He leído

Por Ada
El Haiku de las palabras perdidas
ANDRÉS PASCUAL
Editorial: Plaza y Janés
Esta es una historia de amor y dolor. El tema principal de la novela es la energía nuclear y el país donde se desarrolla es Japón. El autor sitúa la historia en dos espacios cronológicos. Por un lado, hay un hecho que transcurre en Agosto de 1945 y nos narra el suceso de dos supervivientes, Kazuo y Junko, después de la caída de la bomba atómica sobre Nagasaki y de cómo después de la explosión jamás se volvieron a encontrar pero vivieron toda la vida esperando ese encuentro. Por el otro lado, la historia se sitúa en nuestros días y narra la trayectoria de un defensor de la energía nuclear, Emilian Zach, que comienza a tener muchos problemas y que se encuentra con Mei, nieta de uno de los supervivientes anteriores, y cuyo objetivo es localizar al otro superviviente. Ambas historias se van intercalando y parece una premonición de la tragedia que sufrió Fukushima.
Andrés Pascual nos va mostrando parte de la cultura del Japón actual y pasada. Los adornos florales, la escritura de los haikus, las comidas. Nos deja ver cómo se muestran los sentimientos en la cultura occidental y en la oriental, cómo se asimilan las tragedias, humanas y sociales, para enfrentarse al día a día.
La Embajada de Japón en España avala el mensaje de la novela. En su presentación oficial en Madrid, la Agregada Cultural adjunta Sra. Akawa y el Jefe de Prensa Sr. Kishi acompañaron a Pascual, reconociendo públicamente que quedaba patente el cariño con el que se hablaba de la cultura la tradición japonesas y el rigor con el que trataba un tema tan delicado.
haiku (#21477;): poema japonés de diecisiete sílabas; destello fugaz que nos muestra la esencia de las cosas.
Un fragmento:
-La pérdida. Eso es lo peor. No el estallido, ni el fuego, ni el silencio, ni el polvo, ni los gusanos, ni el hedor. Lo peor son las palabras perdidas, el vacío que queda y la búsqueda que comienza. (…)
En nuestra cultura una palabra no dicha es más importante que todas las palabras pronunciadas. (…)
Pero quizá era el momento de mostrarse más japonés que nunca, no de sangre pero sí de corazón, y demostrar que los silencio pueden llegar a ser un grito atronador. Que una palabra no dicha tiene más fuerza que mil frases pronunciadas, porque la palabra pensada permanece para siempre, mientras que aquellas que traspasan el umbral de la garganta terminan desvaneciéndose en el mismo aire del que están fabricadas.