Esta pregunta no es mía. Se la hicieron los tertulianos, todos ellos expertos en varios ámbitos, del programa de la cadena francesa 5 “C’est dans l’Air” en su emisión del 28 de septiembre del 2015. Y no era una pregunta retórica en mi opinión. Yo la retocaría y me preguntaría si hay un componente fascista en el nacionalseparatismo catalán, aunque cabe precisar que, si bien fascismo y racismo suelen relacionarse, hubieron fascismos sin racismo (Italia) y racismos sin fascismo (Sudáfrica).
El primer rasgo psicopatológico del nacionalseparatismo catalán es el infantilismo, que se define por sus intentos de imponer el principio de la familia e ignorar la realidad del mundo exterior: nacionalismo (madre patria), racismo (madre), idioma (lengua materna), grupo de afinidad cultural (tradiciones familiares) y comunidad (familia ampliada). Inculcar estas ideas en grupos pequeños puede inducir a una tipología fascista en una población determinada. Aunque fascismo es una palabra que se usa a menudo muy frívolamente y que es prácticamente imposible que se reproduzcan todas sus caracteísticas en un mismo lugar y época, cierto es que el nacionalseparatismo catalán comparte algunas de sus características:
- Defensa específica de un credo idealista y voluntarista con la finalidad de realizar una nueva forma de cultura secular, moderna y autodeterminada.
- Tentativa de movilización de las masas, incluso infantiles (foto), algo que no ocurría en Europa desde 1945.
- Importancia de la coreografía política, con insistencia en aspectos románticos y místicos (Sant Jordi, Jaime I, los Almogàvers…)
- Tendencia a un estilo de mando personal y carismático (Carles Puigdemont), da igual si no es electo como, en su caso, sí lo es.
Si bien Cataluña ha tenido durante el llamado Procés una confluencia libre de partidos y los nacionalseparatistas no han hecho apología de la violencia ni siquiera como una necesidad defensiva (dos características que difieren por completo del fascismo), sí han promovido un nacionalismo y un exclusivismo externo absolutos. El nacionalseparatismo catalán busca una especie de “Lebensraum” y se expresa sobre la base de un “Herrenvolk” y “Untermeschen” respecto de los países catalanes. Es, sin duda, ultranacionalista y expansionista, y Carles Puigdemont practicó una especie de “Führerprinzip”, o sea, el líder de un pueblo unido de todas las clases que crea una “verdadera democracia”, algo muy semejante, por ejemplo, a la Libia del Muamar el Gadafi.
Lo que diré ahora es un enfoque más intuitivo que empírico, lo sé, pero algo similar prosperó en algunos analistas del fascismo durante y después de él, como Wilhelm Reich o Theodor Adorn. Estos y algunos más explicaban este fenómeno como una combinación de represión sexual e impulsos compensatorios. Según ellos, podría entenderse el nacionalseparatismo catalán como un producto autoritario que tiende a la rigidez y a la represión, no en vano (y esto, por contra, es más empírico que intuitivo) siempre hace hincapié en los sentimientos de aislamiento, frustración e impotencia.
El fascismo fue la única gran ideología nueva del siglo XX, y es inevitable que algunas de sus características clave vuelvan a aparecer en movimientos radicales como el nacionalseparatismo catalán. Tras su derrumbe, la influencia del fascismo ha seguido sintiéndose en Argentina, en Libia, en Camboya, en Israel, en Irak, en algunas dictaduras africanas y, más recientemente, como os he mostrado en este particular análisis, en Cataluña.