El peronismo es un movimiento único que no encuentra parangón en el mundo. Quizás porque es el resultado de nuestra idiosincrasia y conflictos históricos que nunca lograron resolverse y la aparición del creativo Coronel Perón agudizaría en magnitud esas contradicciones. Recuerdo que nuestro más grande escritor (y gorila) Jorge Luis Borges entendía como natural que cada 100 años aparezca un tirano... claro, Borges como la mayoría de nuestros intelectuales jamás entendieron el fenómeno y se horrorizaron, quizás porque no se trata de entender sino de sentir. Por eso, muchos estudiosos relacionan el movimiento peronista con la "estructura del sentimiento" que postuló el marxista ingles Raymond Williams. Es así, el peronismo es pura praxis política. Sus textos doctrinarios apelaron a ordenar la comunidad, postulando la prioridades y los principios. Pero también el General Perón decía que la doctrina peronista era vital, se adaptaba al paso de los tiempos. En otras palabras, una doctrina digna de Heraclito.
A lo largo de su historia, el peronismo es intuición y sabiduría que siempre apeló a la transformación de la sociedad en su tiempo. Pero están claras sus contradicciones que dejarían perplejo a cualquier extranjero: porque en su seno dieron luz a un desfile de personajes de la mejor literatura (romantica, de hadas, de ciencia ficción, de terror) como Evita, Cooke, Lopez Rega, Isabel, El Kadri, Firmenich, Campora, etc. Ahora, si me permiten la libre asociación, considero que todas esas contradicciones son inevitables, son el resultado de un proceso dialectico. Porque Hegel fue peronista. El filosofo alemán apelaba la dialéctica a su sistema filosófico y a su lógica centrada en el devenir, la contradicción y el cambio, que sustituye los principios de identidad y no contradicción, por los de la transformación incesante de las cosas y la unidad de los contrarios. Hegel pensaba que la evolución de la Idea se produce a través de un proceso dialéctico, es decir, un concepto se enfrenta a su opuesto y como resultado de este conflicto, se alza un tercero, la síntesis. La síntesis se encuentra más cargada de verdad que los dos anteriores opuestos. La obra de Hegel se basa en la concepción idealista de una mente universal que, a través de la evolución, aspira a llegar al más alto límite de autoconciencia y de libertad.
Hegel podría haber aplicado a la historia del peronismo su sistema filosófico: Perón (tesis), Menem (antítesis), Kirchner (síntesis). Basta informarse sobre las ideas y la forma de gobierno para aceptar que Menem es la antítesis perfecta de Perón: comparen política exterior, el rol del Estado, las reformas constitucionales y quienes son los favorecidos para darse cuenta de las diferencias abismales. Y en cuanto a comprender a Kirchner/CFK como el resultado de la síntesis, también es comprobable. Evidentemente, en este proceso se da una resolución o comprensión del peronismo. La síntesis apunta a la movilización, frente a la Plaza vacía durante el menemismo; es reformista y progresista, aunque mantiene muchas contradicciones y conductas neoliberales como desechos de la antítesis (que se intenten cambiar o no, aún no lo sabemos); y también regresan los viejos estigmas, esa entidad atribuida al peronismo como negritud antidemocrática, que tanto les gusta advertir a los gorilas de siempre. La dialéctica peronista -hegeliana está en movimiento, mientras que los Gorilas, vale advertirlo, no cambian nunca.