Hay que elegir bando: democracia o represión

Publicado el 02 octubre 2017 por Benjamín Recacha García @brecacha
La de la CNN es una de las muchas portadas internacionales indignadas por la represión policial en Catalunya.

Me cuesta poner en orden las ideas después de lo visto, escuchado y vivido este domingo. Si todo hubiera sido normal, en este artículo lo que tocaría sería analizar los resultados del referéndum catalán por la independencia y ofrecer mis poco útiles predicciones acerca de lo que puede pasar a partir de ahora. Pero es obvio que de esta histórica jornada lo menos importante son los resultados porque todo ha sido excepcional. Desde la convocatoria hasta, sobre todo, la repugnante represión policial de la que han sido víctimas miles de personas que lo único que querían era votar.

No por previsibles, las imágenes de espeluznante violencia gratuita protagonizadas por Policía Nacional y Guardia Civil en los colegios electorales de Catalunya repugnan menos. No me ha sorprendido. Quizás sí la vergonzosa contundencia, pero desde que la organización criminal que gobierna España decidió enviar a miles de efectivos a Barcelona, nadie podía esperar que se quedaran silbando, incluido el Govern de la Generalitat.

La única respuesta posible por parte de los demócratas al festín de empujones, patadas, puñetazos, porras y balas de goma perpetrado por los perros rabiosos es la condena más enérgica. Más de ochocientos heridos y miles de personas aterrorizadas por cometer el injustificable delito de introducir una papeleta en una urna. Demencial.

Así que la primera y más importante consideración, justamente porque se supone que España es un estado democrático, es la condena sin matices de la represión. Es lo que deberían haber hecho los líderes de los partidos políticos españoles. La vergüenza de Europa, como titula la prensa internacional, debería tener como consecuencia inmediata el acuerdo de los demócratas para echar al PP del gobierno. Rajoy no puede seguir siendo presidente ni un día más.

Pero como siempre, el PSOE no está a la altura. Pedro Sánchez vuelve a demostrar su cobardía y, a menos que cambie de la noche a la mañana, dejará pasar la nueva oportunidad que le ofrece la historia para aceptar el reto de provocar ese giro a la izquierda en España del que tanto habla en vano. Tras lo vivido en esta jornada negra, lo único que cabía esperar de Sánchez era el anuncio de una moción de censura. Lamentablemente, ha vuelto a confirmar que el papel le va grande.

El empacho de violencia salvaje lo empaña todo. La sociedad civil catalana (no confundir con la organización ultraderechista) ha vuelto a dar una lección de organización, civismo y democracia, esa palabra que tanto han vaciado de significado esos políticos que también han corrompido hasta los cimientos el propio significado de política.

Lo de hoy no iba de independencia sí o no, sino de DEMOCRACIA y DIGNIDAD (así, en mayúsculas). Y los catalanes, independentistas o no, hemos vuelto a demostrar que ni siquiera la represión puede pararnos. Es digna de elogio la capacidad de autoorganización de la ciudadanía para proteger las escuelas, ocupándolas desde el viernes y desarrollando en ellas todo tipo de actividades para evitar que el domingo a las seis de la mañana fueran desalojadas.

No soy independentista. Ni siquiera hoy he cambiado de postura. He votado en blanco. Este no era el referéndum que Catalunya merece. Obviamente, no ha sido un referéndum, aunque los líderes independentistas se agarren a los resultados para legitimar su intención de declarar la independencia unilateral. Si van por ahí, se equivocarán.

Miremos los fríos números, con todos los asteriscos posibles, porque en una jornada que comenzaba con violencia policial en las escuelas y en la que no han podido abrir o se han cerrado cuatrocientos puntos de votación, con cientos de urnas requisadas por la policía, cualquier análisis de datos hay que ponerlo entre asteriscos. Se han registrado 2.262.424 votos, sobre un censo de 5,3 millones, lo que equivale al 42,7%. Ahora bien, si restamos del censo los 770.000 votantes de esos cuatrocientos colegios, el porcentaje de participación sube hasta el 50%. Hay que tener en cuenta, sin embargo, que muchos de los que no han podido votar en su lugar asignado, lo han hecho en otro.

El sí ha arrasado con un 90% de los votos, el no ha conseguido el 7,8%, y el resto son votos en blanco y nulos. El sí representa el 38% del censo total, un 44% aproximadamente restando los votos posibles de los colegios cerrados.

Hay que tener en cuenta que seguro que ha habido gente que al ver las ganas de repartir leña de las fuerzas de ocupación ha preferido quedarse en casa. Algo muy comprensible. Otros, en cambio, habrán salido a votar con más resolución. Yo, por ejemplo. Hasta el 20 de septiembre no pensaba hacerlo, y las imágenes de esta mañana han acabado de convencerme.

En Caldes de Montbui había varios puntos de votación, pero a las seis de la tarde han decidido centralizarlos todos en el Ayuntamiento ante el temor a que se presentaran las fuerzas policiales. Afortunadamente, no ha sido así y todo el que ha querido ha podido votar. Yo he ido a última hora, y lo primero que me ha llamado la atención ha sido que la plaza de la Font del Lleó estaba repleta de gente, unos con la voluntad de proteger las urnas y otros para celebrar el éxito de la jornada. A partir de la ocho, ha empezado la fiesta. La gente estaba contenta, pero no era una alegría desbordante. No podía serlo tras lo visto en otros pueblos y ciudades. En el ambiente se palpaba (o al menos ha sido mi impresión) la sensación de que lo duro empieza ahora. La policía no se marcha mañana, y si para impedir un referéndum han masacrado a la gente, no se le escapa a nadie lo que puede pasar si el Parlament proclama la independencia.

Alegría en la plaça de la Font del Lleó de Caldes de Montbui.

En Caldes ha votado un 58% del censo. En un pueblo muy independentista (el sí ha arrollado), donde no ha habido incidentes, se me antoja poco. ¿Qué pasa con el 42% restante? ¿Qué pasa con ese 50% (siendo generoso con el independentismo) que no ha votado en toda Catalunya? Que la jornada haya sido extraordinaria, que la violencia policial lo haya mediatizado todo, no puede (ni debe) ocultar que la sociedad catalana está fracturada, que la mitad de catalanes no se siente parte de este proceso independentista.

El Govern debería gestionar este triunfo del civismo frente a la barbarie con mucho tacto. En mi opinión, los líderes políticos del independentismo no están a la altura de sus representados. Sería un error leer lo ocurrido hoy en clave de legitimación de su hoja de ruta, por muchas ganas de independencia que tengan los independentistas. Catalunya no podrá defender una declaración unilateral que tiene a la mitad de la población no sé si en contra pero seguro que no a favor. Y hay mucho que defender.

Los líderes del procés no paran de apelar a Europa. Confían en que las imágenes de represión ablanden los corazones del frío viejo continente y sus dirigentes le den una buena colleja a Rajoy para obligarle a negociar una salida política al conflicto. Me sorprendería muchísimo que lo hicieran; los peces gordos, digo, no el primer ministro belga o una diputada eslovena.

Ya lo escribí el otro día: la independencia unilateral implicará semanas, meses de movilización permanente en las calles, de huelgas indefinidas (no de un solo día, como la unitaria que se ha convocado para el martes, primer signo claro de desbordamiento del procés), de resistencia pasiva a la violencia de las fuerzas represivas del estado, quién sabe si incluso del ejército (del PP y su muleta naranja se puede esperar cualquier cosa). Y para que tenga éxito, todo ello deberá ser multitudinario. No lo veo, ni siquiera tras lo de hoy.

Pero es que si el PSOE no decide echar al PP, lo que podría ocurrir si la movilización se extendiera al resto de España (muy destacables las concentraciones multitudinarias de esta noche en Madrid, Sevilla y otras grandes ciudades), no le veo solución.

Creo que este 1 de octubre ha sido un día histórico para Catalunya, pero también para España. Aun sin ser optimista, y siendo muy crítico con el procés, tengo una incipiente, muy incipiente esperanza de que por fin se haya activado el mecanismo que acabe desembocando en el cambio democrático que la gente de izquierdas estamos esperando. Y es que no queda otra que agarrarse a esa esperanza, por muy diminuta que sea, porque de otra manera lo que nos muestra el futuro inmediato es el abismo.

Cierro con una anécdota que me parece bastante significativa sobre cómo las instituciones moldean la historia y la realidad a su conveniencia. En un momento del día, cuando la sed de sangre de los antidisturbios estaba en su apogeo, la cuenta de Twitter del Govern de la Generalitat ha escrito esto:

Demanem a ferits i contusionats q vagin a centre de Salut, demanin un informe d’assistència i posin 1 denúncia a comissaria d @mossos #1OCT

— Govern. Generalitat (@govern) 1 de octubre de 2017

La tentación ha sido demasiado grande, así que he tenido que responder:

Moltes gràcies. Sempre cal denunciar la repressió. No recordo si vau recomanar res semblant pel 15M.

— Benjamín Recacha (@brecacha) 1 de octubre de 2017

La represión del 15M en Barcelona fue obra de los hoy idolatrados Mossos d’Esquadra (cuya muy moderada actuación durante este 1 de octubre aplaudo).

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