“Hasta que entran a clase, los alumnos están rodeados de tecnología, viven en las redes sociales, pero una vez allí los dispositivos digitales están prohibidos, son confiscados. Se sienten encerrados en aulas del pasado”.
Así de contundente, y de revolucionaria, es Lisa Nielsen. La experta estadounidense en educación, autora del blog The Innovative Educator y de paso por Madrid para participar del Global Education Forum 2011 organizado por la Fundación SEK y la Universidad Camilo José Cela, nada contra la corriente cuando se habla de enseñanza y aprendizaje.
La mayor parte de los centros educativos ha optado por prohibir el uso del móvil durante las clases. Los teléfonos se persiguen y se confiscan, y los demás “cacharros” que suelen llevar encima los adolescentes durante el resto del día se quedan fuera del aula o apagados en las mochilas.
A su juicio, “una escuela que prohíbe y confisca se parece a una prisión” y con estas prácticas “estamos limitando su productividad y creatividad, y sobre todo provocándoles mucha frustración”. “Hay que confrontar los miedos y disipar los mitos”, dice.
Cómo hacerlo
Para tranquilidad de los profesores, Nielsen aclara que no se trata de dejar entrar los móviles, las tabletas y otros aparatos así, sin más. Hay métodos para regular su uso, ponerlo al servicio del aprendizaje y sacarle partido.
La experta, que reconoce no creer en los libros de texto (“contienen información que inmediatamente resulta limitada y obsoleta”, afirma), recomienda que alumnos y profesores pongan el tema en común y busquen soluciones creativas por consenso, que contribuyan a la motivación de los estudiantes.
“Los alumnos pueden poner ellos mismos las reglas, decidir cómo se van a usar los dispositivos y qué consecuencias para ellos tendrán estas normas. No es un caos como dicen muchos docentes. Mi experiencia dice que se pueden integrar”, señala.
Nielsen acaba de publicar un libro, Teaching Generation Text, en el que justamente desarrolla estos consejos sobre cómo convertir los teléfonos en oportunidades educativas en lugar de en fuentes de distracción y desorden.
Entre otras funciones y estrategias, la autora indica que se pueden utilizar como recordatorios de tareas y exámenes, para tomar notas y enviar respuestas breves, para consultas rápidas e instantáneas de información o para realizar encuestas y vídeos.
Para Nielsen, no se trata solo de móviles sí o móviles no, sino de unificar mundos o las “vidas paralelas” que parecen llevar los estudiantes. “El gran problema de la educación es que la escuela está muy desconectada de la vida real”, afirma Nielsen.
La experta va más allá al asegurar que “la vida escolar no les está dando a los jóvenes las herramientas y los recursos que necesitan para triunfar en la vida real y eso debe cambiar”.
“No podemos seguir enfocados en exámenes y memorización, hay que trabajar por objetivos y por proyectos”, aconseja. “Tenemos que replantearnos completamente la educación”, reclama, al tiempo que recuerda que “el mundo ha cambiado y no podemos seguir aplicando los mismos métodos de enseñanza”.
Del artículo “No hay que prohibir los móviles en el aula,
sino incorporarlos a la enseñanza” publicado en La Información.