Hay una norma fundamental en el mundo que nadie te explica nunca, ni siquiera te avisan de la vital importancia que tiene, pero que es la clave para vivir -de manera real- la vida.
Hay que tener siempre en cuenta el factor pasión.
PASIÓN.
Ese seguramente sea el secreto de todo.
Hay que estar dispuesto a apostar todo al rojo y dejarse la piel en ello, en jugar a ese número, a ese color.
Todo es azar, nada está escrito ( no creáis eso de que el destino ya nos tiene todo planeado) porque nosotros mismos somos los autores de la historia de nuestra vida; y como jugadores de azar, hay que ser consciente de lo efímero ( todo lo que tenemos lo podemos perder o doblar en un solo segundo) y arriesgarse.
Puede que acabe siendo la jugada de nuestra vida o un fracaso tal que pensaremos que ya no nos queda nada para poder seguir jugando. Pero hay que tener en cuenta que hasta de lo perdido se acaba ganando. Ganamos la experiencia del fracaso, del error, y nos ayuda a que en la próxima apuesta no sigamos los pasos anteriores que nos condujeron al equívoco ( aunque a veces, acabemos tropezando una y otra vez con la misma piedra).
Pero este juego dual de ganar o perder, victoria vs. fracaso, tiene un punto de vista totalmente diferente si apostamos al nuestra elección con pasión.
Bien es verdad que el factor fracaso, seguirá como una de las posibilidades, pero con la diferencia que, seguramente, nuestra propia pasión, esas ganas e ilusión por la victoria, hará que las posibilidades negativas sean casi invisibles.
La pasión, la euforia, produce serotonina y endorfinas, que son las que producen ese efecto de sentirnos casi invencibles cuando damos un 200% de nosotros en algo. Algo que nos guste y que nos ilusione.
Hay que seguir los impulsos, no las convenciones sociales, ni guiarnos por el qué dirán, ni lo que hay o no que hacer. La vida es corta ( en algunos casos demasiado) y ante la duda eterna del tiempo concreto del que poseemos para jugar en esta gran ruleta que es la vida, hay que replantearse si realmente estamos siguiendo nuestro impulso, aquello que más deseamos en el mundo, aquello que el cuerpo te pide hacer, o el corazón ( el cerebro tiene un poco de complejo dictatorial y eso no suele ser bueno) y cuando estemos seguros, o al menos, lo bastante como para arrojarnos a ello, como por un precipicio del que no sabemos donde está el fondo, es cuando debemos dejar todo aquello que nos ata, atrás y mirar para adelante, con ese fuego y esa pasión que aún nos queda de nuestro instinto animal.
Apostar todo al rojo y ganar. Esa deber ser nuestra filosofía de vida. Ganar.
Revista Coaching
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