La tendencia actual por obtener bienes materiales deja de lado (o pretende dejar de lado) la necesidad del ser humano de estar bien por dentro, de ser libres, de sentirse a gusto consigo mismos. Por ello, mucha gente usa el tiempo de su vida en labores que nada tienen que ver con su vocación original, renegando o sencillamente tratando de rellenar espacios, de estar “haciendo algo”, de “estar con alguien” aunque no sientan placer alguno. El tiempo es lo único que tenemos, o como dijo Paul Auster “es lo único que no podemos controlar”, es necesario utilizarlo para aquello que nos da placer más que nada.
A mi particularmente, me gusta descubrir lugares nuevos, me gusta vagabundear en las ciudades y parques. Camino sin prisa y sin objetivo, con la cámara en mano e incluso sin ella, me gusta encender el iPod, colocar los audífonos en mis oídos y cantar bajito mientras avanzo bajo el sol. A veces uso pesas para que me cueste mas, para que la grasa que todos tenemos incrustada se note menos, me gusta como me siento después, más ligera, en forma.
Se dice que el turismo se hace ante lo desconocido, es decir, tenemos que viajar para “conocer”, estoy segura que muchos viven en una ciudad en la que no reparan, vivir en un lugar no implica conocerlo. A mi me gusta hacer turismo en ámbitos cotidianos, es decir en lugares que por obvios noto muy poco en el día a día, claro que, ámbitos de placer, sitios que me gustan o que encuentro bellos incluso cuando los veo sin mirarlos realmente.
Recientemente estuve en el Parque del Este, hace años cuando vivía en Sabana Grande, acostumbraba correr cada mañana en ese parque. Volví y fue una alegría darme cuenta de lo hermoso que aún sigue, de lo bien cuidadas que están sus instalaciones, de la perfección de la naturaleza: los arboles tan verdes, las flores tan coloridas, su olor: el aire se torna intensamente dulce cuando lo recorres.
El Parque, además de las áreas verdes que te descongestionan la mirada, tiene el Planetario Humboldt, que ofrece una serie de conferencias y proyecciones gratis. El cielo es como el mar: infinito y misterioso, las fotografías de exhibición del planetario lo confirman: el cielo en diversas facetas, las estrellas… No me quedé a ninguna presentación o conferencia, pero me pareció que esta todo muy bien organizado, que se conjugan en ese lugar dos placeres perfectos: el conocimiento y la sensualidad de la naturaleza. Espero pronto volver para quedarme a escuchar y aprender algo nuevo.
Aprender, da tanto placer aprender ¿verdad? La ciudad ofrece aprendizaje en cada rincón, aunque dura, no es la violencia lo único que existe. Eso de caminar lo hago mucho, tampoco creo que haya que gastar un dineral para divertirse, hay que tener imaginación y ganas. Considero que vagabundear, como llamo a eso de recorrer sin propocito planificado, es una buena opción, ver películas a la venta en Plaza Venezuela o Bellas Artes, libros en Centros Comerciales, donde incluso puedes leer sin que te cobren.
Del Parque del Este, me gustó la variedad de juegos y demás juguetes que venden para los niños (y los que ya no lo somos) en unos mini kioscos de madera (que creo son nuevos) ordenados y estéticos, acordes con el ambiente.
Un ambiente casi paradisíaco, relajante, comprendo porqué esta lleno de niños los fines de semana, a fin de cuentas son éstos hedonistas totales: viven para el placer, no aceptan el dolor y se ríen con ganas sin importar quien los mire. Deberíamos imitarlos, eso intento.
Publicado originalmente en Correo Cultural.