Cuentan que, estando reciente la revolución francesa, Reveillère Lépaux, uno de los jefes de la república, que había asistido al saqueo de iglesias y a la matanza de sacerdotes, se dijo a sí mismo:
'Ha llegado la hora de reemplazar a Cristo. Voy a fundar una religión enteramente nueva y de acuerdo con el progreso'. Pero no funcionó.
Al cabo de unos meses, el «inventor» acudió desconsolado