Solo el ser humano es capaz de practicar la filosofía que la RAE define como el “conjunto de saberes que busca establecer, de manera racional, los principios más generales que organizan y orientan el conocimiento de la realidad, así como el sentido del obrar humano.” Entonces, ¿por qué se utiliza a veces el término de filósofo en sentido peyorativo para descalificar a un directivo de empresa? Josep María Lozano pregunta en su blog, titulado “Filósofos”: “¿Ser un filósofo es un descrédito para alguien que asume responsabilidades directivas, debe acompañar y liderar a un equipo en el camino a la excelencia, y debe ser evaluado por los resultados tangibles que consigue?”, y apunta a la razón, “Refleja probablemente la herencia de una mentalidad para la cual los resultados, la eficacia, el activismo y los mensajes simples y directos son sinónimo de buena gestión. Para esta mentalidad, ser un filósofo es una pérdida de tiempo que aparta de la inmediatez de la acción, retarda y complica la toma de decisiones, y conduce a perderse entre las brumas de la abstracción y el enredo.”
Reflexionando sobre todo esto, me fue a buscar entre los grandes filósofos y encontré que ellos mismos vieron la filosofía como inseparable de la acción, y que lo primero no debe ni puede ser un freno para lo segundo. Así podemos escuchar a Demócrates que ha dicho “El que todo lo aplaza no dejará nada concluido ni perfecto”, o al filósofo suizo Henri-Frédéric Amiel: “El hombre que pretende ver todo con claridad antes de decidir, nunca decide”, y a Henri Bergson: “Debemos obrar como hombres de pensamiento; debemos pensar como hombres de acción.”
Henri Bergson
Pero para tomar la acción correcto hay que dedicar el tiempo necesario y suficiente a la reflexión para reducir el riesgo de fracasar, siguiendo el consejo de Epicteto: “Reflexionad mucho antes de decir o hacer algo, porque no podréis remediarlo después de dicho o hecho”, Y “El apresuramiento es padre del fracaso”, como dijo Heródoto de Halicarnasso, o porque “Si no se sabe a qué puerto se quiere navegar, ningún viento es favorable”, con palabras de Seneca. Pensar y reflexionar para poder decir, con el sentido práctico de Pitaco de Mitilene: “Amo la casa en la cual no encuentro nada superfluo y encuentro todo lo necesario.”
Pensar, y luego comunicar. El directivo o empresario debe saber transmitir su pensamiento, y para ello requiere el uso correcto del lenguaje. “Ya que el lenguaje es uno de los mejores vehículos para la comunicación y, aunque parezca mentira, para la acción transformadora”, dice Josep María Lozano más adelante. Un lenguaje correcto, como opinaba Confucio, “Si el lenguaje es incorrecto, lo que se dice no tiene sentido, y sin sentido lo que debería hacerse no se hace”. Hablar con las palabras justas, dado que “La acumulación de información estorba la visión global”, afirma José Luis Sampedro.
Confucio
Josep María Lozano concluye su interesante artículo diciendo que “en el liderazgo el lenguaje construye, crea la realidad. No es solo que sin palabras, los hechos, las acciones no tienen sentido, sino que además el lenguaje (de la acción pensante) sitúa a la realidad en otra dimensión, aquella que nosotros elegimos... Por eso creemos que sería preocupante que en nuestra sociedad y en nuestras organizaciones, se compartiera la percepción de que llamar filósofo a sus responsables puede ser, en sí mismo, un insulto plausible.”