La oposición, al rechazar el decreto, no estuvo a la altura, pero el gobierno lo estuvo menos porque el problema de los estibadores, un sector laboral español cerrado y protegido por un sistema sindical duro, que ha conseguido un trato elitista, con sueldos y ventajas espectaculares que convierten a los puertos españoles en los más caros y menos competitivos de Europa, viene arrastrándose desde hace tres años y el actual gobierno, cuanto tenía mayoría absoluta en 2014, pudo haberlo solucionado, pero no lo hizo por temor a sufrir perjuicios electorales en 2015, toda una bajeza típica de la política española.
La mejor manera de argumentar la necesidad de un cambio drástico en la política española es reproducir unos párrafos de mi último libro, "Democracia Severa", publicado por Tecnos en 2015.
"Para conseguir ese nuevo sistema, más inviolable, justo y democrático que el actual, no hay otro camino que movilizar a los ciudadanos para que defiendan la nueva política en las trincheras de la protesta y la rebeldía, blindar la democracia con nuevas leyes y normas más severas y colocar el actual sistema bajo arresto.
Las causas de la catástrofe de la política española son muchas, pero hay dos que sobresalen:
• los ciudadanos se desentendieron de la política y cometieron el terrible error de dejarla en manos de los políticos;
• los políticos y sus partidos abandonaron los valores democráticos, se corrompieron y traicionaron a la ciudadanía y a la misma democracia.
El resultado es fatal. En muchos países, la democracia es ya una dictadura camuflada donde los ciudadanos y las leyes carecen de fuerza porque, con la ayuda de muchos jueces, intelectuales y propagandistas, el sistema ha sido desvalijado.
Despojada de sus valores y principios básicos, la democracia, sin haber sido defendida por los ciudadanos, quedó reducida a una maquinaria trucada donde el abuso es posible y transformada en un ropaje que oculta ante la ciudadanía y la opinión pública una despreciable dictadura de partidos, políticos, potentados y burócratas, sin valores, sin protagonismo ciudadano y sin límites suficientes para limitar el poder de las élites.
Descalificar un sistema político como la democracia, vigente en más de medio mundo y todavía con prestigio, es una gran osadía. Pero es una osadía justificada porque el viejo sistema ya es inservible y la regeneración es reclamada a gritos. La actual democracia degradada es una enferma incurable y su ciclo histórico está acabado porque es una máquina que difunde la injusticia y que en lugar de enaltecer envilece y hace infelices a los humanos.
El entierro del actual sistema, ineficaz y enfermo, tiene que ser limpio, solvente e indiscutible para que la sepultura de la vieja democracia quede cubierta con una inamovible losa de plomo que la mantenga bajo tierra hasta el fin de los tiempos.
La tarea no es fácil, no sólo porque el actual sistema posee todo tipo de recursos, argumentos, justificaciones y argucias intelectuales, legales, políticas y policiales para justificar su existencia, sino porque está soportado por millones de seres que se aprovechan de él, y por miles de instituciones y empresas del poder."
Francisco Rubiales