Así, de igual manera, se persiguió al hereje, a la bruja o a los magos y hechiceros que ganaban terreno en el siglo XV.
Antes como ahora, cuando el remedio «ortodoxo» no consigue el resultado práctico apetecido, se recurrió a las «otras» soluciones alternativas, continuadoras de las supersticiones paganas en paralelo con la doctrina oficial, cuya manifestación se hacía más presente en los momentos de angustia o crisis general. La iglesia en España desde la antigüedad (633) ya introdujo mecanismos de prevención contra la hechicería.
El IV Concilio de Toledo en el canon XXIX se dice: «Si se descubriese que algún obispo, presbftero, diácono o cualquier otro del orden clerical, consultar magos, hechiceros, adivinos, agoreros o a algunos otros que ejercen cosas parecidas, depuestos del honor de su dignidad, sean encerrados en un monasterio, consagrados allí a una penitencia perpetua, lloren el crimen cometido de sacn7ego». El Concilio de León (1012), los de Santiago (1031 y 1056), el de Coyanza (lOSO) o en las Partidas, los magos y hechiceros son condenados.
Lo mismo que en el Fuero de Cuenca y una abundante legislación posterior que nos indica la prevención por estos personajes y sus actividades, haciéndolos así presentes a lo largo de la historia, a la vez que nos revela la poca eficacia de estas normas, ya que el pueblo buscaba en la hechicería la realización de unos deseos por vía sobrenatural, cuando por falta de fe en la religión oficial u otras frustraciones recurría a estos mecanismos para lograrlo, pese a cualquier anatemización. 17
En Europa durante los siglo XVI y XVII se desató una terrible persecución contra brujos y hechiceras, muriendo miles en la hoguera. No así en España y paradógicamente, debido a la actitud benévola de la Inquisición para con ellos, aunque no en todos los casos.
Bastante ocupación tenían con prender judaizantes, herejes, iluminados, moriscos y tantos otros fuera de la ortodoxia oficial católico-romana. La hechicería sólo podía ser juzgada por la Inquisición si realizaba acciones heréticas o que rozasen el dogma católico.
Lo supersticioso y actividades relacionadas con las artes adivinatorias, astrología, etc., no incurrían en herejía, por lo que era la justicia secular la encargada de su represión si cometieran delito. Los pactos demoniacos y la magia negra fueron condenados como heréticos por Sixto V en la Bula «Coeli et Terrae» de 1585.
Pese a la represión oficial, los hechizos y curaciones que a veces son inseparables, se mantienen en un mundo marginal que aflora en ocasiones por los miedos del propio pueblo, despechos, recelos, sospechas, etc., que llegan a los tribunales toledanos de la Inquisición a través de los cuales conocemos esta actividad al servicio de la curación.
Aunque en los siglos XVII y XVIII la hechicería toledana aún se mantenía en derroteros más en consonancia con el «mal de amores», ambiente donde se practicaba, al decir de algunos autores, la terapia de la palabra o psicoterapia junto con algún remedio mágico y sobrenatural.
En el arca de una hechicera toledana procesada por la hlquisición en el siglo XVII se encontraron granos de aljofar, coral, limaduras de acero, hilo de oro y una higa. Envuelto en hojas de papel guardaba hojas de sen, polipodio y violetas. No faltaban velas verdes para encender la noche de San Juan, harina de habas, granos de incienso, un naipe, una bolsita con los Evangelios, una tabla con tres estampas pegadas de San Antonio, Santa Marta y San Cristóbal y una planta de valeriana en un tiesto. Componentes mágicos, religiosos y curativos que se repiten como una constante en ajuar de las hechiceras.
En 1705 «La Escopetilla», hechicera toledana, portaba estampas de Santa Marta, oraciones, naipes, evangelios, huesos, pimiento rojo y un pedacito de ara. U na curandera toledana del siglo XVII curaba la «enfermedad del fuego» con un remedio aprendido de un fraile dominico. En la misma centuria sobresalió por su fama María López, la «Varela», curandera de Torrijas que recetaba de su puño y letra los remedios para los enfermos teniendo a la vista una prenda.
También curaba por imposición de manos mientras rezaba, era experta en eliminar el mal de ojos y cualquier dolencia. Los inquisidores se limitaron a reprenderla por lo que podía tener de hechiceril alguna práctica, pero no por ejercer la medicina, cuestión al margen, evidentemente, de la competencia del Santo Oficio, alguno de cuyos miembros no hubiera sido extraño ver en su consulta. A una tal Angela López de Fuensalida acudían los que padecían ceguera. Tenía por ayudante a María Gómez, «La Romera», natural de Portillo.
Ventura Leblic García http://www.realacademiatoledo.es/index.php/publicaciones/temas-toledanos/1728-medicina-popular-en-la-provincia-de-toledo-por-ventura-leblic-garcia.html