Le decimos a los chicos que no necesitan el último celular de moda, pero nosotras salimos corriendo a conseguirlo apenas lo ponen en venta. Los hijos miran y aprenden de lo bueno y también de lo malo
Lo confieso: no salgo de casa sin el celular y cuando los chicos no están en casa duerme en la mesita de luz. Hace un tiempo me convertí en adicta al Candy Crush y usé el celular hasta cuando cocinaba, mientras les decía a los chicos que apaguen lo electrónico. Y fue ahí que pasó uno de esos momentos dónde uno se da cuenta que algo no cierra: el ejemplo.
A veces los padres estamos más conectados que los chicos: en mi caso, es bastante difícil dejar el teléfono y no mirar los mails cuando recibo la alarma de que acaba de llegar uno. Son los mismos chicos los que por momentos nos invitan a dejar la tecnología de lado, para escucharlos un rato. Los chicos nos miran, de eso no hay duda, y no hay nada peor que tratar de poner una regla o llegar a un acuerdo haciendo exactamente lo opuesto en el mismo instante. ¿Les pasó? A mí sí.
El poder del ejemplo
Para ser ejemplo tenemos que entender que lo que queremos transmitir o que los chicos hagan debe estar relacionado con lo que hacemos nosotros. Está claro que no absolutamente todo, porque nosotros nos quedemos hasta tarde despiertos y eso no significa que ellos también puedan. Ser ejemplo no es que se comporten como nosotros, sino que nuestras acciones estén alineadas y no se contrapongan con lo que hacemos.
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