dignidad de tantas y tantas mujeres de países donde les pisotean.
Hoy no estoy pensando en regalar una rosa a mi madre, estoy pensando en las flores que adornan las tumbas de tantas mujeres que han entregado sus vidas por causas nobles; hoy no estoy pensando en hacer una fiesta a las madres, estoy pensando en lanzar un grito que se oiga por todo el mundo en donde miles de madres ven morir a sus hijos de hambre, a sus esposos en las guerras, a sus familias perdidas en los extremismos religiosos.
En Mayo los medios de difusión se volcarán en todo tipo de mensajes invitando al consumo, a que se regale algo a esas mujeres, pero dudo mucho que alguno se tome la molestia de reivindicar los derechos de las mujeres, madres trabajadoras, mujeres como las de Burundi que mueren por miles en el parto; la ONU dice que cada tres segundos muere de hambre un niño pero no se menciona a la madre que sufre por la impotencia de verlo morir en sus brazos y no tener nada que ofrecerle para salvarle la vida.
Día de la madre, si señores, pero hay madres de madres.